martes, febrero 24, 2009

SITUACIÓN DE LAS JOVENES GENERACIONES EN EL COMIENZO DEL SIGLO XXI

PRÓLOLO

La tradicional característica social y psicológica del pueblo dominicano fue siempre su transparente comportamiento en el amplio espectro de su desarrollo, esto es, en la conjunción diversa de cuantos elementos de la vida son esencialmente necesarios para su transformación, así como en hacer realidad las elevadas ideas del pensamiento y del espíritu de las trasciende. Aspectos del sostén de tales normativas fueron siempre la conducta intachable de las personas, sus altas aspiraciones, el sentimiento tan humano que se tenía, manifestado en el amor a la familia, a los amigos, al país, a nuestra soberanía, a la exaltación cada día mayor de los grandes héroes nacionales que, con la desinteresada cooperación de la ciudadanía, lograron identificárnosla y así asumir la responsabilidad desinteresada de su defensa ante toda amenaza de potencias extranjeras.

Uno de los factores fundamentales para el mantenimiento de aquellas estructuras y conductas personales, fue la peculiar y científica educación que el Estado dominicano implantó en todos los niveles de enseñanza, desde las escuelas primarias, hasta las universitarias, en la que sobresalía no sólo la primera, que era la del hogar, de los padres con los hijos, sino la de los maestros, que en aquellas épocas eran verdaderos maestros porque fueron formados sobre la base de la ciencia de la historia, de la sociología y la del espíritu; esto es, la enseñanza positivista, comtiana, presente aquí en la figura tan elevada de Eugenio María de Hostos, en la cual la razón excluía de la misma a la memorización.

De un tiempo hacia acá, aquella manera de ser y comportarse del dominicano, ha cambiado, a tal extremo que hemos venido sufriendo una inseguridad ciudadana; perdiendo nuestros principios morales y espirituales a la vez que conduciéndonos a un individualismo que lentamente nos separa de esa conciencia de patria que siempre nos mantuvo unidos.

Los factores conducentes a ese deterioro social son diversos, unos creados en nuestro ambiente, otros de procedencia extranjera. Mi punto de vista como consecuencia del análisis que desde varias décadas atrás he hecho de la pérdida de los valores de la nacionalidad, de nuestro ser, es que, en gran medida, cuanto hoy padecemos tiene su origen en el cambio que por intereses políticos y de otras naturalezas, se produjo en el año 1952, cuando la Secretaría de Estado de Educación, apoyada por el gobierno de turno, sustituyó la estructura positivista y científica de la educación, por la que introduciría en el estudiantado, en general, la basada en la memorización, mejor conocida como nemotecnia o nemotécnica.

Esta introducción breve la ha motivado el libro SITUACION DE LAS JOVENES GENERACIONES AL COMIENZO DEL SIGLO XXI, de la autoría del talentoso, investigador acucioso y autentico dominicano GERSON DE LA ROSA, quien se ha entregado en cuerpo y alma, al estudio profundo en todos los niveles de nuestra sociedad, de los orígenes de aquella descomposición social que a pesar de la resistencia que se mantiene, está afectando a la familia, en la cual reina el irrespeto, los encuentros violentos, la resistencia a los estudios, in conductas en tantas ocasiones delincuenciales que llevan a los hijos a violar los fundamentos de la cultura, la lengua, el correcto camino de los éxitos en la vida, fenómenos negativos que el autor de la obra culpa a la falla de la enseñanza en las escuelas, donde se aprueban a jóvenes sin siquiera haberse alfabetizado. Él señala que: “Todos o la mayoría estamos contestes en que los fallos en la educación y formación de las jóvenes generaciones son las causantes de los actuales problemas que a diario enfrentamos”.

Gerson de la Rosa ha logrado penetrar en cada uno de los espacios donde predomina esa corrupción y delincuencia cotidiana, y esto, naturalmente no sólo nos sorprende por su logro de dar a conocer tantos estamentos ocultos y hasta misteriosos que producen efectos en la armonía social, sino de percibir los aspectos psicológicos que predominan en gran parte de esas generaciones de jóvenes, que según sus estudios, se han transformado en enfermedades que poco a poco van dañando la salud del cuerpo social.

La obra del joven escritor Gerson de la Rosa es, sin duda, un gran aporte a la sociedad para que de alguna manera logre desaparecer la delincuencia en el país.


Víctor Villegas,
Noviembre de 2006
INTRODUCCIÓN

En las actuales jóvenes generaciones hemos sembrado las semillas de todos los males que junto a ellas nos aquejan. El licenciamiento de la educación y la formación de estas, junto con el laissez faire de las comunidades de los gobiernos ennegrecen el futuro nacional.

Escondidos bajo la sombra de una falsa democracia, utilizada como sinónimo de libertad, nos acomodamos. Negamos a los hijos, actitudes seudo-proteccionistas, el derecho a crecer en una sociedad sana. Les empujamos a ser viles, prácticos; a sacarle todo el provecho al medio, tratando de darle cada vez menos.

El texto que se lee, presenta algunas de las observaciones y reflexiones que en los últimos años he notado y hecho. Resalto desde mi modo de ver, cuales son las aficiones e intereses, que motivan a esta rama de la sociedad dominicana que debe representar el futuro. Señalo como las instituciones tradicionalmente encargadas de velar por la conservación de la ética, la moral, la idiosincrasia y los valores, se han retrotraído dando paso a ideas prefabricadas de individuos muchas veces “contranatura”, que quieren reivindicar e imponerse ante una sociedad que rechazo por siempre su accionar.

En el discurrir de esta lectura se tendrá la oportunidad de leer sobre las aspiraciones que mueven a los jóvenes, cómo poco a poco se van formando generaciones a las cuales podemos llamar hijos de la miseria; qué actitud ha adoptado la juventud que se desempeña en los medios de comunicación; también podrá leerse sobre las dificultades que tiene la juventud para integrarse al proceso productivo y sobre las diferentes huidas que esta utiliza para sobrevivir en este país de clientelismo, arribismo y zancadillas.

Situaciones diversas de la cotidianidad de la vida impulsaron la observación y luego la reflexión de la situación en la que se desenvuelven las jóvenes generaciones. Pueden notar algunas de estas que eran de orden familiar, otras de orden social, político, religioso. Especial comprensión y motivación provocaron ciertas experiencias vividas que me hicieron pensar en el futuro.

La experiencia de una joven madre, que en la calle, me pide ayuda con su hijo de cuatro años que se resiste a pararse de la acera. Me reveló que le tenía miedo al niño cuando se airaba ya que le golpeaba, aunque ella le pegara. Me dijo, que en una ocasión este le tiró un cuchillo.

Otra situación fue la vista en una escuela. Una madre todo apoyadora, después de acusar a todos los maestros, ante la dirección y orientación, por las informaciones que su hijo le había suministrado, pide ayuda a sus acusados. Esto ocurre tras el trato vejatorio en público de su vástago. Según esta no puede con quien vino a defender.

Motivantes fueron ver como en mucha ocasiones en la “familia moderna dominicana”, se enseña a los infantes a hablar, empujándoles las groserías, las perversidades y la obscenidades. Tíos, abuelos, hermanos y otros familiares cercanos, son actores y víctimas principales de diferentes índoles de esta situación. Luego que el infante hable, les exigen respeto y quieren condenarle por malcriado, a lo que este se resiste.

¿ Se ha pensado en la cantidad de madres jóvenes o liberadas, que dan “tiempo de calidad a sus hijos” o las que en los barrios, mientras juegan cartas, sus chiquillos pululan con el pañal desechable sucio? A los maternales volvieron los piojos y los niños sin peinar ni bañar. No son raros los pequeñuelos en colmadotes, donde sus madres toman cervezas con sus amigas, esposos, amantes o amigos.

Carcome a la sociedad el egoísmo que muchos han adoptado como bandera. Innumerables son los casos de hijos que representaron verdaderos tormentos para las familias y los padres en específico. Cuando estos mueren son los más enfáticos en dividir y tratar de sacar la mayor “tajada” de los bienes heredados. Muchas veces llegan al extremo de provocar enemistad y muerte entre hermanos.

Este conjunto de reflexiones y observaciones pretende:
Señalar la existencia de dificultades reales y muy serias en la educación y formación de las jóvenes generaciones.
Instar a las instituciones aquí nombradas y a otras que pude haber olvidado, a retomar la celosía en la formación y la educación de los valores y principios nacionales.
Concienciar a los padres y a las autoridades, sobre el grave problema que está acarreando en las jóvenes generaciones y toda la sociedad, el individualismo en que cada cual quiere vivir su vida y aprovecharse del otro.
Motivar verdaderas, serias y profundas investigaciones, que nos permitan sugerir encausar todas esas fuerzas que representan los jóvenes, en provecho de un futuro ajeno a incertidumbre e inquietudes, por inseguridad.

Este esfuerzo de ninguna manera pretende ser la representación de ideas acabada, sobre el tema tratado. Las limitaciones expresadas por las observaciones y reflexiones, condicionan o deben expresar el lector, de que más adelante el tendrá el lápiz y el papel para escribir sobre las debilidades encontradas aquí.

La actualidad del tema, “Situación de las jóvenes generaciones comienzo siglo XXI”, difícilmente sea cuestionada. El trato de este tema sin la rigidez que demanda nos podría acarrear serios inconvenientes. La juventud es el futuro; en ella hemos de poner la esperanza. Es precisamente a ella a la que debemos cuidar, educar y formar. Si no la rescatamos, estamos perdidos.


SITUACIÓN DE LAS JOVENES GENERACIONES EN EL COMIENZO DEL SIGLO XXI

Al analizar la situación de la juventud de principio de siglo XXI, no podemos hacerlo sin tomar prestado el lente visor de las generaciones formadoras y políticamente activas después de la muerte de Trujillo. Da la impresión de que esta se abandonó pura y simple al desenfreno, la vida fácil y tener y soltar los hijos “realengos”.

Todas las dificultades actuales tienen su origen en una generación que fue desmachada. El enfrentamiento ideológico de los 60s, 70s y principio de los ochenta, trajo consigo la purga de los elementos más sanos de nuestra sociedad. Bajo alegato de comunistas se persiguió, torturó y mató a aquel que protestó, propuso e incluso al que estudiaba o era civil. Aquellos que no perecieron asesinados producto de las luchas entre facciones comunistas o por la acción de la policía, fueron absorbidos por las necesidades económicas y la penetración de sus organizaciones del estigma de la lucha por el control de los recursos económicos. Otra buena parte de estos, fue a parar a las fauces de los partidos que hoy nos gobiernan.

La dañina y malsana actitud de los grupos de poder fue respaldada por los diferentes gobiernos. Junto con el aplastamiento de la incipiente herencia de industrialización trujillista fue saqueado todo lo que se pudo: predios de terrenos, enriquecimiento rápido de administradores públicos, desfalco de las empresas estatales, tráfico de influencia y todo tipo de prácticas para enriquecer al sector privado. La hegemonía sobre el monopolio al robo que tenía el jefe, se resquebrajó. Aparecieron muchos desfalcadores. La demagogia y el borrón y cuenta nueva se convirtieron en las herramientas fundamentales para justificar todas las travesuras, vagabunderías, indelicadezas, robos, etc. hechas por políticos, militares, empresarios y “lambones”.

Mientras esto acontecía, el grueso de la población joven que vivía en el campo, engrosaba a la policía, el ejército y las otras instituciones castrenses. Desde estas posiciones se les inculcaba el odio hacia todo aquel que no pertenecía a estos cuerpos armados. El civil no es gente; tu eres civil; el mejor comunista, es el comunista muerto; esto y otras frases se impusieron y, caracterizaron los años 60 y 70. Ya a finales de los 80, con una mayoría de la población urbana y unas generaciones jóvenes afectadas por la problemática de ciudades que crecieron sin planificación, de la influencia de la migración a EEUU y el cine, metidos en vicios, con sub-culturas de cárcel, también estos fueron acogidos en la policía. Se acogen delincuentes para contrarrestar a los delincuentes. Esto crea un círculo vicioso de dependencia entre delincuentes y policías, en el que la policía como institución es la más afectada. Se crea mecanismo para sacar del medio a delincuentes que se “calientan”: se pone a la juventud contra la juventud, mientras la población es presa de unos y otros. Se forman equipos para cazar “delincuentes calientes”, que son aniquilados, bajo el alegato de “intercambio de disparos”.

Los 80s son los años de gran influencia en el cambio de actitud del dominicano y por tanto en lo que devino en la formación de las subsiguientes generaciones. De singular importancia es la influencia que ejercen los dominican-york. El viraje que dan los clubes culturales, que en los años 60 y 70 jugaban un papel educativo-recreativo-cultural-reflexivo de lucha sin igual, se convierte en espacios muertos, los que no desaparecieron. La aparición y propagación de la delincuencia organizada en los barrios populares, es utilizada para propagar las drogas. Se acentúa el desmoronamiento de la familia, donde ya no sólo el hombre es irresponsable, sino también la mujer, recayendo esta actitud sobre los hijos. Se manifiesta el divorcio, hay un derrumbe total de los preceptos morales y los valores nacionales como guía del accionar cotidiano. La aparición de la soledad en los hijos: el crecimiento de estos solos, en la orfandad, aunque tengan padres vivos. La haitianización (La penetración terrestre, y posterior incorporación a la sociedad dominicana de enormes cantidades de nacionales haitianos. Primero, de las zonas rurales. Hoy, de las zonas urbanas de Haití) del país en el sentido de una clase que se hace cada vez más rica y poderosa, que se acomoda y otra que se empobrece cada vez más y no exige a sus gobernantes y prefieren salir al exterior a buscar mejor vida; lo que trae una fuerte influencia en la industria de la construcción, los valores y actitudes.

La segunda mitad de los 80s, después de una fuerte crisis económica, trajo respuesta a cómo contrarrestar el posible accionar de los jóvenes revolucionarios que no habían muerto en décadas anteriores. Se activaron las llamadas ONGs, que con fondos extranjeros y subvenciones estatales, dirigidas por los anteriores, dirigieron proyectos sectoriales desarrollistas que pronto se desacreditaron. Así quedaron desacreditados los dirigentes de los mismos y políticamente liquidados. Así nos acercamos a los 90s, con una juventud castrada ideológicamente. Capaz solamente de pensar o actuar individualmente e influidas por los ejemplos de enriquecimiento rápido. El abuso de poder se acerca a las salidas más cómoda y menos trabajosas para solucionar cada cual individualmente sus necesidades. Atrapados así en la vorágine de una prostituta llamada democracia, se buscan salida que cada vez son más ahogante. Las presiones más directas las reciben los trabajadores de oficinas, tiendas y bancos. La presión social les hace incurrir en gastos muy por encima de sus posibilidades: ropas, zapatos, comidas, regalos, carros, etc.

Esos años 90s señalan un cambio de actitud de nuestro pueblo. Una nueva visión se apodera de la forma de apreciar la vida. La despersonalización del individuo se hace dueña del accionar de este. La comunidad, la asociación, la sociedad y poco a poco la familia, importan poco cuando están de por medio los intereses particulares. En estas circunstancias crecen, se crean y se desarrollan las miserias humanas más disímiles. Las relaciones humanas se establecen a partir de un patrón monetario que las hace tirante y contradictorias.

Con un mar revuelto y todos lanzados a la pesca, el éxito lo aseguran los más despiadados. El robo, tráfico de influencia, abuso de poder, el engaño, tergiversación y manipulación de información, imputación alegre, creación de dudas sobre las intenciones y las posibilidades, se han erigidos en los fundamentos para desmontar todo un sistema de vida, que no ha sido mejorado. Todo lo contrario, se va creando una selva donde incluso los promotores de esta situación son presas de ella.

La desintegración de gran parte de los sindicatos y las reconversión de otros en entes de empresarios y delincuentes; la desaparición de buena parte de los partidos minoritarios y la absorción de sus cuadros por los tres partidos mayoritarios, además de la utilización de los restantes como parche en las elecciones; la activación en tiempos de crisis de la figura del diálogo creada a finales de los años 70s; la aparición de la siempre cuestionada “sociedad civil”; el relajo y posterior deterioro de las instituciones estatales; estos y otros cambios han sido esenciales en la asimilación de amplios sectores para la propagación e implementación de políticas irresponsables.

Todas estas transformaciones a lo interno, tuvo su manifestación en toda la sociedad. Aunque muchas personas adultas adquirieron o reforzaron actitudes cuestionables, son las últimas generaciones las que por sus procederes causan serias preocupaciones. El desamor, la independencia, la abulia mental, el apego a obtención de bienes materiales de forma fácil, la despreocupación indistinta, son propios de lo que ha venido a llamarse modernidad. Aunque en teoría aceptada, las anteriores, a lo interno de la familia se manifiestan en explosiones de ira, discusiones, pelas y maltratos entre padres e hijos.

Ya fuera de la casa o en la escuela, las dificultades no resueltas en el seno familiar se traducen en robos, irrespeto, pleitos, no estudio, manipulaciones, imputaciones alegres, altanería etc. Allí donde los padres tienen más posibilidad económica y paran por la educación de sus vástagos, las manifestaciones anteriores se agudizan. Vale lo mismo para aquellos padres que utilizan la escuela como escape a las responsabilidades asumidas: sus hijos son dolores de cabeza para compañeros, directores y profesores.

La incorporación de la mujer al trabajo y el desentendimiento de otras, ha traído un incremento del “realenguismo” de las jóvenes generaciones. Por sus trabajos muchas madres, suelen conversar o ver a sus hijos, aun viviendo bajo el mismo techo, los fines de semana. Otras, que son jóvenes, que no trabajan, que no quieren ni asumen responsabilidades, que en ocasiones viven con sus padres y que los fines de semana lo toman para bacilar, tienen sus hijos en los barrios todo el día, hasta el momento de acostarse, en calles y callejones haciendo travesuras.

Este fenómeno aunque no es nuevo, se incrementa de forma alarmante en los 90s. Por igual, se manifiesta en los barrios más depauperados, donde viven los pobres y también, en medio de la clase media y entre los hijos de ricos. Las travesuras de los niños en calles y callejones se convierten pronto en actos delincuenciales. Las de los hijos de clases media a pesar de que no se divulgan, se convierten en serios dolores de cabeza, por las drogas y pesares que traen. Entre los ricos, en vagabundería, desórdenes, muertes, drogas, que son bien tapados para conservar la imagen.

Diferente ha sido la actitud de las autoridades ante el incremento de este fenómeno. A los hijos de los pobres se le tomó como carne de cañón, esos son y fueron los objetivos al que se encaminó la política del “enfrentamiento a tiro con la policía”. Los hijos de clase media y ricos siguen, por su poder, corrompiendo toda la estructura de la sociedad. El dinero y la influencia se han puesto por encima de la costumbre y ha hecho infalible a quien puede pagar, haciéndole transparente ante la ley.

Salvo el caso Llenas-Aybar, donde los culpables fueron sometidos, juzgados y sancionados, “los hijos de papi y mami”, rara vez son tocados. En ese caso se actuó de forma resoluta, por la decisión de la madre agraviada; por ser una situación entre poderosos y, por el impacto, debido al estrambotismo, que este caso tuvo en la sociedad. En otras oportunidades, las travesuras y bellaquerías de quienes pueden pagar han salido a la luz pública, para hacer de ellas actividades circenses que causen burlas, risas e indignación.

El “realenguismo” como manifestación de la independencia de los hijos de aquellos que hacen alarde los padres irresponsables, se ha convertido en un serio problema. Sus consecuencias empujan a la indigencia a los más pobres. Los campos y los barrios, han visto decrecer con celeridad, los chivos, puercos, gallinas, patos, pequeños artículos y muebles, que les podían sacar de apuro ante los momentos de serias necesidades. A esto hay que agregar que es exactamente con la situación creada por este fenómeno social que se resquebraja la sociedad. El barrio, la escuela, el vecino, los familiares, no participan ya en la buena formación de los niños. Esta se circunscribe única y exclusivamente a los progenitores “que por igual están en lo suyo”.

Se ha creado una irresponsabilidad colectiva. En esta, todos participamos; nos sentimos cómodos. La usamos cual bola de fútbol. La irresponsabilidad es tan grande que ronda el descaro. Mientras menos atento se es con los hijos, más exigencia se asume con otros con relación a estos. Cada vez crece el número de padres, que sin saber el accionar continuo de sus hijos, les pintan con cuadros angelicales. Por igual, se incrementa la cantidad de tutores que dice no saber que hacer y que solicita ayuda para con sus hijos. La escuela y los profesionales de la conducta son los receptores de estos pedidos. Muy fácil acudir a otros, cuando en la casa se adopta o asume una posición de tirantez o alejamiento. Cuantos casos conocemos en que los hijos son rechazados con frases como “muchachos del diablo”, “ojala te mate un carro”, “tu me tiene jarta”, “desgraciado”, “estoy loca que se abran las clases, para salir de ti”, “tanto que jode”, etc. La verdad es que no se puede esperar mucho de una generación rechazada. Todavía no llegamos a la masificación de las consecuencias de lo que reciben en casa. Los ancianos pedigüeños se señalan como la respuesta a los padres irresponsables.

Las jóvenes generaciones de los últimos quince años, también se tornan “diferentes”. La abulia, la desidia, la irresponsabilidad, la reafirmación de sus derechos y la ignorancia de sus deberes las caracterizan. La generalidad muestra crisis cuando se les exige o pide participación en los quehaceres domésticos. Los padres joden, presionan, viven molestando. ¿Por qué razón deben ayudar con sus hermanitos, fregar platos o limpiar la casa, recoger las camas o sus habitaciones, ir al colmado, sacar la basura, etc.? ¡Acaso no es más fácil que lo haga otro! El control del televisor es su mejor aliado. Este no exige. No manda. Siempre está presto a lo que se le pida. Cambiar de un canal a otro, causa un enorme placer. ¡Por esto hay que vivir!

La indolencia, falta de amor por el prójimo, el interés en conseguir las cosas sin esfuerzos, les mantiene en constante crisis, no les causa preocupación el sacrificio que han hecho o hacen otros. Al parecer son incapaces de organizarse o luchar por objetivos sociales o altruistas. Sus aspiraciones siempre se encaminan a intereses muy individuales. Planteamientos muy superficiales, como el de género, vivir su vida, los nuevos tiempos, les obliga a ver y pensar con anteojeras agilizándoles y acomodándoles la vida.

Múltiples han sido las causas. Las consecuencias las empezamos a vivir. Esto se puede aun complicar. Estamos presionando a vivir una vida que no se ajusta a nuestro nivel de desarrollo, que choca con nuestra idiosincrasia y posibilidades económicas. Los sueldos de los padres y de buena parte de la juventud que trabaja no permiten ciertos lujos o aspiraciones.

Diversos son los factores que se suman en la segunda mitad de los 90s a la ya compleja situación de las jóvenes generaciones. Las procedencias las encontramos por doquier. Desde la inconsistencia de una familia desintegrada, pasando por la asimilación de la sub-cultura de cárcel, las aspiraciones de cometer hechos que aparecieran en la “Revista Sucesos”, el contacto con viajeros dominicanos que sobreviven en los sub-mundos de la delincuencia de Nueva York y Puerto Rico, el crecimiento de las miserias humanas fruto del desconocimiento de los valores nacionales, la permisibilidad y otros muchos que se coronan con la implantación de las “naciones” como manifestación de la delincuencia organizada, que comienza a usarse como plataforma de la delincuencia internacional.

Aunque la situación manifiesta con la niñez y la juventud es preocupante, no ha alcanzado los grados de deterioro que existe en otros países hermanos. Esto no nos debe hacer dormir en los laureles. Más bien debe ser un reto para frenar a tiempo. No lo hacemos y el futuro, inclusive para los auspiciadores de este estilo de vida se les pondrá complejo. Simples leyes amenazas o palabrerías, no resuelven. La sociedad en pleno, ha de hacerse participe en la solución de la problemática que les aqueja. Los gobiernos, las diferentes congregaciones religiosas, las familias, las escuelas, las instituciones sociales, hemos de deponer los intereses individuales y salvar el futuro.

































MANEJO DE LOS CONFLICTOS GENERACIONALES

Nunca como ahora las jóvenes generaciones encontraron terrenos más cómodos para actuar. Las profesiones liberales, las tendencias post-modernas, las diferentes organizaciones de arribistas: ONGs, la televisión y la radio, se han encargado de trazarles las pautas, plantearles las líneas de proceder, bailar, vestir, estudiar: cómo estudiar. Les confunden en toda esa maraña individualista, convirtiendo a cada individuo en una isla, negándole al pensar por ellos, la oportunidad de plantearse objetivos, de soñar y buscar rutas para alcanzar lo que se proponen.

Lo más arriba expresado, señala la situación de generaciones castradas, que viven su hoy, pero, que no se plantean nada; que no tienen objetivos. Su hoy es su mundo. El planteamiento de objetivo, para ellos, es señal de ser anticuado. Las divagaciones teóricas, plantean, son cosas de viejos. Es más fácil vivir al estilo de las ideas que vienen de las grandes urbes. ¡Si otros pueden pensar por nosotros, para que hacerlo…!

Exactamente la falta de un planteamiento generacional es lo que hace pensar que desaparecieron los conflictos generacionales. Allí donde no hay un indicador que cuestione lo establecido, difícilmente pueda crear conflicto. Achacarle toda la culpa de esta situación a la juventud sería injusto, sin embargo, que fácil les ha resultado o con que naturalidad se han adaptado las jóvenes generaciones a que otros piensen por ellas. Como se destruyen. ¡Qué futuro más oscuro e incierto nos granjeamos los más adultos, con hijos que solo desean parasitar.



























ASPIRACIONES

La eterna aspiración de justicia de la humanidad al parecer conoció su fin en los planes de las jóvenes generaciones. Esta ha sido sustituida por la manipulada, terrible, injusta y por la mayoría llamada “democracia norteamericana”. De forma impuesta y por dictado de diferentes instituciones creadas para tales fines, la mayoría de los países han optado por el estilo de vida que de los EEUU mana. La democracia adoptada, revestida de liberalismo, del sueño norteamericano, de un desamor por lo propio, de una población obnubilada por los logros ajenos y de una clase política dispuesta a gobernar a imagen y para otros y no para el pueblo que les elige. Esta condescendencia hace su aporte en las pautas de juventudes que solo viven.

Desaparecieron como por arte de magia las preocupaciones de justicia que motivaron y motorizaron a buena parte de los hoy adultos. ¡Qué fácil les hemos puesto la vida a los hijos! Ya son raras las preocupaciones de que un hijo adopte posiciones revolucionarias; que quiera cambiar el mundo. Les insinuamos desde la familia, barrios, desde los medios de comunicación y desde el gobierno, que la preocupación y los esfuerzos deben ser para satisfacer necesidades individuales. Las satisfacciones coronan a los progenitores más irresponsables: “un sistema educativo comprensivo”; instituciones que deben velar por la moral, ciegas; gobiernos con funcionarios que han atendido más a sus necesidades y a los partidarios, que para las cuales fueron electos o puestos; organizaciones que encontraron la fórmula para captar a los excluidos, “las naciones”.

Los padres modernos han optados por hacer de las obligaciones con sus hijos una transacción de negocio. Ellos lo conciben y mantienen, a cambio reciben, el derecho a llamarse padres. Otros los crían y educan y reciben paga por esto. Ni unos ni otros se sienten suficientemente obligados con los niños y los últimos no se sienten obligados con nadie ni nada. Por esto, crecen con una independencia, una soledad y un desamor que es comprensible únicamente para los más avezados. Se crea una problemática existencial. La familia, la escuela, las iglesias y los diferentes gobiernos, no quieren o no pueden dar repuestas a las necesidades de la juventud.

Solo los grupos o bandas delincuenciales llamados “naciones”, al parecer, han logrado tocar, más que las aspiraciones juveniles. Estos, han logrado llenar de satisfacciones, emociones, sentido y protección y dado unidad a aquellos jóvenes más desprotegidos. Estos grupos que han dado cobija a los muchachos, amenazan la existencia de la familia, cuestionan la exclusividad que tienen los gobiernos, a través de la policía y otros cuerpos castrenses del Estado, para mantener la represión sobre ciertos sectores y toda la sociedad. Son bien conocidas las actitudes de enfrentamiento y amenazas que afrontan los tutores al querer hacer valer su autoridad ante hijos que están en estos grupos. Por todos son conocidos el control sobre áreas, los asedios y los escarmientos sobre miembros y desafectos.

Como individuos de estos tiempos, las jóvenes generaciones, antes las marginalidad responden con las ideas prefabricadas de las “naciones”. Todas sus aspiraciones, pesares e intereses son sacrificados por la seguridad que ofrecen estos grupos ante la violencia de otros. Aunque no todos los mozalbetes están en estas agrupaciones, es difícil encontrar una aspiración que no sea la de enriquecerse con el menor esfuerzo posible. A edad temprana se despierta el espíritu consumidor. Ya los padres no alcanzan satisfacer las necesidades de gastos que aspiran. Es cuando surge “el quiero trabajar”. Muchos se avocan al trabajo. Descubren que la vida no es tan dulce y es el momento en que se les presenta la otra pregunta, quieren que los voten o liquiden, para gozar o volver a la vida que tenían.

Presos del consumo y de la necesidad de “gozar y disfrutar su vida”, ven la visa norteamericana, el viajar al exterior o hacerse pelotero como las mejores salidas. “Buscarse lo suyo”: “su cuarto”, es el norte que les guía. Aún alcanzados los objetivos antes mencionados, la poca preparación `para la tenacidad en alcanzar metas mayores, casi siempre se frustran. Es entonces cuando aparecen salidas rápidas y a la corta, más fáciles, como son el narcotráfico, saltimbanqui, prostitución moderna, etc.

Ser profesional en cualquier carrera de las que ofrecen las universidades representa poco en los intereses de las jóvenes generaciones. El prestigio familiar que genera tener un hijo ingeniero, abogado o médico luce ya superado. Poco estudian con la entereza que desmanda un individuo, familia, comunidad o país que desea y tiene que desarrollarse.

































EL SIGNIFICADO DE LA SUPERACIÓN EN LA JUVENTUD

El conocimiento, el desarrollo de la capacidad analítica, la comprensión y dominio de los diferentes fenómenos que ocurren, son y han sido símbolo de superación por las diferentes generaciones a través del tiempo. Las actuales generaciones cambiaron el patrón. Vivir a la usanza antigua, de otras generaciones, envuelve demasiadas dificultades. Han decidido llevar una vida más sobria, con menos esfuerzo, en que otros sean los que llevan la carga y les den las respuestas a las pocas veces que se preguntan algo.

La filosofía de vida de las actuales jóvenes generaciones se expresa en ciertas frases tales como: “no voy a coge lucha”;“voy a buscarme mi cuarto”; “yo no le paro a eso”; “eso no e pará” ; etc. Da la impresión de que todo lo que envuelve esfuerzo, lo tienen que rechazar. Ese rechazo se manifiesta desde los fuertes enfrentamientos con padres y hermanos por evitar participar en los quehaceres hogareños, indiferencia cuando otros asumen la mayor parte de estos; excusas diversas de que se va a estudiar. En la escuela, las justificaciones por la falta en las tareas, son súper ingeniosas: no se hizo, nunca dejan tareas, se olvidó, no se tiene libros, fulano no me dijo que era así, no entendí y otras tantas excusas.

Cada día aumenta la cantidad de alumnos que, sin rubor, manifiesta y da ejemplos de que el conocimiento y el saber no dan ventajas. Aspiran a amasar fortunas de forma fácil. Los políticos, peloteros y grandes capos de las drogas, son sus ejemplos a seguir. El cultivo de las mejores cualidades humanas, de conservación de los valores y principios imperecederos de la humanidad, les importan poco. Cifran dentro de sus grandes logros el conocimiento, o más bien, manipulación de la democracia y sus derechos individuales, todo siempre en perjuicio de otro que no les importa y debe velar por sus propios derechos. Los deberes son ignorados y en el mejor de los casos fueron hechos para otros.

¿De qué les vale saber y no tener? Esa es la gran interrogante de hoy. ¡Todo se compra, todo se vende! Ponen una fuerte resistencia a aprender. Sin embargo, se jactan de vivir en una sociedad donde prima el utilitarismo. Muchos aspiran e incluso practican la venta de su cuerpo. Son ejemplos de venta de sus hijos, por muchas madres, los saltimpanquis y la prostitución de menores en las zonas turísticas; las chicas celulares y otras.

El esfuerzo por el dominio del lenguaje, es muy pobre. El interés en la capacidad se circunscribe a intereses muy egoístas. Las jergas, los modismos y la subculturización de la comunicación de calles y cárceles, se acentúan cada vez más. Cada vez se se torna más difícil entender lo que dicen. Los intereses particulares, la búsqueda de placeres y el rechazo de esfuerzo sustentan la connotación de estas jergas.

La grosería y el trato descortés en la interrelación se convierten en la norma de los muchachos. Ser el “torontontón”, “el bacano”, “el montro”, el que no respeta a nadie, el que infunde más temor y tiene más para gastar, son objetivos que el sacar buenas calificaciones, ser el mejor hijo o estudiante o practicar los valores humanos. Son expertos manipuladores. Esta cualidad es manifiesta sobre todo cuando quieren hacerse las víctimas. Demandan, exigen y pelean por los derechos individuales, más, cuando el respeto al derecho de otro está en sus manos, son indiferentes, se comportan como los más crueles de los dictadores.

Vivir a su manera se ha convertido en el fin individual de buena parte de las jóvenes generaciones. Ya se liberaron del control que ejercían los vecinos, los familiares e inclusive los profesores. El descuido intencional o el trabajo de las mujeres en muchas cosas ha dado a los hijos esa libertad que los hace incorregibles











































JUVENTUD Y DELINCUENCIA


Siempre ha habido delincuentes. Muchos individuos han hecho, a través de la historia, de eso desafuero, su modus vivendi. Diversas son las razones que condicionaron y perduran en el tiempo propagando este mal social que crece. Especial significación toma la delincuencia juvenil en los momentos actuales.

Caldo de cultivo para esta situación lo constituye: la desintegración familiar, las deportaciones de dominicanos desde los EEUU, la educación permisiva; la perdida de los valores nacionales; la asunción de derechos sin estar aparejados de deberes; el desinterés de los gobiernos y la sociedad en la juventud; el engaño que ha significado la revolución de las libertades individuales, etc. Todo lo anterior conjugado ha creado un vacío existencial en las jóvenes generaciones. Este vacío favorece a diferentes esferas de la sociedad. Los padres, los barrios y la sociedad en su conjunto; los políticos, la policía, la delincuencia organizada y los gobiernos que de una u otra forma se benefician con la liberalización que se ha dado a la juventud.

Dos grupos importantes se benefician de forma inmediata y directa de esa soledad en que los padres dejan a sus hijos: la delincuencia y la policía en su parte oscura. La delincuencia en sus vertientes, la común y la organizada va ganando terreno. El control que se tenía sobre ella ha desaparecido y ahora ella es la que controla. Sus tentáculos están repletos de jóvenes a los cuales al parecer solo la delincuencia es capaz de entender. Los jóvenes que no participan de ese mal tienen una propensión que les acerca significativamente y muchas veces les torna peores, por su individualismo y egoísmo, que los peores delincuentes.

Estamos trayendo gente al mundo y en la educación le estamos dando lo peor. Todas las maledicencias que fueron objetos de vergüenza, hoy son vista como normales y aceptables. Las modas y las actitudes ante la vida, vienen exactamente de los sectores más cuestionables. Imitar lo peor, ese es el Norte, esa es la libertad que se le ofrece a la juventud. Todo gira en torno a querer tener y disfrutar. Por eso “vale la pena todo”.

Después de no educar adecuadamente, dejar hacer a los hijos lo que quieran o educarle sobre suposiciones, es poco lo que se puede esperar de los mozalbetes. Pocas cosas le llenan; solo la delincuencia, en sus diferentes vertientes, se convierte en atractivo para ellos. Allí se les brinda verdadera atención; se les impone un código, que aunque se riñe con la sociedad, puede fácilmente asimilarlo; les ofrecen diversión y protección ante los constantes abusos y abusadores que proliferan; proporcionan dinero, poder y placer, organizan la distribución de estupefacientes, el incremento del robo y los atracos sirven como sostén para esto; les ofrecen seguridad, ante los reveses y dificultades creados por la pérdida de muchas reivindicaciones y la actitud poca filantrópica existente, les brindan seguridad ante la enfermedad y la muerte.

Todo lo anterior crea a lo interno de las familias correspondientes, ya en proceso de deterioro, una actitud de bravuconería, amenazas y enfrentamiento de los hijos hacia sus padres. Estos últimos se quejan y en su desesperación acuden a maestros, orientadores, psicólogos y hasta psiquiatras para subsanar la situación. La queja que se generaliza es la de que no pueden con sus hijos ¡Extraña situación…! Los padres no pueden con sus hijos. Muchos progenitores, ante los sinsabores, vergüenzas y esfuerzos fallidos, expresan a lo interno familiar e inclusive en público, sus deseos de que sus vástagos mueran. El aporte o la ayuda de orientadores, psicólogos no se ha manifestado. La capacidad de distracción de los jóvenes es tal que los padres son culpables directos o no comprenden las acciones de sus hijos, frente a los profesionales de la conducta. Es posible que estos últimos logren o estén en sintonía con las actitudes modernas juveniles, los que les hace, con facilidad comprenderlas.

Las expresiones de estos tiempos “…que biberón” y “suéltame en banda”, han sido adoptadas por muchos padres y adultos. No poniéndole caso a los hijos; no dejándose fastidiar; haciéndose los ciegos, sordos y mudos frente a situaciones de entera responsabilidad suyas. Se cumplen las anteriores expresiones de forma simple y manifiestan un estilo de vida. Este estilo, carcome toda la sociedad, convierte el Estado y todas sus instituciones en cuasi-funcionales o infuncionales: todos demandan y quieren atención, todos quieren que les sirvan pero…que sirva otro.

Lamentablemente la delincuencia que era señalada como exclusividad de los sectores menos favorecidos, ha tocado y se cultiva entre las llamadas mejores familias o pudientes. En uno y otro estrato de la sociedad al parecer tiene la misma cimiente: el descuido familiar. Tantos ricos como pobres, sufren la situación de hijos que después de haber sido muy permisivos no pueden controlar. A los pobres, después de ser utilizados en la mayoría de los casos, son muertos en los mencionados “enfrentamientos con la policía”. De los ricos, poco se sabe…

El patrón educativo que hemos adoptado demuestra sus deficiencias. Muchas palabrerías contra la violencia y acciones que la contradicen. Todas las señales para la obtención de poder, dinero, fama y placer, principales objetivos juveniles, les son negados por las vías del esfuerzo tesonero, el trabajo enorgullecedor, el amor y la disposición al conocimiento y la conservación de los valores familiares. La delincuencia común, pero sobre todo la organizada se han convertido en alternativa a las manifestaciones y expresiones de unas generaciones cargadas de vivencias, violencias y derechos y carentes de deberes como nunca la hubo en esta tierra.

Lo importante es vivir. Simplemente vivir en familia, no es tan fácil. Allí suceden roces que dificultan la libertad. Esa libertad, esos objetivos, esa falta de perspectiva, de que adolece la familia moderna, los jóvenes la encuentran en esos grupos delincuenciales. Esa libertad que se niega a sí misma, que no se identifica con ninguna institución tradicional, tiene necesariamente que formar sus propias instituciones. Estos, desde luego, están marcadas por esa visión y esa actitud que es desconocida por personas de otros tiempos: viejos.

Grandes son los atractivos y peligros de las organizaciones delincuenciales para la juventud. Especial significación ofrecen para los jóvenes de familia rescatados, donde se cría y educa en los principios y valores tradicionales duraderos. La existencia de generaciones capaces de luchas por intereses grupales y sociales, facilita y amplía la existencia de esos grupos y organizaciones. Ya que solo ellos responden y poseen lo que la juventud desea y quiere; ofrece lo que la juventud busca, con un mínimo de esfuerzo.




L A FORMACIÓN EN LAS MISERIAS Y LA ADOPCIÓN DE ESTAS

Más de una son las generaciones que se han criado y se crían en la idea adoptada por sus padres de “no criar como fueron criados”. Con esto hacen alusión a un rechazo estricto al apego a los principios y valores familiares, sociales y nacionales; al apego irrestricto a sus padres, mayores, incluyendo hermanos y la autoridad constituida; al amor a la familia, al trabajo, a la nación y a sus símbolos como símbolos de paz, progreso y solidaridad. En contra de estas enseñanzas impuestas por los abuelos han actuado los individuos más irresponsables, se han formado ONGs e inclusive proliferan muchas instituciones de los últimos gobiernos las cuales se han confabulado para desmantelar las instituciones familiares y nuestro estilo de vida y educar en las peores de las miserias humanas.

Llamamos miserias humanas a todas las actitudes que de forma directa o indirecta vamos cimentando en las jóvenes generaciones, que les envilecen y les hace seres asociales e inhumanos. En vez de rechazar lo malo de la educación familiar de los abuelos, se ha rechazado todo lo bueno que nos legaron y perdura en algunas familias a las cuales acosamos con presiones sociales, programas televisivos y leyes que nos son extrañas. En su búsqueda de desarrollo, los sectores más irresponsables, poco a poco han ido despersonificando la nación dominicana queriendo convertirla a imagen de la norteamericana. Manifestaciones públicas de políticos y de personalidades influyentes del ambiente social así como profesionales liberales se han puesto de acuerdo para hacer de nuestro país el reflejo de otro; no mejor a partir de su realidad y posibilidad. Y lo han logrado. Los resultados inmediatos están expresos fundamentalmente en la juventud.

La educación y la formación en la permisividad ha demostrado sus principales fallos: padres o formadores negligentes; hijos y alumnos apáticos e individualistas; una sociedad que exige mucho pero donde sus miembros se esconden tras las debilidades de los peores para justificar sus malas acciones o sus inacciones. Actúan mal porque otros lo hacen. Por su parte la delincuencia y con ella los delincuentes son aprovechados en su justa dimensión. Todas las fiestas y actividades que atraen alegría y disipan las penas, son movidas por la delincuencia. Buena parte de la economía de los barrios populares, por igual, es movilizada por los delincuentes. En la mayoría de las casas, la muerte de ellos es motivo de celebración, alegría, aunque rara vez de protesta de los lugareños.

No debemos seguir engrosando la lista de la delincuencia con nuestros hijos. Es tiempo ya de ponerle freno a que nuestros jóvenes se sigan matando entre sí; tengan como única o mejor opción el atracar, consumir o vender estupefacientes o que continúen siendo muertos como pajaritos por quienes deben actuar como autoridades. Se ha tornado muy fácil abandonar los principios y valores que nos identificaron. Tenemos más que suficiente con los resultados de seguir un sueño que no es nuestro. Los postulados, lo “importante es que el individuo se comunique, no importa como” y, “darles a los niños tiempo de calidad”, sobre los que descansa la educación actual, tienen resultados más que contundentes.

Es educar en las miserias cuando a un niño desde que nace, para enseñarle a hablar, se le empuja a ser grosero y a utilizar obscenidades para comunicarse. Por igual, induce a preocupación la inducción al infante a defender lo suyo y lo que no es, como propio, inclusive de sus más cercanos, como si fuera una fiera. Acompaña a esta la obtención de bienes cuya procedencia no se pregunta. Se torna más difícil la situación cuando al niño se le niega, por negligencia de los padres, el valor de las cosas, el respeto a lo ajeno y a los mayores. Al abandono en que vive buena parte de nuestra niñez, aún teniendo a sus padres en la casa, es penoso. “El tupé” de muchos padres que se gastan en bebidas alcohólicas el dinero que debe ir para la manutención de la familia. La enorme cantidad de padres y madres que viven separados y sus vástagos están con personas a las cuales no les importa. La actitud resuelta de muchas madres modernas de no quererse dejar matar (sacrificar), por nadie.

Consecuencias muy directas cosechamos en la casa y la escuela: tanta libertad o descuido ha traído un aumento considerable de la promiscuidad e inclusive prostitución entre niñas, sobre todo entre los 12 y 15 años. El reguetón y con el, el perreo y los party se prestan como vehículos de iniciación del sexo de buena parte de los adolescentes. Por igual muchas amiguitas conminan a las niñas a buscarse viejos, para que estos suplan las necesidades creadas de: adquirir celulares modernos, montarse en modernos vehículos, conseguir dinero para comprarse pantalones moda y otras necesidades que los padres no pueden darle. Los varones, por su parte, son más susceptibles después de haberse iniciado en el hurto en los patios de los vecinos, de la delincuencia común y luego de la delincuencia organizada. Aunque no toda la juventud participa de los desmanes que se riñen con la ley, muchos de los que no lo hacen han adoptado y tienen espita y actitudes macabras, egoístas e individualistas, peores que aquellos que se organizan por inseguridad.

Llama a preocupación buena parte de los jóvenes desde el sector servicio por sus ambiciones y expresiones y alto nivel de encono hacia la sociedad. Su capacidad les hace verse como seres individualmente únicos, que no proceden ni tienen compromiso más que “con sus cuartos” Siempre están en la mejor disposición de prestar sus servicios al mejor postor y están dispuestos a hacer lo que sea, aun estar conciente que hacen daño a parte de la sociedad o a toda en su conjunto. Para esto, el país, la nación igual que una sociedad más justa, son ideas de soñadores y los tiempos no están para esas bobadas, lo que procede es tener garras. Viven una vida que al parecer es tranquila, pero que en realidad está llena de amargura ya que tienen que compararse con otros, a los que sirven, que se dan mejor nivel de vida y representan mayor nivel de consumo.

Gran parte de la población adolescente que asiste a las escuelas y la que no, tiene como aspiración comenzar a trabajar rápido. Esta expresión es manifiesta como símbolo de liberación de sus padres. Los fallos en que están incurriendo la educación hogareña y la escolar, sobre todo en no enseñarle a los niños a ganarse la buena voluntad y lo que se les compra en sus casas, igual daño les hace la escuela en aprobarles los cursos de primero y segundo de primaria sin haberse alfabetizados, súmele a esto las calificaciones de 60 puntos en el bachillerato por solo asistir a la escuela y las tantas oportunidades para aprobar los exámenes. Lo anterior se manifiesta en el sector laboral donde entran con mucho entusiasmo y al sentir las exigencias, maldicen a los jefes y luego buscan bonificaciones para irse.

La libertad, la tan cascareada libertad de que nos hablan y que es el símbolo de la democracia, en el seno familiar está acabando con este. Da pena el descontrol que existe en aquellos núcleos familiares donde la mujer abandonó el pulseo natural que la caracterizó y hoy se dedica a competir hasta en vagabundería con el hombre; en muchos casos, el hombre ha encontrado justificaciones para ser peor. Los años 80 marcan el comienzo del deterioro o ruptura de los lazos familiares. De esos años, encontramos algunas unidades periodisticas que fueron importantes, que desde entonces, se dedicaron a publicar divorcios. Muchas familias disgregadas, presentamos: padres que han abandonado o se han ido al exterior; madres que por igual han abandonado, porque sus hijos o maridos intentan matarlas, se han ido al exterior, etc. hijos mayores, tíos, abuelos, sirvientes a quienes se paga, sustituyen cabezas familiares.

Son cada vez mayores los comentarios en las escuelas entre los alumnos de madres jóvenes, modernas y despampanantes, que participan con sus hijos y compañeritos de estos, en igualdad de condiciones en parties, Exactamente estas modas y otras, después de crear una aureola enorme de libertad o mal interpretadas libertades, como la creada por las autoridades que matan a fieras creadas por ellas mismas, piden en las escuelas que les ayude con sus hijos, que no pueden controlar. Muy poco puede hacer la escuela con el alumnado cuando hasta en el vestir, los padres no son discretos ellos mismos. En las actividades regulares escolares en muchos centros educativos se les niega la entrada y otras veces no se les atiende a muchas madres, ya que sus vestimentas hacen ver las de las mujeres libres como de princesas. El ingenio rompe la marca los días de colores en muchas escuelas: la falta de valores, de decencia, de pudor se colocan al extremo. El día siguiente a estas actividades, los comentarios en cuanto a osadía, vulgaridades, pariguayadas y control de las autoridades del centro educativo, hacen pequeños los que suscita un Casandra de Acroarte.

La familia y la escuela al ser atacada en sus cimientes por ideas distorsionadas le han devenido confusiones bien aprovechadas por algunos sectores que parasitan y capitalizan cualquier miseria. Ambas instituciones muestran un grado cada vez mayor de fracaso. Al parecer sus fallecimientos son detenidos por la tozudez, en el caso de la familia, de aislados grupos familiares y familias particulares que no están dispuestas a ceder ante el embate de la vagabundería. En el caso de la escuela, se sostiene aun por la negativa de asediados, perseguidos y maltratados profesores, que se niegan a renunciar al compromiso que asumieron al escoger esa profesión.

Todos o la mayoría estamos contestes en que los fallos en la educación y formación de las jóvenes generaciones son las causantes de los actuales problemas que con estas enfrentamos. Aun así, son pocos los que asumen con la entereza que demandan los tiempos esa firmeza que hay que tener, para educar a un joven. En realidad son pocos los que están dispuestos a renunciar a ese poco de libertad que nos exige la vida cuando se trata de educar. Siempre será más cómodo, y como los tiempos lo facilitan, reflejar o echarle la responsabilidad a otro.

Lo más valioso que tiene cualquier sociedad, sin temor a equivocación, son sus jóvenes generaciones. Esas actitudes poco humanas que ellas han adquirido, fruto del acomodamiento y ausencia de los padres se traducen en serias amenazas para la propia sociedad. Ese individualismo rampante, dificulta el pensamiento social, la participación en grupos y el desarrollo. El egoísmo, además de crear una situación de inseguridad individual, impide el desarrollo ya que cada cual considera que el otro no merece tal bien o posición. Esa actitud les impide aprender ya que les crea una barrera ante todo lo que implique esfuerzo y a asimilar lo que en el momento no desean. El perjurio, que ha desarrollado esa capacidad de formar falsos testimonios contra las personas que quieren ayudarles. La maledicencia, que presenta un placer con hacer el mal a sus semejantes.

Todas las miserias mencionadas y otras bien cultivadas en el seno de la familia desfalleciente, que son y han sido adquiridas por nuestros jóvenes, empobrecen y desincentivan la creación de riqueza. No es desconocido el freno que obliga a los habitantes de barrios a evitar inversiones productivas, por igual en los campos coartan a las iniciativas de tener animales y hacer sembradíos. La escuela también es presa de esas actitudes: siempre “le cogen con ellos”; la pérdida de cuadernos y libros de los estudiantes que están al día es una constante que preocupa; la pérdida y falsificación de calificaciones de registro y la última modalidad es el asedio de profesores.

La adopción de la miseria como forma de vida en la juventud es manifiesta de forma fehaciente en los cobradores de guaguas, su trato grosero, inhumano y metálico; en el fenómeno televisivo de las megadivas, su disposición a la superficialidad y la supuesta objetividad que de la realidad presentan. Casos bastantes cuestionables, en la asunción de la miseria como forma de vida, son la de los políticos jóvenes que son más falaces que los viejos; aquellos pequeños grupúsculos que ponen su inventiva asesina al servicio de rostros ocultos, incapaces, que doblegan y comprometen en ellos el exterminio físico de individuos que podrían ser provechosos.
































ACTITUD DE LA JUVENTUD QUE PARTICIPA EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

La juventud que participa de forma directa, que trabaja en los medios de comunicación, a pesar de las exigencias intelectuales que este ambiente demanda, y el perfil que de estos debe desprenderse, han mostrado mucha alienación. Salvo excepciones muy concretas, que se pueden focalizar, la moda de la chabacanería, el uso de expresiones volátiles y la moda de dejarse llevar por la corriente de frases “que tanto venden, identifican a un estamento del cual esperamos un papel más crítico.

Locutores radiales y televisivos, presentadores, periodistas jóvenes, al parecer son presos de políticas administrativas y empresariales, que condicionan su accionar a la obtención de los máximos beneficios a través de la explotación al máximo de los deseos escondidos en lo más recóndito de las individualidades. Una capacidad impresionante de moldeamiento caracteriza a estos representantes juveniles. Sus personalidades se diluyen entre chismografía, plasticismo, el fenómeno de las megadivas, el enfocamiento e imitación de individuos con procederes cuestionables.

Da pena y preocupación ver y escuchar a los jóvenes que se desenvuelven en el micrófono, que son seguidos por todos los demás, sin propuestas, solo dispuestos a sacar provecho económico y vivir el inmediatismo que provoca una vida práctica. Ningún tipo de resistencia, cual hoja entre las olas, ir donde el movimiento las lleve. Otros que se preocupen, ellos no van a cambiar el mundo, cuando vinieron ya este estaba así. Esta es la respuesta más común a los cuestionamientos sobre sus faltas de propuestas.

Entre los comentaristas encontramos un reducido grupo que simula criticidad. Todo lo critican y evalúan, se creen ajenos, inmaculados y fuera de las problemáticas que cuestionan. Cual caballos, se ponen dos pedazos de cartones, uno al lado de cada ojo, para evitar ver lo que no quieren. Los comentarios y acusaciones públicas sindican a buena parte de estos críticos despiadados en muchos casos, con la venta de sus plumas y comentarios y de ser anchos de conciencia.

Estos comentaristas representan como las especias en el sancocho político nacional. Por esto, muchos, con malicias, asumen comportamientos públicos poco dignos ante los políticos que nos representan y ante la sociedad. Mientras más parcialidad muestran por uno de los partidos en la justa, mayores son las posibilidades de abrir o acceder a programas televisivos o radiales. Esto frena e impide que otros jóvenes puedan acceder a los medios y se desarrollen.

Al ser su participación tan activa en el sistema de desigualdades, rara vez se les oye criticar las causas que generan estas. Los cuestionamientos afloran solamente cuando la situación ayudada a sostener, se les estruja de forma directa e individual en el rostro. Entonces sí, los malos, los otros…, los delincuentes…, contra los que hay que actuar con manos duras; ellos que con su individualismo y practicismo alimentaron el mal y fueron indolentes cuando afectaba a otros, que esperaban.

Llama la atención los cuestionamientos esporádicos que sobre el pasado reciente hacen. Olvidan que todas las luchas y las consiguientes muertes de jóvenes valiosos fue lo que obligó a Balaguer a ceder en las reivindicaciones nacionales. Hoy que tenemos el derecho de hablar y que no se nos haga caso, perdemos el de la atención médica. La juventud de los medios de comunicación ni se entera, ni les interesa esa situación ya que se ha individualizado tanto, que no siente como parte del pueblo o conglomerado en el cual vive.

El seguimiento y profundización que debe caracterizar al buen informador joven, rara vez lo notamos. Siempre otros son los culpables de esta falta. Lo que si notamos y avergüenza lo más profundo del sentimiento dominicano, es la actitud morbosa de importantizar al incumbente de la embajada norteamericana, con cuestionamientos directos sobre política interna. Complementan esa actitud con lo escurridizos que se portan cuando deben cuestionar a ciertas empresas como Verizon. ¡Sea todo por la visa, por el partido o por los anuncios, tan codiciados!

El sistema de valores nacionales, la familia, el estilo de vida, el patrón sobre el que se fundamentan las interrelaciones personales, son burlados y ridiculizados por aquellos que han cogido la farándula y todo lo que esta trae como estilo de vida. El seguimiento que estos dan a los centros internacionales de la moda, les hace individuos copiones, pocos originales, poco interesados en crecer a partir de su realidad. Como la confusión le beneficia, han hecho de esta un bien económico, la cual se encargan de promover. El culto a la belleza se hace a través de la venta de ideas, supuestamente postmodernas. Valgan los ejemplos de los pantalones talla bajita y el fenómeno de los metro sexuales y su impacto en la sociedad.

La poca seriedad con que buena parte de estos jóvenes trata las informaciones que maneja, les ha hecho perder la confianza y la credibilidad. Salvo la maledicencia, que hoy en día está a borbotones en buena parte de nuestra población, los servicios de los medios y los trabajadores de estos, son utilizados con fines inconfesables y muchos de aquellos son tratados como charlatanes.

Quienes están llamados, aquellos que deben ser los soldados de primera fila en la lucha reivindicativa étnica, son precisamente los más inconformes con los dones que los cruces raciales nos han dado. Es por esto que cada día vemos y oímos de los sacrificios económicos y de salud que las figuras del medio incurren cambiándose nariz, pechos, quitándose arrugas, haciéndose trajes que ofenden por sus altos costos, mientras mucha gente pasa hambre. No hay que hablar de la indelicadeza por el desde y el “tira y jala”, que se genera entre quienes consiguen esos lujos y los que los desean.

A pesar de la defensa, al parecer acérrima a la democracia, en la relación con sus compañeros muestran todo lo contrario. La chismografía, las zancadillas, la creación de fama para acostarse a dormir, van creando camarillas que dificultan el ascenso de talentos a los medios. La mayor parte de las veces, en sus alocuciones, las diferencias las expresan con irrespeto; son implacables, desconsiderados, el más vulgar de los comerciantes. No saben actuar como clase; se viven destruyendo.






EL FRACASO DE LAS INSTITUCIONES FORMADORAS Y MORALIZADORAS CON LA JUVENTUD


Excepto aquellos que están sacando provecho de la situación en que se encuentran las jóvenes generaciones, todos estamos contestes, en que estas atraviesan, o mejor, atravesamos juntos a ellas, serias dificultades. Estas no son casuales, sino más bien producto del invento, improvisación, copia de los estilos de formación y educación de los niños en otros países, implantados en nuestra realidad.

Las serias dificultades que enfrentamos y que se ahondan, con aquellas que deben representar nuestros relevos, vienen aparejadas con el fracaso de la familia, la escuela y las iglesias como instituciones. La descarga en responsabilidades individuales entre los miembros de estas, es lo que ha garantizado que unos pocos malos dominicanos, cultivando las miserias humanas, se están lucrando, sacando provecho líquido a través de ONGs las cuales crean para contrarrestar males fabricados por ellos.

¡Ah la familia! ¿Qué hemos hecho con la familia dominicana? ¿Qué valores queremos que tengan las jóvenes generaciones si la plataforma que debe servir para implantarlos no existe? ¿Qué esperamos de los hijos, si los padres están cada cual en lo suyo? ¿Qué difícil se tornan las relaciones interpersonales en el seno familiar, donde no se respeta nada ni a nadie? ¿Qué esperamos de los hijos, si los padres externan ante estos sus malquerencia y alegrías por las vicisitudes que agobian a sus vecinos?

La situación de la familia y de toda la sociedad se agrava con las intervenciones del gobierno en el seno de esta, con leyes, como son, las de “protección del niño y del adolescente y de la mujer”, copiadas de otras realidades; no pensadas, no ajustadas ni adaptadas a nuestra idiosincrasia. Lejos de modernizarnos, estas y otras, están siendo instrumentos perturbadores, divisorios de la familia. Observe la capacidad de perfidia que ha creado en la mujer y los niños, vea las herramientas ofrecidas al hombre para justificar, aun más, sus irresponsabilidades.

A lo interno de la familia tradicional dominicana también hubo cierto grado de problemas y dificultades. Aun así, la diferencia con los momentos actuales son que la familia era real y funcional, tenía cánones claros y cada uno sabía cual era su rol, contrario a lo que tenemos hoy. La sociedad tenía vigentes redentores naturales que impedían que los individuos la agredieran y pudieran justificar sus acciones. Además de la familia, la educación de la niñez era cuestión de toda la comunidad que corregía, pero no abusaba, daba pela pero no maldecía.

La asunción de un estilo de vida funcional, práctico, libertino, ha traído consigo sus secuelas. Todos y cada uno nos sentimos libres, otros deben; nosotros solo exigimos. Mientras más irresponsables somos, sobre todos los padres con los hijos, más exigentes somos o queremos ser con quienes tienen contacto o trabajan con nuestros hijos. Pintoresca son las madres que ni educan, ni atienden ni asean a sus hijos, mientras estos están “tornando y virando” ni se asoman, más cuando es a sus hijos que les tocan, salen con actitudes de fieras. A propósito de esto, llama la atención la desaparición a paso agigantado del instinto maternal. La mujer ya no quiere amamantar, cuidar, proteger. Diversas excusas se ha inventado; el dinero se ha encargado de solucionar algunas, aunque ha creado otros problemas.

La relación de pareja se convierte en inconsistente. Los lazos afectivos, de solidaridad, de respeto cambian. El matrimonio se convierte en un contrato pura y simplemente económico. Las fluctuaciones que trae la vida en pareja se solucionan en el rompimiento, abandono o la actitud irresponsable o la inercia de uno o todos los miembros de la familia. A pocos les importa cargar con el yugo, sacrificio familiar cuando no ve que se puede sacar algún beneficio económico inmediato.

Desde la óptica de los padres modernos, sus hijos son entes a los cuales se les resuelve todo con la satisfacción de sus necesidades económicas. Darle de comer regularmente, comprarle ropas, mandarles a la escuela, eso es suficiente para hacerle felices. La obtención personal, la parte humana, la implantación de valores morales, patrióticos, familiares, eso está mandado a guardar. La calle y la televisión, fundamentalmente, son los que trazan las pautas en lo que a humano se refiere.

La escuela, con el cambio del estilo de vida, sin proponérselo, ha tenido que cambiar. Ya no es el lugar al que se va a buscar el pan de la enseñanza, de la instrucción, eso paso al olvido. Ahora por imitación la han convertido en jardín para cuidar a niños desamparados por sus padres. Es un lugar del cual se espera mucho, pero se le maltrata otro tanto y se le apoya muy poco. Este es el lugar donde vienen a manifestarse todos los problemas, miserias y dificultades que se suscitan a lo interno del individuo joven, de la familia, del barrio y de la sociedad.

También la escuela está en crisis. Igual ella es culpable de ser incapaz por no contribuir a instruir y formar jóvenes fuertes intelectual y moralmente. ¡Cuantas justificaciones! ¡Cuantos exámenes! ¡Cuanta permisividad! ¿Tendrá esto don de ser? ¿Justifican los egresados de hoy, el tremendo sacrificio que en dinero, infraestructura, tiempo y esfuerzo se hace en ellos? ¿Habrá alguna solución a la grave crisis que la absorbe y que se ahonda? ¿Tiene la escuela alguna respuesta a la apatía que tiene el alumnado por el conocimiento? ¿Se pondrá freno al derrotero que trae el barrio y todos sus males a la escuela y se cambiará la dirección de que sea la escuela que vaya al barrio?

No podemos esperar menos. Cada alumno da exactamente lo que tiene. Donde hay familia o esta está disgregada y quienes crían son la televisión y la calle con dolor debemos admitir: irrespeto, robo, proclividad al engaño y la mentira, incapacidad para valorar y superarse de parte del alumnado, un desastre de escuela a pesar de la tecnología, un presente peligroso para todo y un futuro incierto. Los educando han desarrollado una criticidad que les hace estar más pendiente de los errores de otros, para justificar los propios, que en el aprendizaje.

Para evitar pasar de la crisis generalizada del sistema educativo al colapso de este, hemos de tomar muchas medidas. Si reconocemos que el sistema no está compensando la inversión, hemos de proponer o exigir el acercamiento o sujeción de la escuela a las necesidades que como nación o país tenemos, evitando confusiones con las necesidades o intereses grupales o particulares. Sería bueno detectar y ponerle coto a las causas que impiden su normal desenvolvimiento, la abulia y la existencia de tantos vividores a lo interno del sistema. No caería mal el compromiso de cada centro escolar y todo su personal con la comunidad en el cual se encuentra.

La familia dominicana está, en sentido general, desecha, donde un por ciento altísimo del alumnado vive solo, con su madre, con su padre, con un familiar o en casa de un pariente. La escuela presenta dificultades como la de permitir que muchos de sus egresados y cursantes, aprueben sin tener los conocimientos mínimos, e incluso a pesar de asistir día tras día, no sepan leer, escribir o no estén completamente alfabetizados. También las iglesias tradicionales a pesar de un notorio crecimiento de la denominación evangélica, han fracasado en su labor evangelizadora y humanizante.

En un mundo post-moderno, de derecho, democrático, individualista, hemos visto como la soledad, en el tumulto, se adueña de nuestra vida. Las iglesias no han ofrecido solución a este problema. Lejos de eso, algunas actividades y ritos que, en el caso de la iglesia católica, se realizaban y que unían e importantizaban la familia, al parecer desaparecieron o no están surtiendo el efecto unificador. La denominación evangélica, con su negación en aceptar que son del mundo y que deben trabajar para ganar el cielo, han hecho un flaco servicio. Se pintan como comunidad sana, pero, el individualismo, constante expiación de los errores ajenos y la adopción de vida parasitaria, hacen que el trabajo con la juventud sea poco efectivo. Muchos se acercan en los momentos más difíciles, pero pocos perduran.

Habrá que ver, si es por maldad o simplemente por dejarse llevar que una parte significativa de la iglesia católica se ha subido a los rieles de vivir del cuento. La coordinación del mal llamado “diálogo nacional” y lo que este ha significado y envuelve el financiamiento de muchas actividades con fondos internacionales, la creación de suficiente ONGs, que aunque resuelven algunos problemas, han traído la materialización y el descreimiento en estos sectores de la iglesia. Los evangélicos con sus tantas iglesias o “cuchitriles aglomerados en diferentes sectores” y su tirantez hacia todo y entre ellos, no les alcanza el tiempo y al parecer, no les importa el futuro de los jóvenes.

Las enseñanzas de Jesús les están quedando grandes a buena parte de los cristianos de hoy. Sus intereses individuales crean una nublazón entre estos y la expansión de la doctrina cristiana. Mas que preocupación por la expansión del amor y todos los valores del cristianismo, la defensa de los derechos individuales, que no son más que la imposición de las minorías que desde la oscuridad siempre han operado contra la sociedad, hacen designios de las relaciones interpersonales tortuosas. Al ver la actitud poco comprometida de los que dirigen la iglesia, sus miserias, vienen alejando a la juventud, la capacidad y la posibilidad. Coronan el fracaso de las iglesias con la juventud, la capacidad y la posibilidad de desestabilización que han adquirido los sectores enemigos de los cimientos sobre los que se fundamenta la sociedad.

Las acciones sin o con poca ética se convierten en las normas entre la juventud. A pesar de que esto es evidente y que las iglesias lo conocen, el interés en el rescate o la mantención de la juventud en el redil cada vez se aleja más. La perdición y el descarriamiento disfrazados de naciones o bandas juveniles, falta de credibilidad, a través de la televisión y la radio, y las calles que explotan al máximo los sentimientos más bajo del ser humano, poniéndole como carnada a las puertas de la sexualidad y el goce de los sentimientos individuales, las iglesias no han podido o han puesto poco empeño en el aprovechamiento de las cualidades que hacen del joven, hombre-humano-social-cristiano. Parecería, en muchos casos, que estas instituciones moralizadoras son agentes de desenfreno, promotoras del odio y el individualismo en el seno familiar; sus predicas así lo dejan ver. Cada cual debe salvarse individualmente; alcanzar el reino de los cielos. El hermano que se salve él, si quiere.

La democratización de la educación, la informal; el plan decenal de educación; las leyes de defensa de la mujer y la niñez; la imposición de aprobar en el primer año de la educación a todos los educandos, aun si no están alfabetizados; la imposición de una calificación mínima muy cercana a la mínima para aprobar; otras tantas presiones y justificaciones para premiar la falta de estudio; el poco adiestramiento de orientadores y psicólogos, garantizan el anquilosamiento de las jóvenes generaciones y el país, dan sus resultados. Pocos logros del sistema educativo podemos mostrar. Si aparecen algunos y… estudiantes, debemos ver los esfuerzos particulares de padres o tutores que tienen detrás. El resto, la mayoría son personas que van a las escuelas a no se sabe que…

Al parecer, los únicos que han hecho un trabajo loable, en el sistema educativo, son los orientadores y psicólogos. Las escuelas se están cayendo moral e intelectualmente y la mayoría de estos ni se entera. La perversidad, la prostitución, la cleptomanía, el irrespeto generalizado, se adueñan de las aulas y “hay que referirse a ellos”, casos particulares, los cuales casi siempre, son tratados con paño tibio. La comprensión y conmiseración se adueñan de los profesionales de la conducta al abordar las dificultades y entienden: aquellos no pueden estudiar, porque en sus casas hay bulla, tienen problemas familiares, son pobres, sus padres son divorciados, viven en barrios, etc. Casi siempre olvidan recordarle al estudiantado su parte de culpa y responsabilidad en la situación que viven. Al parecer, no les señalan que del esfuerzo y el estudio de hoy, dependerá la mejoría deseada del mañana.

La conmiseración expresada por orientadores y psicólogos con la juventud es digna del arrinconamiento y enclaustramiento en que en las escuelas y la sociedad tienen sus centros de operaciones. Todas las dificultades de las casas, los barrios, van a parar a las escuelas. De estas, solo una mínima parte llegan a conocimiento o a los departamentos de orientación de los centros educativos. De igual forma, la sociedad conoce pocas respuestas de aquellos psicólogos que tienen sus consultorios independientes, a la rebeldía, el continuo asesinato entre jóvenes y contra ellos, el influjo de la delincuencia y las bandas juveniles, las actitudes a tomar ante la inexistencia de la familia y otros problemas. Igual que buena parte de los que se dedican a profesiones liberales, se han acomodado y aunque hacen creer otras cosas solo les importa su situación inmediata.

A pesar de las habilidades que los mozuelos de hoy han desarrollado, es difícil creer que puedan engañar a estos moldeadores de conductas. Hay responsabilidades que son compartidas y que la vida en sociedad a cada cual le asigna una parte. Igual que el padre, el hijo; igual que el maestro, el alumno; igual que el gobernante, el gobernado, tienen roles que compartir y cumplir. La observación de los fallos de una parte, no justifica las malas acciones de la otra como se han querido imponer en los últimos tiempos. No es posible que se justifique que, por el hecho de que un barrio tiene cierta cantidad de delincuentes juveniles, toda la juventud de allí se considere o juzgue como tal. La moneda tiene dos caras y cada una tiene una función. Lejos de reforzar las acechanzas de una de estas caras, descuidando sus funciones, las leyes, quienes la aplican, los psicólogos y orientadores, deberían velar por hacer menos conflictiva las relaciones entre los polos.

Son frustrantes muchas situaciones que tienen que vivir padres, tutores y maestros. Al llevar a sus hijos a profesionales de la conducta, descubren que son los únicos culpables de situaciones que no imaginaban. Al no ser comprensivos, al querer que sus hijos sean como o mejores que ellos, al entender que son otros tiempos, al no darle la libertad y la confianza, les estrujan culpabilidad. Los fallos de los mayores, según estos, asignan el camino malo a sus hijos. Expresan mucha iniquidad al trato del joven como descerebrado, no pensante y de fácil manejo, cuando en los propios seno familiares descubren que no es así, se encuentran situaciones que no pueden controlar. La sociedad está en crisis…

No salimos aún de los efectos del soponcio colectivo y la sociedad descubre que es objeto de las leyes de cárcel. Encabezado por la cárcel de “La Victoria”; el espíritu que infundió la “Revista sucesos”; las muertes extrajudiciales o intercambio de disparos, expresión o manifestación del sector más bajo y oscuro de la policía y las ideas delincuenciales importadas de Puerto Rico y Nueva Cork, han confundido en un cokctail que mientras sólo afectó a los barrios populares, no tuvo importancia. Hoy, como hiedra maligna, se extiende por doquier. Jóvenes hijos de pobres y ricos, son objetos de esta sub-cultura avasallante que se impone, que tiraniza y que hace muy pocos aportes.

Más que temor, la cárcel de “La Victoria”, se convirtió en un refugio y centro de acogida para los jóvenes más inquietos y sus familiares, de los barrios más pobres. El flujo de informaciones a través de las visitas de familiares y amigos, la recepción casi regular de comida y dinero y un ambiente de camaradería, precipitó a muchos después de cumplir sus penas a hacer lo posible por volver. De allí nace esa camaradería que importada y como escudo para defender los grupos contrapuesto se llaman “naciones”.

Lejos de servir como centros de reeducación, las cárceles dominicanas son cementerios de hombres vivos, para los hombres y mujeres que han errado. Para los que han hecho de su modus vivendi la delincuencia, simplemente, son centros de especialización en los métodos más sofisticados para ofender a la sociedad. Para muchos abogados y policías, la cartera para la redistribución de parte de las riquezas o recursos que mueven los presidiarios y en parte sus familias.

Esta sub-cultura de cárcel sobrepasó los linderos del encierro y se ha enriquecido con las miserias que cultiva la sociedad. Además, mata y se adueña del espíritu de grandeza y nobleza de la juventud. A esta les hace esperar y exigir en libertad, como en el encierro, bienes que no han trabajado; les hace manejadores expertos de las groserías del lenguaje, como imposición de sus personalidades y estima; les permite sustituir el amor por la justicia, y el odio, por el abuso, por sus intereses de seguridad personal e inmediata; sustituyen la verdad y el esfuerzo por la manipulación y el engaño; cambian la armonía y la familia por la chabacanería y los goces licenciosos; sustituyen el placer de conseguir bienes con el sudor de sus frentes por conseguirlos plagiados.

No son pocas las familias que muestran gran satisfacción por el estrecho lazo que se establece entre uno de sus deudos y cierta cárcel. La felicidad la expresan en grandes bacanales luego de venir de visita de esos lugares y compartir con el barrio las condiciones en que está su pariente y otros jóvenes de la comunidad. Mucha cerveza, ron, música, bullicio y acercamiento entre los parroquianos, caracterizan esas actividades informales. De esta forma se establecen lazos muy fuertes entre las diferentes comunidades y los diferentes centros de reclusión que tenemos.

El folclorismo creado por la penetración de la sub-cultura de cárcel ha llegado al seno familiar. No son pocos los padres que resuelven su vida económicamente de forma abierta y descarada con las tropelías que hacen sus hijos. No son pocas las madres y padres que justifican, tapan y actúan de forma truhanesca defendiendo a sus hijos a sabiendas que estos dañan a la sociedad. Esta ha llegado a un punto en que, al parecer, le importa a muy poco. Cualquiera se cree con derecho a dañarla y si aparece un samaritano que la defiende, les mandan a callar o lo califican de iluso.







































EL DERRUMBE DEL MURO DE BERLIN Y SU INFLUJO SOBRE LA JUVENTUD DOMINICANA

El derrumbe del muro divisorio de Berlín trajo consigo sus consecuencias. Las manifestaciones de estas en la juventud latinoamericana no se hicieron esperar. Buena parte de esa juventud que encontraba su apoyo en la existencia del bloque soviético, al parecer este, se ha descarriado, ha perdido su rumbo, fin de vida, su utopía. Es así como en países donde las contradicciones fueron tan cruentas como en Guatemala, el Salvador y Nicaragua, que la guerra fue el instrumento utilizado para establecer las verdades que profanaban tanto los EEUU como la URSS. Al desaparecer este instrumento y demostrarse la ineficacia de la verdad norteamericana, la juventud, buena parte huérfana, analfabeta, sola, presa de las drogas lanzada a lo más cruel de la miseria, empezó a actuar en contra de ella misma y de los intereses de los que defienden el estilo de vida norteamericano. La delincuencia en sus diferentes vertientes es el principal motor que empuja esta lucha.

Como forma de corromper todo y utilizando los organismos internacionales, se ha impuesto a casi todos los países latinoamericanos códigos de la mujer, de la niñez e incluso procesal penal, similares al de los EEUU,, desconociendo o echando a un lado las necesidades, realidades, historia, idiosincrasia de estos pueblos. De esta forma hemos visto deteriorar la inter-relacion y aumenta de forma significativa la delincuencia en México, Venezuela, brasil, Panamá, Colombia y otros donde existen “escuelas delincuenciales bien estructuradas”, que tienen ramificaciones en otros países.

El peligro que representa la delincuencia para los sectores enquistados en el poder es enfrentado con paliativos y excusas risibles. La preparación de cuerpos élites policiales y militares de jóvenes, para cazar, aniquilar a los delincuentes, ha sido la constante, como ocurre en El Salvador. En ningún momento hemos visto propuestas que ataquen las raíces del serio problema que representan los atracos, riñas entres pandillas, amenazas que son el diario vivír de grandes ciudades latinoamericanas, donde se dan cifras record de inseguridad ciudadana y buena parte de la población tiene que emigrar.

Las cárceles y las autoridades norteamericanas, más la falta de política práctica nuestra, aumentan la sofisticación de la delincuencia de nuestros países. En las calles de Nueva York y otras grandes urbes estadounidenses se forman individuos en las más sofisticadas y modernas artes del robo, el engaño, la manipulación, la venta, el consumo y la manipulación de estupefacientes. Al caer en las cárceles de allí los jóvenes latinoamericanos, junto a delincuentes de alto calibre, aprenden técnicas organizativas secretas que importan a sus respetivos países. En su política de limpieza los EEUU deportan a cientos de miles de estos jóvenes que en sus respectivos países, sin mucho esfuerzo, han constituido las mencionadas “naciones o gangas”.

Como país no hemos sido la excepción. Cientos de miles de nuestros conciudadanos han llegados y llegan con “paroles” o simplemente deportados. Muchos, al verse sin posibilidades o con estas mínimas para la subsistencia, reinciden y desde las cárceles y las calles dominicanas con otros jóvenes descarriados familiarmente, apoyado por un código del menor permisivo y un código procesal penal ajustado a vividores de la desgracia, nos convierten en un país inseguro y explosivo por las posibles reacciones de la gente.

La seguridad que ha significado para los sectores de poder de los diferentes países de América Latina y los EEUU las caídas del muro de Berlín y del bloque soviético, se ha manifestado en una desatención a la juventud. Se ha soltado a la juventud a su libre albedrío, la han enviado a crearse su propio mundo, a ridiculizarse, negando su identidad, características físicas y sexuales; a poner sus caprichos por encima de visiones ya creadas y aceptadas. Además de negarle el derecho a aspiraciones sociales, poco a poco, bajo la supuesta democracia, se les niega el derecho a pensar que quiere.

Desde las necesidades más elementales, como son el derecho a comer, hasta que y como vestir, son manipulados por elementos contranatura así como por la publicidad. La televisión y otros medios visuales de comunicación, amparados en la libertad de comunicación y mercado, exacerban la vista y los gustos de todos los consumidores, sobre todo de los jóvenes. En nuestro país, no son raros los mozalbetes dispuestos a lo que sea con tal de tener, o el último tenis, el celular más costoso, la gorra y los pantalones que están bateando, darse la jevita más buena o asistir al colmadón o la discoteca donde hacen los “coros más pesao”.

Hemos alimentado demasiado, hemos permitido un grado excesivo de delincuencia y criminalidad que van más allá de nuestras posibilidades de control. Sin dejar de reconocer la incidencia de aquellos elementos negativos que vienen de otros lugares, no podemos encubrir las causas políticas, económicas, sociales familiares, etc.,. que aquí dentro las generan. Las soluciones que han pasado a implementar para contrarrestar la violencia perpetrada por la juventud, ninguna aún apunta a atacar las raíces del mal. ¿Cuántas empresas han visto aumentar sus capitales comprando cobre y hierro de tapas robadas de las calles por viciosos? ¿Cuántos políticos no han pagado y utilizado servicios de masas delincuenciales, como fuerza de choque, contra sus adversarios? ¿Cuántas madres y familias, no han hecho de la violencia de sus hijos en las calle, provocando accidentes, engañando, robando, atracando, dedicado a la venta y distribución de estupefacientes, su principal o única fuente de ingreso familiar?

Como experiencia bien desagradable tenemos que los procedimientos utilizados por nuestras autoridades competentes de frenar la delincuencia y la violencia, lejos de establecer la diferencia con esta, muchas veces la asemeja y otras le presta. No es raro, al menos en los barrios marginados, ver como matones policías, acribillan en las calles o penetran a casas de jóvenes delincuentes y a pasar de estar indefensos y sometidos. Por igual, ilustran los asaltos de policías en el cumplimiento de su deber, a individuos que se desplazan por las calles, a pies, con motocicletas y sin luces. Aún la muerte de muchos inocentes policías y ciudadanos por la reacción de quien es interceptado, no ha hecho pensar a los que establecen estos procedimientos. En vez de rectificaciones se incorporan nuevos procedimientos que ilustran situaciones que nos son ajenas.

La ridiculización por parte de las clases dirigenciales de la idea de luchar por un país más justo les ha llevado además de la desatención de las instituciones, a una voracidad de los recursos que genera el Estado. La familia, la escuela y las tradiciones son desatendidas y en muchos casos atacados en sus simientes. Las calles y las cárceles, poco a poco, van trazando las pautas sobre cual debe ser el comportamiento a seguir antes, las diversas dificultades que el diario vivir presenta. El gran flujo de información característico de esta época casi no es notorio en el manejo de la juventud. El interés por la adquisición de riqueza rápida y fácil, en los más conservadores despierta el amor por el béisbol y la bachata, en los más arriesgados y atrevidos, el interés y la disposición “por lo que sea”: irse al exterior como sea y arriesgar la faja o ponerse en asechanza y quitarle al que tiene.
















































EL USO DE LA DEMAGOGIA EN LA VIDA JUVENIL


La culminación de la Guerra Fría y sus secuelas: la imposición de las ideas de los ganadores de esta y el aplastamiento, ridiculización y desconocimiento de las utopías, sueños y deseos de los que aspiraban a una sociedad más justa, desconciertan a la juventud. Nos han impuesto una economía llamada de mercado, que despersonifica al individuo y lo convierte en simples consumidores. Igual que ha pasado en otros países, a nuestros jóvenes lo han lanzado a aspirar tener vida de príncipes y de grandes artistas.

La publicidad y la propaganda se encargan de arrear a la juventud sobre qué desear qué comer, qué vestir, cómo divertirse, qué estudiar, qué gusto tener, a quién querer. Por igual de expresarse, que esa es la democracia: tener derecho a no pensar y dejarle a individuos contranatura, de comportamiento dudoso, irresponsable e individualista, vividores de la miseria humana, trillar los senderos que debemos seguir. No en todos los casos los jóvenes son inocentes y fáciles de manejar. Buena parte son conocedores de la manipulación a la cual son sometidos. La explotación de la figura femenina es el arma más letal que poseen los publicistas y propagandistas para esa resistencia. La mujer, hoy más que nunca, se ha convertido en un instrumento de explotación a través del cual se manipula a un tercero.

La mentira, la demagogia y el figureo aplastan todo tipo de asomo de esperanza en las instituciones y en el Estado. En todos los actos y planes, que los partidos formulan y realizan, la juventud es utilizada como conejillo de India. Las elecciones, las distintas reformas, el mal llamado plan decenal, la creación de superintendencias y la figura del diálogo nacional, que con un llamado a discusión, ante una crisis, todo lo resuelve, cierran todas posibilidades de serias discusiones de los problemas que nos afectan. La adquisición de recursos inmediatos es la mayor y la más atractiva trampa que obnubila a la juventud y la hace actuar contra sí misma.

La interacción entre los jóvenes se ha visto seriamente afectada por la capacidad que estos adquieren para desconocer reglas de juego o engañarse mutuamente. Toda la falta de orientación, educación, descuido irresponsabilidad y malicia imperante en las casas dominicanas, se manifiestan en el trato que tienen nuestros muchachos. Penosas son las situaciones que se suceden entre mozalbetes donde las exigencias particulares que cada cual hace se la niega a sus compañeros. La falta de cohesión de nuestra juventud en torno a ciertos principios, valores o ideas, nos daña y oscurece el futuro.

La imposición de la idea en la sociedad de “el que nada tiene nada vale”, ha empujado a la juventud a querer tener dinero y recursos por encima de cualquier cosa. Esto se ha sumado a los innumerables factores que impiden el interés por el esfuerzo y el conocimiento y por tanto de la situación en que se encuentra el sistema educativo. El empuje hacia el uso y el tráfico de sustancia psicotrópicas como medio de obtención rápida de recursos se ha generalizado. Otras formas de hacerse ricos, muy vendida entre la juventud y que les crea sus dificultades, por las exigencias de disciplina, son la dedicación a bachateros y peloteros.

La capacidad de hacerse las victimas es otra cualidad muy bien manejada por la juventud. Siempre son otros los culpables, cuando tienen que rendir cuenta por las faltas cometidas. Cualquier exigencia que se le hace es considerada abusiva y da motivo para que creen individualmente crisis: no les comprenden, son unos desgraciados, deben morirse. El parasitismo ha alcanzado tales niveles que muchos se ufanan de sus lindos y grandes cuerpos, de que se despiertan al mediodía y consideran el trabajo como una enfermedad.














































EL PROCESO PRODUCTIVO Y LA JUVENTUD

Cambiamos de una economía que se sustentaba fundamentalmente de la agricultura a otra que se sustenta de los recursos provenientes del turismo, las remesas y las zonas francas. No nos preparamos. Sobre todo el recurso humano, la fuerza que se debió programar para motorizar el buen desenvolvimiento de la economía adoptada se obvió. Cerrados los principales centros productivos y minimizados el rol de la agricultura se lanza a la juventud por el “Canal de la Mona” a buscarse y construirse su sueño fuera del terruño natal. Venezuela primero, luego estados Unidos vía Puerto Rico y diferentes países europeos, crearon sedes y prácticamente vaciaron a pequeñas comunidades de individuos de edades productivas.

Integrados en los diferentes países en los que se encuentran, en diferentes quehaceres y pendiente de sus deudos en el país, comienzan a mandar ropas y dinero que mejoran el nivel de vida de los que nos encontramos aquí. Con padres en el exterior y crianza de abuelos o parientes, crece una generación que solo sabe exigir, pedir y descansar. Los buenos tenis, pantalones, gorras, que se intercambian y el dinerito que debe aparecer “como sea” para la discoteca, el colmadón o la cabaña, llenan el pobre espíritu de los hijos de esos héroes que sostienen la economía nacional. A pesar del conocimiento y la clara visión de la magnitud del problema por parte de las autoridades estas no toman ninguna medida para contrarrestarla.

No ha existido ninguna política estatal, por ninguno de los gobiernos para preparar a la juventud para su integración a la industria sin chimenea. Los jóvenes que se han integrado a esta, lo han hecho a modus propio. El inglés de muelles, la habilidad y la necesidad son los motores que principalmente impulsan el acercamiento de los jóvenes a las playas y hoteles. Las carreras de turismos e idiomas en las universidades, son tan caras que lejos de motivar, alejan a los interesados. “Los saltimbanquis”, las prostitutas, venduteros de todo tipo se servicios, satisfacen las necesidades de turistas que muchas veces no son tan sanos, que traen más perversidad que bien.

Los campos, como centros de producción, han sido abandonados por la juventud. La compra de un motor y la dedicación al “motoconcho”, sustituyen la atención del conuco de aquellos que no emigraron al exterior o a los cinturones de miseria de las grandes urbes. Mientras los jóvenes nuestros están en las esquinas maquinando todo tipo de cosa esperando a que aparezca un pasajero, los campos son desyerbados, sembrados, cultivados y cosechados por manos de obra haitiana. Los pocos jóvenes dominicanos que dan valor a sus predios, después de hacer grandes gastos en insumos y otros, son timados por los intermediarios, quienes compran sus productos muy por debajo del costo de producción y los venden en las ciudades a precios exorbitantes.

En su afán de política neo-liberal el gobierno del PLD en el período 1996-2000 vendió la mayor parte de las empresas del Estado. Con esto aumentó enormemente el desempleo y la miseria sobretodo en los lugares donde los ingeniosos eran las únicas empresas que ofrecían fuente de trabajo y recursos líquidos a los padres de familia. Los habitantes de los bateyes fueron lanzados a su suerte. Ningún interés en las élites de poder motivó suspicacia por la suerte de esos también hijos de esta tierra. El ser humano no se deja morir fácilmente y vaya usted a ver a que se dedicaron todas esas familias para sobrevivir.

La zona franca es de la modalidad que sustituye el modelo económico que teníamos. En diferentes partes del territorio nacional se construyeron diversos parques industriales, que ofrecen enormes facilidades para la instalación de todo tipo de empresas. Estas, con pagos directos muy bajos semanales usufructúan fuerza productiva de jóvenes desesperados. Los maltratos más increíbles se suceden en estos parques. Los despidos y el control para evitar la sindicalización están a la hora del día. Se conocen presiones para manipular el precio de la moneda estadounidense por parte de agentes de este sector.

Las empresas privadas que se dedican a los servicios y que emplean jóvenes han hecho de éstos, individuos insensibles para todo, especialmente para con sus iguales. Obsérvese el desamor y la falta de humanidad con que los jóvenes que trabajan en tiendas, bancos y ferretería, tratan a los clientes. Las actitudes de estos son dignas de los más despiadados capitalistas. Probablemente las exigencias de andar con ropas, vehículos y otros accesorios que forzan el bolsillo, les hace actuar como desarraigados.

La industria de la construcción, a pesar de que ha tenido altibajos, no ha contado con la participación muy activa de la juventud dominicana. Quienes si están en primera fila, como ayudantes, picadores de zanjas, albañiles y ya como finos maestros, son los nacionales haitianos. Al parecer lo duro del trabajo, la remuneración pobre y el gran esfuerzo que esta exige, ahuyenta a los jóvenes dominicanos; recordemos que estos no quieren “coger luchas”. Una minoría sí participa y se queja de los abusos de las grandes compañías que quieren el trabajo y pagan miseria que no les alcanza ni para comer.

Un mercado informal para la fuerza productiva joven ocupa una importante proporción de estos en los talleres de ebanistería, las ventas informales, en los mercados haciendo cualquier tipo de cosas; en los restaurantes, hoteles, colmadones, licorerías, bombas de expendio de combustible, etc. Probablemente este es uno de los renglones más importantes por la cantidad de jóvenes que agrupa. La inseguridad y lo poco constante que manifiesta a quíenes están en esta, les cataloga como cuasi-desempleados.

El sector transporte ofrece un gran soporte a la juventud. A todos niveles encontramos mozalbetes y los no tan jóvenes. Desde guaguas de la OMSA, chóferes de carros públicos, taxistas, cobradores, controladores de rutas, motoconchistas, en el transporte dominicano, la mayoría son jóvenes. Por las características de este sector y su sensibilidad, los gobiernos deberían ponerle más atención. Este es uno de los principales termómetro que tiene esta sociedad. Por aquí se podrían suscitar serios inconvenientes y se resolverían conflictos particulares no convenientes.

Particular atención merece el “motoconcho”. Esta modalidad, tan nuestra, más que bien nos está causando mucho mal. La mayor parte de los jóvenes de los campos y los barrios para no “coger lucha”, entre sus aspiraciones principales está la de comprarse un motor y dedicarse al “motoconcho”. Hoy en la entrada de todos los barrios y comunidades del interior vemos enorme cantidades de jóvenes conversando todo tipo de maquinaciones, mientras aparece un pasajero. Bien ese tiempo podría utilizarse en los estudios, en un trabajo manual, en la elaboración de algún plan desarrollista para sus comunidades o en labrar la tierra.

Otro grupo importante se congrega en los institutos castrenses y la policía. Desde esta última y por política errada y poco pensada, es que se ha violado la sensibilización de la población hacia las muertes violentas. La utilización de jóvenes de estas instituciones en las muertes extrajudiciales o “intercambios de disparos” en los barrios de la capital y ciudades del interior y campos, tienen consecuencias no pensadas por los manejadores de esta política: la desaparición del asombro ante esta barbaridad, la asimilación de la mentira y la capacidad de la población de callar.













































HUIDAS
( Viajes ilegales, drogas, delincuencia.)

La situación de violencia que arropa a la sociedad dominicana y que tiene como principales actores a las jóvenes generaciones no es casual. Esta se gesta en el entrelazamiento de varios factores que se mezclan. Entre las principales, podemos nombrar: el debilitamiento y en muchos casos la desaparición de la familia; la desaparición de una utopía de vida de la juventud o no inclusión de esta en el estilo que las clases dominantes se han propuesto; la exhibición excesiva de bienes materiales por personas que no lo justifican; el valor que la sociedad da al individuo con bienes materiales, sin importarle la procedencia de estos; la aparición de los primeros negocios de la droga como medio de enriquecimiento rápido en competición con la política; la adicción de los elementos más vulnerables de los barrios; la aparición u organización de la delincuencia organizada en otras naciones; el calco en esta sociedad de los códigos del menor, la mujer y código procesal penal; las muertes extrajudiciales; el fracaso del sistema educativo, entre otros.

Cada uno de los factores más arriba mencionados es un detonante particular. Justo estamos viviendo la situación creada. Los viajes ilegales, son una de las manifestaciones expresas de la desatención a que hemos sometidos a los jóvenes. Aunque no todos, buena parte de esos que se lanzan en yola al Canal de la Mona, están dispuestos a lo que sea por mejorar su situación económica. Vender droga, matar, atracar y otros, están en lo que sea. La opulencia que muestran muchos que utilizaron esa vía y volvieron no les da temor a equivocarse.

La respuesta de la juventud al acorralamiento a que ha sido sometida, son diversas. Todas son intentos de huidas, a la progresiva falta de derecho que se esconde en nuestra mal llamada democracia. El anquilosamiento a que son sometidas las personas que estudiaron, les hace renegar y burlarse del camino del conocimiento. Las necesidades inmediatas de ropa, comida, techo y diversión y la imposibilidad de solución de estas por vías morales y legales aceptables, lleva a muchos a la sombra de la delincuencia. Otros, llamados a contrarrestar esta última, al estar casi en la misma situación de quienes deben frenar, en muchos casos les utilizan para resolver individualmente sus problemas.

La estrechez económica de muchas familias, ligado a la irresponsabilidad o gozadera de muchos padres lanza a la calles a muchos niños. Allí se han hecho jóvenes. La crueldad de una sociedad individualista les exige lo que no les da. Probablemente los más despiadados con estos hijos de las calles son esos jóvenes que aunque no tienen la atención de sus padres, si tienen techo, comida, escuelas, dinero; aun así, son casi siempre los más resentidos. Sería interesante establecer un paralelo entre cual de estos individuos sería más aprovechable para la sociedad, el que todo lo exige o el que demanda lo básico para vivir.

El auge de las mencionadas naciones, es otra de las vía de salida que encuentra nuestra juventud. Al parecer esto obedece a la necesidad de identificación, defensa, protección, diversión, organización territorial que tiene la juventud para la distribución y venta de drogas en los diferentes barrios. La aparición de estas agrupaciones significa que la policía ya no tiene la exclusividad en la represión en los barrios. Estas bandas infunden terror, ponen su orden, distribuyen los recursos obtenidos entre sus integrantes, y matan, en sus territorios. Estas tratan de organizar la ratería y la venta de drogas. La sed de recursos de estos grupos, en algunos sectores, amenaza la desaparición de los negocios de expendio y sume en la inopia, por los desalojos que hacen, a muchas familias.

La insidia que persigue a la juventud, procede de todo los lugares. El primero es el gobierno que sin política estatal definida realiza aparatosos operativos, anuncia disposición-solución de problemas latentes y a los pocos día olvida y agrava la situación. La salida o respuesta de los afectados es la burla y la pérdida de credibilidad en los gobernantes. Todos los partidos desde la oposición vociferan soluciones, más, cuando están en el poder al parecer algo les hace olvidar su palabrería. Talvez por eso, las diferentes actividades de los partidos, deben ser remuneradas inmediatamente.

La mentalidad egoísta e individualista que caracteriza al empresariado y la vista gorda de los gobiernos, cuando prefieren emplear a haitianos, sobre todo en la industria de la construcción y el agro, ha desatado una respuesta de desentendimiento para con los que son estos trabajos pesados. La actitud de las madres modernas, que “viven su vida” y solo dan a sus hijos “tiempo de calidad”, está haciendo de sus hijos verdaderos monstruos, individuos muy difíciles de controlar y controlarse; problemas de los cuales se enteran cuando las situaciones por ellas creadas son tan grave que requieren serías ayudas.

La desautorización que constante y mutuamente se hacen los padres, situación que se ha convertido en normal, es aprovechada por los hijos, para no considerar ni respeta a nadie. Cuando los padres viven juntos, los mayores conflictos familiares en el pulseo por demostrar quien tiene más poder en el seno familiar, se escenifican en torno a los permisos y descalificación del padre o la madre. Como cada vez disminuye la cantidad de padres juntos, la preocupación por esto no debe ser la mayor.

La soledad que significa el quedarse en las casas mientras los padres no están, es lo que hace llevadero, no agradable, el ir a la escuela. Buena proporción de los escolares que asisten a las escuelas no lo hace en busca de conocimiento o porque le resulte agradable o interesante, más que nada va detrás del ambiente que le proporcionan los compañeritos en los pasillos y las aulas. Observe que para los padres en las escuelas de hoy, según les dicen sus hijos, nunca dejan tareas. Los profesores tienen que ponerse bien fuerte para conseguir que una proporción considerable de los cursos haga las tareas regulares.

La promiscuidad y la prostitución en las escuelas están a la orden del día. Los adolescentes del momento saben y están claro de los placeres que ofrece y se obtiene del cuerpo. Por esto, lo utilizan. Entre ellos, en los diferentes encuentros y fiestas y en muchos casos, en la ya extendida práctica de buscarse “viejos parao”, de las jovencitas, hay sexo. Muchas veces las madres conocen las situaciones pero…el dinero, los celulares caros, ropas de marcas que entran a hurtadillas no se pueden investigar mucho.

La ociosidad, fruto de la irresponsabilidad de padre, la actitud perversa de otros, la no respuesta de las diferentes denominaciones religiosas y los gobiernos, es la que más estrago ha causado en las jóvenes generaciones. Imagínese todo el tiempo que poseen estos para manipular ideas locas que les llegan a la cabeza. Pensemos todo el tiempo que se requiere para ubicar a una persona para robarle o hacerle daño. Se necesita mucho tiempo.

La falta continua de electricidad en los barrios, más la ausencia de la supervisión de los padres y en muchos casos la complicidad de las autoridades, ofrece el escenario perfecto para delinquir. Reunirse luego a contar sus tropelías y velar porque después sean más riesgosas, es una de las fajas que en el barrio los muchachos se juegan. Hacer alarde de ser un “montro” crea respeto y éste hay que ganárselo haciendo ver a los otros que sí es arrojado, valiente e inteligente. “Las gevitas” llueven por estos individuos.









































FRASES QUE IDENTIFICAN A LA JUVENTUD ACTUAL



· “Voy a buscarme lo mío”.
· “Yo no cojo lucha”.
· “Trabajo pa’ lo mío”.
· “No me voy a matar por nadie”.
· “No me hable de coro, háblame del efe”…
· “Yo busco lo mío”.
· “No creo en nadie”.
· “No cojo corte”.
· “No creo en mujeres”.
· “Todos los hombres son malos”.
· “Todos los hombres son cuerneros”.
· “No creo ni en mi madre”.
· “Amigo es un peso en el bolsillo”.
· “Yo vivo mi vida, no me importa lo que la gente piense de mí”.
· “Yo hago lo que me da la gana”.





OBLIGACIÓN DE ASUMIR DECISIONES POSITIVAS

Para tener una juventud sana, necesariamente debemos tener una familia sana. Una mayor dedicación y esfuerzo a la conservación, rescate y fortalecimiento de la unidad familiar, nos vendría muy bien para tener mozalbetes sanos, aprovechables e interesados.

Para el rescate de las jóvenes generaciones se hace necesario un Estado que les ampare, les de protección, seguridad, sentido de orgullo y pertenencia. El trato digno es un factor indispensable. La creación escalonada de fuentes de empleos, con exigencias cada vez más de mejor calificación podría ayudar. La utilización de los fondos de la seguridad social podría servir como motor de empuje en la articulación y sustentación de proyectos de pequeñas y medias empresas. Con este dinero se podría rescatar de verdad, la producción agropecuaria y crear un nuevo modelo de distribución de los productos del campo.

Probablemente una de las primeras medidas a tomar para acercar la familia sería, crear condiciones que dificulten la fácil disolución de estas. Para esto, seguramente coadyuva la creación de espacio de convivencia familiar; la búsqueda de puntos comunes de intereses y cultos. Aprovechables serían la utilización de los parques como puntos de reunión familiar; la utilización de la asistencia a las iglesias a escuchar palabras pacificadoras; ir a los cementerios, a visitar a los deudos muertos.

Las jóvenes generaciones necesitan de verdaderos espacios de respeto. Necesitan de una sociedad, Un Estado y una familia que no solo en teoría y con leyes digan y hablen de sus derechos. Necesitan que se les creen las condiciones que, dentro de estos últimos les permitan desarrollarse y desenvolverse de una manera sana. Necesitan que sus libertades, dizque otorgadas, no sean instrumento que frenen su desarrollo, las oportunidades de estudiar y crecer económica, política e intelectualmente.

La escuela ha de retomar su otrora función de soporte del desarrollo. Esta debe revisar si sus actuales exigencias van acorde con las reales necesidades de desarrollo naci0onal. Cada cierto tiempo debe hacer las enmiendas de lugar en pos de estar a tono con los objetivos propuestos y la situación cambiante. El sistema educativo debe despolitizarse y crear bases sociales para la seguridad en él y los individuos que de salen.

Es tiempo que la sociedad busque en las diferentes denominaciones religiosas que en ella actúan, un papel más activo en la preservación de los valores familiares, morales y religiosos que dieron origen a esta nación de la cual ellas se nutren. Hoy más que nunca, se hace necesario que estas retomen los cursillos de matrimonio, de responsabilidad, de ser padres y madres, de la amistad, de las relaciones cóitales, del compadrazgo, de ser padrino y madrina y otros.

Anualmente y sin mezquindades a los jóvenes hay que premiarles por su buen desempeño en cada una de las áreas en que se desenvuelven. Debemos hacer de estas actividades, verdaderas fiesta de reconocimiento y administración, por los resultados tangibles obtenidos. La politiquería, el amiguismo y el favoritismo, debemos erradicarlo en estas escogencia.

Las organizaciones locales tienen que jugar un papel más activo en el control de los niños y adolescentes cuando estos están en las calles del barrio. Los miembros de las juntas de vecinos y otros individuos de respeto de las localidades deben frenar los desordenes que hacen niños y adolescentes que nadie ahora puede cuestionar. Estos, están llamados a ser los principales pastores en este batallar. A las madres que dejan sus hijos realengos, estos tienen que llamarle la atención Los ayuntamientos bien podrían encausar su influencia y su aporte a través de los anteriores en los diferentes barrios.

Es hora de sancionar con severidad a los padres que tienen a sus hijos realengos. La mala práctica de tener hijos y que los críen las calles, la televisión y la escuela, deben ser frenadas. Para estos padres hay que buscar una fórmula judicial que penalice con la severidad que demanda cada caso la irresponsabilidad. Las juntas de vecinos, las iglesias y las dotaciones policiales podrían jugar un buen papel en esto.

Hay que salvar a la escuela del marasmo al que se aboca. Generaciones sanas y un país seguro de su futuro se sustentan en una escuela clara de sus funciones, con individuos que se sienten seguros y están dispuestos a desempeñar su rol. Para hacer esto posible debemos erradicar la política y la politiquería del seno de esta, evitar los cuestionamiento de sectores desconocedores de su realidad; crear condiciones para la innovación a partir del intercambio de experiencias entre docentes; crear el año sabático, que se dedique al estudio y a la investigación de los docentes; acercar los centros productivos a los proyectos que puedan emanar de los centros educativos; eliminar esa gran cantidad de exámenes; cerrarles el paso a los alumnos “calienta sillas”, que su libertad les impide ver sus compromisos y a los profesores que se han acomodado hasta convertirse en retranca para el desarrollo de las jóvenes generaciones.

Debemos crear una política de rescate de los niños y jóvenes que son presas de la desventura. Educación, las iglesias, CONANI, la justicia y la policía juntos, deben elaborar estrategia para irle arrebatando nuestro futuro a la molicie, la inacción, la televisión las calles, las drogas, la delincuencia común “las naciones”. Estas políticas deben ser constantes y abarcadoras; deben contar con el apoyo de los gobiernos de turno. Constantemente deben revisarse.

Desde todos los frentes debemos luchar por erradicar la costumbre de las jóvenes generaciones de justificar sus culpas reflejándolas en otros. Esta práctica, de doble filo, acarrea muchos daños. Por una parte crea una situación acomodaticia de irresponsabilidad a la juventud y por la otra, son incontables las difamaciones, los cuestionamientos de reputaciones y las maldades montadas a partir de estas.

Es tiempo de que la sociedad le exija a la justicia poner coto a los continuos “intercambio de disparo”. Reconozcamos que esta es una de las situaciones que mayor daño a causado en el sistema de valoración de la vida, en nuestro país. Esta exigencia y la aplicación de mecanismo de control judicial más eficaces mejorarían el estilo de vida que tenemos y nos permitiría valorar en su justa dimensión a nuestra juventud.

El más difícil de los retos que tenemos por delante, es el de enseñar a la juventud el valor de las cosas. Las actuales jóvenes generaciones son poco interesadas en el esfuerzo ajeno que hay detrás de cada bien. Los padres de hoy en sus afanes cotidianos, suplen sin detenerse en la nimiedad de enseñar que la responsabilidades en el hogar son de todos y que hay que compartirlas.

Siendo pobre, nos damos lujos de algunos países ricos, que dejan a las jóvenes generaciones al libre albedrío. Nuestro país no resiste más esto. Hemos de opcional entre permitir que la juventud siga el derrotero que esta lleva, dividida e individualizada y profundizar los nubarrones que se ciernen sobre el futuro, o, decidir encaminar a través de la educación, los principios y valores nacionales, hacia donde dirigirnos.
















MANEJO DE LOS CONFLICTOS GENERACIONALES

Nunca como ahora las jóvenes generaciones encontraron terrenos más cómodos para actuar. Las profesiones liberales, las tendencias post-modernas, las diferentes organizaciones de arribistas: ONGs, la televisión y la radio, se han encargado de trazarles las pautas, plantearles las líneas de proceder, bailar, vestir, estudiar: cómo estudiar. Les confunden en toda esa maraña individualista, convirtiendo a cada individuo en una isla, negándole al pensar por ellos, la oportunidad de plantearse objetivos, de soñar y buscar rutas para alcanzar lo que se proponen.

Lo más arriba expresado, señala la situación de generaciones castradas, que viven su hoy, pero, que no se plantean nada; que no tienen objetivos. Su hoy es su mundo. El planteamiento de objetivo, para ellos, es señal de ser anticuado. Las divagaciones teóricas, plantean, son cosas de viejos. Es más fácil vivir al estilo de las ideas que vienen de las grandes urbes. ¡Si otros pueden pensar por nosotros, para que hacerlo…!

Exactamente la falta de un planteamiento generacional es lo que hace pensar que desaparecieron los conflictos generacionales. Allí donde no hay un indicador que cuestione lo establecido, difícilmente pueda crear conflicto. Achacarle toda la culpa de esta situación a la juventud sería injusto, sin embargo, que fácil les ha resultado o con que naturalidad se han adaptado las jóvenes generaciones a que otros piensen por ellas. Como se destruyen. ¡Qué futuro más oscuro e incierto nos granjeamos los más adultos, con hijos que solo desean parasitar.



























ASPIRACIONES

La eterna aspiración de justicia de la humanidad al parecer conoció su fin en los planes de las jóvenes generaciones. Esta ha sido sustituida por la manipulada, terrible, injusta y por la mayoría llamada “democracia norteamericana”. De forma impuesta y por dictado de diferentes instituciones creadas para tales fines, la mayoría de los países han optado por el estilo de vida que de los EEUU mana. La democracia adoptada, revestida de liberalismo, del sueño norteamericano, de un desamor por lo propio, de una población obnubilada por los logros ajenos y de una clase política dispuesta a gobernar a imagen y para otros y no para el pueblo que les elige. Esta condescendencia hace su aporte en las pautas de juventudes que solo viven.

Desaparecieron como por arte de magia las preocupaciones de justicia que motivaron y motorizaron a buena parte de los hoy adultos. ¡Qué fácil les hemos puesto la vida a los hijos! Ya son raras las preocupaciones de que un hijo adopte posiciones revolucionarias; que quiera cambiar el mundo. Les insinuamos desde la familia, barrios, desde los medios de comunicación y desde el gobierno, que la preocupación y los esfuerzos deben ser para satisfacer necesidades individuales. Las satisfacciones coronan a los progenitores más irresponsables: “un sistema educativo comprensivo”; instituciones que deben velar por la moral, ciegas; gobiernos con funcionarios que han atendido más a sus necesidades y a los partidarios, que para las cuales fueron electos o puestos; organizaciones que encontraron la fórmula para captar a los excluidos, “las naciones”.

Los padres modernos han optados por hacer de las obligaciones con sus hijos una transacción de negocio. Ellos lo conciben y mantienen, a cambio reciben, el derecho a llamarse padres. Otros los crían y educan y reciben paga por esto. Ni unos ni otros se sienten suficientemente obligados con los niños y los últimos no se sienten obligados con nadie ni nada. Por esto, crecen con una independencia, una soledad y un desamor que es comprensible únicamente para los más avezados. Se crea una problemática existencial. La familia, la escuela, las iglesias y los diferentes gobiernos, no quieren o no pueden dar repuestas a las necesidades de la juventud.

Solo los grupos o bandas delincuenciales llamados “naciones”, al parecer, han logrado tocar, más que las aspiraciones juveniles. Estos, han logrado llenar de satisfacciones, emociones, sentido y protección y dado unidad a aquellos jóvenes más desprotegidos. Estos grupos que han dado cobija a los muchachos, amenazan la existencia de la familia, cuestionan la exclusividad que tienen los gobiernos, a través de la policía y otros cuerpos castrenses del Estado, para mantener la represión sobre ciertos sectores y toda la sociedad. Son bien conocidas las actitudes de enfrentamiento y amenazas que afrontan los tutores al querer hacer valer su autoridad ante hijos que están en estos grupos. Por todos son conocidos el control sobre áreas, los asedios y los escarmientos sobre miembros y desafectos.

Como individuos de estos tiempos, las jóvenes generaciones, antes las marginalidad responden con las ideas prefabricadas de las “naciones”. Todas sus aspiraciones, pesares e intereses son sacrificados por la seguridad que ofrecen estos grupos ante la violencia de otros. Aunque no todos los mozalbetes están en estas agrupaciones, es difícil encontrar una aspiración que no sea la de enriquecerse con el menor esfuerzo posible. A edad temprana se despierta el espíritu consumidor. Ya los padres no alcanzan satisfacer las necesidades de gastos que aspiran. Es cuando surge “el quiero trabajar”. Muchos se avocan al trabajo. Descubren que la vida no es tan dulce y es el momento en que se les presenta la otra pregunta, quieren que los voten o liquiden, para gozar o volver a la vida que tenían.

Presos del consumo y de la necesidad de “gozar y disfrutar su vida”, ven la visa norteamericana, el viajar al exterior o hacerse pelotero como las mejores salidas. “Buscarse lo suyo”: “su cuarto”, es el norte que les guía. Aún alcanzados los objetivos antes mencionados, la poca preparación `para la tenacidad en alcanzar metas mayores, casi siempre se frustran. Es entonces cuando aparecen salidas rápidas y a la corta, más fáciles, como son el narcotráfico, saltimbanqui, prostitución moderna, etc.

Ser profesional en cualquier carrera de las que ofrecen las universidades representa poco en los intereses de las jóvenes generaciones. El prestigio familiar que genera tener un hijo ingeniero, abogado o médico luce ya superado. Poco estudian con la entereza que desmanda un individuo, familia, comunidad o país que desea y tiene que desarrollarse.

































EL SIGNIFICADO DE LA SUPERACIÓN EN LA JUVENTUD

El conocimiento, el desarrollo de la capacidad analítica, la comprensión y dominio de los diferentes fenómenos que ocurren, son y han sido símbolo de superación por las diferentes generaciones a través del tiempo. Las actuales generaciones cambiaron el patrón. Vivir a la usanza antigua, de otras generaciones, envuelve demasiadas dificultades. Han decidido llevar una vida más sobria, con menos esfuerzo, en que otros sean los que llevan la carga y les den las respuestas a las pocas veces que se preguntan algo.

La filosofía de vida de las actuales jóvenes generaciones se expresa en ciertas frases tales como: “no voy a coge lucha”;“voy a buscarme mi cuarto”; “yo no le paro a eso”; “eso no e pará” ; etc. Da la impresión de que todo lo que envuelve esfuerzo, lo tienen que rechazar. Ese rechazo se manifiesta desde los fuertes enfrentamientos con padres y hermanos por evitar participar en los quehaceres hogareños, indiferencia cuando otros asumen la mayor parte de estos; excusas diversas de que se va a estudiar. En la escuela, las justificaciones por la falta en las tareas, son súper ingeniosas: no se hizo, nunca dejan tareas, se olvidó, no se tiene libros, fulano no me dijo que era así, no entendí y otras tantas excusas.

Cada día aumenta la cantidad de alumnos que, sin rubor, manifiesta y da ejemplos de que el conocimiento y el saber no dan ventajas. Aspiran a amasar fortunas de forma fácil. Los políticos, peloteros y grandes capos de las drogas, son sus ejemplos a seguir. El cultivo de las mejores cualidades humanas, de conservación de los valores y principios imperecederos de la humanidad, les importan poco. Cifran dentro de sus grandes logros el conocimiento, o más bien, manipulación de la democracia y sus derechos individuales, todo siempre en perjuicio de otro que no les importa y debe velar por sus propios derechos. Los deberes son ignorados y en el mejor de los casos fueron hechos para otros.

¿De qué les vale saber y no tener? Esa es la gran interrogante de hoy. ¡Todo se compra, todo se vende! Ponen una fuerte resistencia a aprender. Sin embargo, se jactan de vivir en una sociedad donde prima el utilitarismo. Muchos aspiran e incluso practican la venta de su cuerpo. Son ejemplos de venta de sus hijos, por muchas madres, los saltimpanquis y la prostitución de menores en las zonas turísticas; las chicas celulares y otras.

El esfuerzo por el dominio del lenguaje, es muy pobre. El interés en la capacidad se circunscribe a intereses muy egoístas. Las jergas, los modismos y la subculturización de la comunicación de calles y cárceles, se acentúan cada vez más. Cada vez se se torna más difícil entender lo que dicen. Los intereses particulares, la búsqueda de placeres y el rechazo de esfuerzo sustentan la connotación de estas jergas.

La grosería y el trato descortés en la interrelación se convierten en la norma de los muchachos. Ser el “torontontón”, “el bacano”, “el montro”, el que no respeta a nadie, el que infunde más temor y tiene más para gastar, son objetivos que el sacar buenas calificaciones, ser el mejor hijo o estudiante o practicar los valores humanos. Son expertos manipuladores. Esta cualidad es manifiesta sobre todo cuando quieren hacerse las víctimas. Demandan, exigen y pelean por los derechos individuales, más, cuando el respeto al derecho de otro está en sus manos, son indiferentes, se comportan como los más crueles de los dictadores.

Vivir a su manera se ha convertido en el fin individual de buena parte de las jóvenes generaciones. Ya se liberaron del control que ejercían los vecinos, los familiares e inclusive los profesores. El descuido intencional o el trabajo de las mujeres en muchas cosas ha dado a los hijos esa libertad que los hace incorregibles











































JUVENTUD Y DELINCUENCIA


Siempre ha habido delincuentes. Muchos individuos han hecho, a través de la historia, de eso desafuero, su modus vivendi. Diversas son las razones que condicionaron y perduran en el tiempo propagando este mal social que crece. Especial significación toma la delincuencia juvenil en los momentos actuales.

Caldo de cultivo para esta situación lo constituye: la desintegración familiar, las deportaciones de dominicanos desde los EEUU, la educación permisiva; la perdida de los valores nacionales; la asunción de derechos sin estar aparejados de deberes; el desinterés de los gobiernos y la sociedad en la juventud; el engaño que ha significado la revolución de las libertades individuales, etc. Todo lo anterior conjugado ha creado un vacío existencial en las jóvenes generaciones. Este vacío favorece a diferentes esferas de la sociedad. Los padres, los barrios y la sociedad en su conjunto; los políticos, la policía, la delincuencia organizada y los gobiernos que de una u otra forma se benefician con la liberalización que se ha dado a la juventud.

Dos grupos importantes se benefician de forma inmediata y directa de esa soledad en que los padres dejan a sus hijos: la delincuencia y la policía en su parte oscura. La delincuencia en sus vertientes, la común y la organizada va ganando terreno. El control que se tenía sobre ella ha desaparecido y ahora ella es la que controla. Sus tentáculos están repletos de jóvenes a los cuales al parecer solo la delincuencia es capaz de entender. Los jóvenes que no participan de ese mal tienen una propensión que les acerca significativamente y muchas veces les torna peores, por su individualismo y egoísmo, que los peores delincuentes.

Estamos trayendo gente al mundo y en la educación le estamos dando lo peor. Todas las maledicencias que fueron objetos de vergüenza, hoy son vista como normales y aceptables. Las modas y las actitudes ante la vida, vienen exactamente de los sectores más cuestionables. Imitar lo peor, ese es el Norte, esa es la libertad que se le ofrece a la juventud. Todo gira en torno a querer tener y disfrutar. Por eso “vale la pena todo”.

Después de no educar adecuadamente, dejar hacer a los hijos lo que quieran o educarle sobre suposiciones, es poco lo que se puede esperar de los mozalbetes. Pocas cosas le llenan; solo la delincuencia, en sus diferentes vertientes, se convierte en atractivo para ellos. Allí se les brinda verdadera atención; se les impone un código, que aunque se riñe con la sociedad, puede fácilmente asimilarlo; les ofrecen diversión y protección ante los constantes abusos y abusadores que proliferan; proporcionan dinero, poder y placer, organizan la distribución de estupefacientes, el incremento del robo y los atracos sirven como sostén para esto; les ofrecen seguridad, ante los reveses y dificultades creados por la pérdida de muchas reivindicaciones y la actitud poca filantrópica existente, les brindan seguridad ante la enfermedad y la muerte.

Todo lo anterior crea a lo interno de las familias correspondientes, ya en proceso de deterioro, una actitud de bravuconería, amenazas y enfrentamiento de los hijos hacia sus padres. Estos últimos se quejan y en su desesperación acuden a maestros, orientadores, psicólogos y hasta psiquiatras para subsanar la situación. La queja que se generaliza es la de que no pueden con sus hijos ¡Extraña situación…! Los padres no pueden con sus hijos. Muchos progenitores, ante los sinsabores, vergüenzas y esfuerzos fallidos, expresan a lo interno familiar e inclusive en público, sus deseos de que sus vástagos mueran. El aporte o la ayuda de orientadores, psicólogos no se ha manifestado. La capacidad de distracción de los jóvenes es tal que los padres son culpables directos o no comprenden las acciones de sus hijos, frente a los profesionales de la conducta. Es posible que estos últimos logren o estén en sintonía con las actitudes modernas juveniles, los que les hace, con facilidad comprenderlas.

Las expresiones de estos tiempos “…que biberón” y “suéltame en banda”, han sido adoptadas por muchos padres y adultos. No poniéndole caso a los hijos; no dejándose fastidiar; haciéndose los ciegos, sordos y mudos frente a situaciones de entera responsabilidad suyas. Se cumplen las anteriores expresiones de forma simple y manifiestan un estilo de vida. Este estilo, carcome toda la sociedad, convierte el Estado y todas sus instituciones en cuasi-funcionales o infuncionales: todos demandan y quieren atención, todos quieren que les sirvan pero…que sirva otro.

Lamentablemente la delincuencia que era señalada como exclusividad de los sectores menos favorecidos, ha tocado y se cultiva entre las llamadas mejores familias o pudientes. En uno y otro estrato de la sociedad al parecer tiene la misma cimiente: el descuido familiar. Tantos ricos como pobres, sufren la situación de hijos que después de haber sido muy permisivos no pueden controlar. A los pobres, después de ser utilizados en la mayoría de los casos, son muertos en los mencionados “enfrentamientos con la policía”. De los ricos, poco se sabe…

El patrón educativo que hemos adoptado demuestra sus deficiencias. Muchas palabrerías contra la violencia y acciones que la contradicen. Todas las señales para la obtención de poder, dinero, fama y placer, principales objetivos juveniles, les son negados por las vías del esfuerzo tesonero, el trabajo enorgullecedor, el amor y la disposición al conocimiento y la conservación de los valores familiares. La delincuencia común, pero sobre todo la organizada se han convertido en alternativa a las manifestaciones y expresiones de unas generaciones cargadas de vivencias, violencias y derechos y carentes de deberes como nunca la hubo en esta tierra.

Lo importante es vivir. Simplemente vivir en familia, no es tan fácil. Allí suceden roces que dificultan la libertad. Esa libertad, esos objetivos, esa falta de perspectiva, de que adolece la familia moderna, los jóvenes la encuentran en esos grupos delincuenciales. Esa libertad que se niega a sí misma, que no se identifica con ninguna institución tradicional, tiene necesariamente que formar sus propias instituciones. Estos, desde luego, están marcadas por esa visión y esa actitud que es desconocida por personas de otros tiempos: viejos.

Grandes son los atractivos y peligros de las organizaciones delincuenciales para la juventud. Especial significación ofrecen para los jóvenes de familia rescatados, donde se cría y educa en los principios y valores tradicionales duraderos. La existencia de generaciones capaces de luchas por intereses grupales y sociales, facilita y amplía la existencia de esos grupos y organizaciones. Ya que solo ellos responden y poseen lo que la juventud desea y quiere; ofrece lo que la juventud busca, con un mínimo de esfuerzo.




L A FORMACIÓN EN LAS MISERIAS Y LA ADOPCIÓN DE ESTAS

Más de una son las generaciones que se han criado y se crían en la idea adoptada por sus padres de “no criar como fueron criados”. Con esto hacen alusión a un rechazo estricto al apego a los principios y valores familiares, sociales y nacionales; al apego irrestricto a sus padres, mayores, incluyendo hermanos y la autoridad constituida; al amor a la familia, al trabajo, a la nación y a sus símbolos como símbolos de paz, progreso y solidaridad. En contra de estas enseñanzas impuestas por los abuelos han actuado los individuos más irresponsables, se han formado ONGs e inclusive proliferan muchas instituciones de los últimos gobiernos las cuales se han confabulado para desmantelar las instituciones familiares y nuestro estilo de vida y educar en las peores de las miserias humanas.

Llamamos miserias humanas a todas las actitudes que de forma directa o indirecta vamos cimentando en las jóvenes generaciones, que les envilecen y les hace seres asociales e inhumanos. En vez de rechazar lo malo de la educación familiar de los abuelos, se ha rechazado todo lo bueno que nos legaron y perdura en algunas familias a las cuales acosamos con presiones sociales, programas televisivos y leyes que nos son extrañas. En su búsqueda de desarrollo, los sectores más irresponsables, poco a poco han ido despersonificando la nación dominicana queriendo convertirla a imagen de la norteamericana. Manifestaciones públicas de políticos y de personalidades influyentes del ambiente social así como profesionales liberales se han puesto de acuerdo para hacer de nuestro país el reflejo de otro; no mejor a partir de su realidad y posibilidad. Y lo han logrado. Los resultados inmediatos están expresos fundamentalmente en la juventud.

La educación y la formación en la permisividad ha demostrado sus principales fallos: padres o formadores negligentes; hijos y alumnos apáticos e individualistas; una sociedad que exige mucho pero donde sus miembros se esconden tras las debilidades de los peores para justificar sus malas acciones o sus inacciones. Actúan mal porque otros lo hacen. Por su parte la delincuencia y con ella los delincuentes son aprovechados en su justa dimensión. Todas las fiestas y actividades que atraen alegría y disipan las penas, son movidas por la delincuencia. Buena parte de la economía de los barrios populares, por igual, es movilizada por los delincuentes. En la mayoría de las casas, la muerte de ellos es motivo de celebración, alegría, aunque rara vez de protesta de los lugareños.

No debemos seguir engrosando la lista de la delincuencia con nuestros hijos. Es tiempo ya de ponerle freno a que nuestros jóvenes se sigan matando entre sí; tengan como única o mejor opción el atracar, consumir o vender estupefacientes o que continúen siendo muertos como pajaritos por quienes deben actuar como autoridades. Se ha tornado muy fácil abandonar los principios y valores que nos identificaron. Tenemos más que suficiente con los resultados de seguir un sueño que no es nuestro. Los postulados, lo “importante es que el individuo se comunique, no importa como” y, “darles a los niños tiempo de calidad”, sobre los que descansa la educación actual, tienen resultados más que contundentes.

Es educar en las miserias cuando a un niño desde que nace, para enseñarle a hablar, se le empuja a ser grosero y a utilizar obscenidades para comunicarse. Por igual, induce a preocupación la inducción al infante a defender lo suyo y lo que no es, como propio, inclusive de sus más cercanos, como si fuera una fiera. Acompaña a esta la obtención de bienes cuya procedencia no se pregunta. Se torna más difícil la situación cuando al niño se le niega, por negligencia de los padres, el valor de las cosas, el respeto a lo ajeno y a los mayores. Al abandono en que vive buena parte de nuestra niñez, aún teniendo a sus padres en la casa, es penoso. “El tupé” de muchos padres que se gastan en bebidas alcohólicas el dinero que debe ir para la manutención de la familia. La enorme cantidad de padres y madres que viven separados y sus vástagos están con personas a las cuales no les importa. La actitud resuelta de muchas madres modernas de no quererse dejar matar (sacrificar), por nadie.

Consecuencias muy directas cosechamos en la casa y la escuela: tanta libertad o descuido ha traído un aumento considerable de la promiscuidad e inclusive prostitución entre niñas, sobre todo entre los 12 y 15 años. El reguetón y con el, el perreo y los party se prestan como vehículos de iniciación del sexo de buena parte de los adolescentes. Por igual muchas amiguitas conminan a las niñas a buscarse viejos, para que estos suplan las necesidades creadas de: adquirir celulares modernos, montarse en modernos vehículos, conseguir dinero para comprarse pantalones moda y otras necesidades que los padres no pueden darle. Los varones, por su parte, son más susceptibles después de haberse iniciado en el hurto en los patios de los vecinos, de la delincuencia común y luego de la delincuencia organizada. Aunque no toda la juventud participa de los desmanes que se riñen con la ley, muchos de los que no lo hacen han adoptado y tienen espita y actitudes macabras, egoístas e individualistas, peores que aquellos que se organizan por inseguridad.

Llama a preocupación buena parte de los jóvenes desde el sector servicio por sus ambiciones y expresiones y alto nivel de encono hacia la sociedad. Su capacidad les hace verse como seres individualmente únicos, que no proceden ni tienen compromiso más que “con sus cuartos” Siempre están en la mejor disposición de prestar sus servicios al mejor postor y están dispuestos a hacer lo que sea, aun estar conciente que hacen daño a parte de la sociedad o a toda en su conjunto. Para esto, el país, la nación igual que una sociedad más justa, son ideas de soñadores y los tiempos no están para esas bobadas, lo que procede es tener garras. Viven una vida que al parecer es tranquila, pero que en realidad está llena de amargura ya que tienen que compararse con otros, a los que sirven, que se dan mejor nivel de vida y representan mayor nivel de consumo.

Gran parte de la población adolescente que asiste a las escuelas y la que no, tiene como aspiración comenzar a trabajar rápido. Esta expresión es manifiesta como símbolo de liberación de sus padres. Los fallos en que están incurriendo la educación hogareña y la escolar, sobre todo en no enseñarle a los niños a ganarse la buena voluntad y lo que se les compra en sus casas, igual daño les hace la escuela en aprobarles los cursos de primero y segundo de primaria sin haberse alfabetizados, súmele a esto las calificaciones de 60 puntos en el bachillerato por solo asistir a la escuela y las tantas oportunidades para aprobar los exámenes. Lo anterior se manifiesta en el sector laboral donde entran con mucho entusiasmo y al sentir las exigencias, maldicen a los jefes y luego buscan bonificaciones para irse.

La libertad, la tan cascareada libertad de que nos hablan y que es el símbolo de la democracia, en el seno familiar está acabando con este. Da pena el descontrol que existe en aquellos núcleos familiares donde la mujer abandonó el pulseo natural que la caracterizó y hoy se dedica a competir hasta en vagabundería con el hombre; en muchos casos, el hombre ha encontrado justificaciones para ser peor. Los años 80 marcan el comienzo del deterioro o ruptura de los lazos familiares. De esos años, encontramos algunas unidades periodisticas que fueron importantes, que desde entonces, se dedicaron a publicar divorcios. Muchas familias disgregadas, presentamos: padres que han abandonado o se han ido al exterior; madres que por igual han abandonado, porque sus hijos o maridos intentan matarlas, se han ido al exterior, etc. hijos mayores, tíos, abuelos, sirvientes a quienes se paga, sustituyen cabezas familiares.

Son cada vez mayores los comentarios en las escuelas entre los alumnos de madres jóvenes, modernas y despampanantes, que participan con sus hijos y compañeritos de estos, en igualdad de condiciones en parties, Exactamente estas modas y otras, después de crear una aureola enorme de libertad o mal interpretadas libertades, como la creada por las autoridades que matan a fieras creadas por ellas mismas, piden en las escuelas que les ayude con sus hijos, que no pueden controlar. Muy poco puede hacer la escuela con el alumnado cuando hasta en el vestir, los padres no son discretos ellos mismos. En las actividades regulares escolares en muchos centros educativos se les niega la entrada y otras veces no se les atiende a muchas madres, ya que sus vestimentas hacen ver las de las mujeres libres como de princesas. El ingenio rompe la marca los días de colores en muchas escuelas: la falta de valores, de decencia, de pudor se colocan al extremo. El día siguiente a estas actividades, los comentarios en cuanto a osadía, vulgaridades, pariguayadas y control de las autoridades del centro educativo, hacen pequeños los que suscita un Casandra de Acroarte.

La familia y la escuela al ser atacada en sus cimientes por ideas distorsionadas le han devenido confusiones bien aprovechadas por algunos sectores que parasitan y capitalizan cualquier miseria. Ambas instituciones muestran un grado cada vez mayor de fracaso. Al parecer sus fallecimientos son detenidos por la tozudez, en el caso de la familia, de aislados grupos familiares y familias particulares que no están dispuestas a ceder ante el embate de la vagabundería. En el caso de la escuela, se sostiene aun por la negativa de asediados, perseguidos y maltratados profesores, que se niegan a renunciar al compromiso que asumieron al escoger esa profesión.

Todos o la mayoría estamos contestes en que los fallos en la educación y formación de las jóvenes generaciones son las causantes de los actuales problemas que con estas enfrentamos. Aun así, son pocos los que asumen con la entereza que demandan los tiempos esa firmeza que hay que tener, para educar a un joven. En realidad son pocos los que están dispuestos a renunciar a ese poco de libertad que nos exige la vida cuando se trata de educar. Siempre será más cómodo, y como los tiempos lo facilitan, reflejar o echarle la responsabilidad a otro.

Lo más valioso que tiene cualquier sociedad, sin temor a equivocación, son sus jóvenes generaciones. Esas actitudes poco humanas que ellas han adquirido, fruto del acomodamiento y ausencia de los padres se traducen en serias amenazas para la propia sociedad. Ese individualismo rampante, dificulta el pensamiento social, la participación en grupos y el desarrollo. El egoísmo, además de crear una situación de inseguridad individual, impide el desarrollo ya que cada cual considera que el otro no merece tal bien o posición. Esa actitud les impide aprender ya que les crea una barrera ante todo lo que implique esfuerzo y a asimilar lo que en el momento no desean. El perjurio, que ha desarrollado esa capacidad de formar falsos testimonios contra las personas que quieren ayudarles. La maledicencia, que presenta un placer con hacer el mal a sus semejantes.

Todas las miserias mencionadas y otras bien cultivadas en el seno de la familia desfalleciente, que son y han sido adquiridas por nuestros jóvenes, empobrecen y desincentivan la creación de riqueza. No es desconocido el freno que obliga a los habitantes de barrios a evitar inversiones productivas, por igual en los campos coartan a las iniciativas de tener animales y hacer sembradíos. La escuela también es presa de esas actitudes: siempre “le cogen con ellos”; la pérdida de cuadernos y libros de los estudiantes que están al día es una constante que preocupa; la pérdida y falsificación de calificaciones de registro y la última modalidad es el asedio de profesores.

La adopción de la miseria como forma de vida en la juventud es manifiesta de forma fehaciente en los cobradores de guaguas, su trato grosero, inhumano y metálico; en el fenómeno televisivo de las megadivas, su disposición a la superficialidad y la supuesta objetividad que de la realidad presentan. Casos bastantes cuestionables, en la asunción de la miseria como forma de vida, son la de los políticos jóvenes que son más falaces que los viejos; aquellos pequeños grupúsculos que ponen su inventiva asesina al servicio de rostros ocultos, incapaces, que doblegan y comprometen en ellos el exterminio físico de individuos que podrían ser provechosos.
































ACTITUD DE LA JUVENTUD QUE PARTICIPA EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

La juventud que participa de forma directa, que trabaja en los medios de comunicación, a pesar de las exigencias intelectuales que este ambiente demanda, y el perfil que de estos debe desprenderse, han mostrado mucha alienación. Salvo excepciones muy concretas, que se pueden focalizar, la moda de la chabacanería, el uso de expresiones volátiles y la moda de dejarse llevar por la corriente de frases “que tanto venden, identifican a un estamento del cual esperamos un papel más crítico.

Locutores radiales y televisivos, presentadores, periodistas jóvenes, al parecer son presos de políticas administrativas y empresariales, que condicionan su accionar a la obtención de los máximos beneficios a través de la explotación al máximo de los deseos escondidos en lo más recóndito de las individualidades. Una capacidad impresionante de moldeamiento caracteriza a estos representantes juveniles. Sus personalidades se diluyen entre chismografía, plasticismo, el fenómeno de las megadivas, el enfocamiento e imitación de individuos con procederes cuestionables.

Da pena y preocupación ver y escuchar a los jóvenes que se desenvuelven en el micrófono, que son seguidos por todos los demás, sin propuestas, solo dispuestos a sacar provecho económico y vivir el inmediatismo que provoca una vida práctica. Ningún tipo de resistencia, cual hoja entre las olas, ir donde el movimiento las lleve. Otros que se preocupen, ellos no van a cambiar el mundo, cuando vinieron ya este estaba así. Esta es la respuesta más común a los cuestionamientos sobre sus faltas de propuestas.

Entre los comentaristas encontramos un reducido grupo que simula criticidad. Todo lo critican y evalúan, se creen ajenos, inmaculados y fuera de las problemáticas que cuestionan. Cual caballos, se ponen dos pedazos de cartones, uno al lado de cada ojo, para evitar ver lo que no quieren. Los comentarios y acusaciones públicas sindican a buena parte de estos críticos despiadados en muchos casos, con la venta de sus plumas y comentarios y de ser anchos de conciencia.

Estos comentaristas representan como las especias en el sancocho político nacional. Por esto, muchos, con malicias, asumen comportamientos públicos poco dignos ante los políticos que nos representan y ante la sociedad. Mientras más parcialidad muestran por uno de los partidos en la justa, mayores son las posibilidades de abrir o acceder a programas televisivos o radiales. Esto frena e impide que otros jóvenes puedan acceder a los medios y se desarrollen.

Al ser su participación tan activa en el sistema de desigualdades, rara vez se les oye criticar las causas que generan estas. Los cuestionamientos afloran solamente cuando la situación ayudada a sostener, se les estruja de forma directa e individual en el rostro. Entonces sí, los malos, los otros…, los delincuentes…, contra los que hay que actuar con manos duras; ellos que con su individualismo y practicismo alimentaron el mal y fueron indolentes cuando afectaba a otros, que esperaban.

Llama la atención los cuestionamientos esporádicos que sobre el pasado reciente hacen. Olvidan que todas las luchas y las consiguientes muertes de jóvenes valiosos fue lo que obligó a Balaguer a ceder en las reivindicaciones nacionales. Hoy que tenemos el derecho de hablar y que no se nos haga caso, perdemos el de la atención médica. La juventud de los medios de comunicación ni se entera, ni les interesa esa situación ya que se ha individualizado tanto, que no siente como parte del pueblo o conglomerado en el cual vive.

El seguimiento y profundización que debe caracterizar al buen informador joven, rara vez lo notamos. Siempre otros son los culpables de esta falta. Lo que si notamos y avergüenza lo más profundo del sentimiento dominicano, es la actitud morbosa de importantizar al incumbente de la embajada norteamericana, con cuestionamientos directos sobre política interna. Complementan esa actitud con lo escurridizos que se portan cuando deben cuestionar a ciertas empresas como Verizon. ¡Sea todo por la visa, por el partido o por los anuncios, tan codiciados!

El sistema de valores nacionales, la familia, el estilo de vida, el patrón sobre el que se fundamentan las interrelaciones personales, son burlados y ridiculizados por aquellos que han cogido la farándula y todo lo que esta trae como estilo de vida. El seguimiento que estos dan a los centros internacionales de la moda, les hace individuos copiones, pocos originales, poco interesados en crecer a partir de su realidad. Como la confusión le beneficia, han hecho de esta un bien económico, la cual se encargan de promover. El culto a la belleza se hace a través de la venta de ideas, supuestamente postmodernas. Valgan los ejemplos de los pantalones talla bajita y el fenómeno de los metro sexuales y su impacto en la sociedad.

La poca seriedad con que buena parte de estos jóvenes trata las informaciones que maneja, les ha hecho perder la confianza y la credibilidad. Salvo la maledicencia, que hoy en día está a borbotones en buena parte de nuestra población, los servicios de los medios y los trabajadores de estos, son utilizados con fines inconfesables y muchos de aquellos son tratados como charlatanes.

Quienes están llamados, aquellos que deben ser los soldados de primera fila en la lucha reivindicativa étnica, son precisamente los más inconformes con los dones que los cruces raciales nos han dado. Es por esto que cada día vemos y oímos de los sacrificios económicos y de salud que las figuras del medio incurren cambiándose nariz, pechos, quitándose arrugas, haciéndose trajes que ofenden por sus altos costos, mientras mucha gente pasa hambre. No hay que hablar de la indelicadeza por el desde y el “tira y jala”, que se genera entre quienes consiguen esos lujos y los que los desean.

A pesar de la defensa, al parecer acérrima a la democracia, en la relación con sus compañeros muestran todo lo contrario. La chismografía, las zancadillas, la creación de fama para acostarse a dormir, van creando camarillas que dificultan el ascenso de talentos a los medios. La mayor parte de las veces, en sus alocuciones, las diferencias las expresan con irrespeto; son implacables, desconsiderados, el más vulgar de los comerciantes. No saben actuar como clase; se viven destruyendo.






EL FRACASO DE LAS INSTITUCIONES FORMADORAS Y MORALIZADORAS CON LA JUVENTUD


Excepto aquellos que están sacando provecho de la situación en que se encuentran las jóvenes generaciones, todos estamos contestes, en que estas atraviesan, o mejor, atravesamos juntos a ellas, serias dificultades. Estas no son casuales, sino más bien producto del invento, improvisación, copia de los estilos de formación y educación de los niños en otros países, implantados en nuestra realidad.

Las serias dificultades que enfrentamos y que se ahondan, con aquellas que deben representar nuestros relevos, vienen aparejadas con el fracaso de la familia, la escuela y las iglesias como instituciones. La descarga en responsabilidades individuales entre los miembros de estas, es lo que ha garantizado que unos pocos malos dominicanos, cultivando las miserias humanas, se están lucrando, sacando provecho líquido a través de ONGs las cuales crean para contrarrestar males fabricados por ellos.

¡Ah la familia! ¿Qué hemos hecho con la familia dominicana? ¿Qué valores queremos que tengan las jóvenes generaciones si la plataforma que debe servir para implantarlos no existe? ¿Qué esperamos de los hijos, si los padres están cada cual en lo suyo? ¿Qué difícil se tornan las relaciones interpersonales en el seno familiar, donde no se respeta nada ni a nadie? ¿Qué esperamos de los hijos, si los padres externan ante estos sus malquerencia y alegrías por las vicisitudes que agobian a sus vecinos?

La situación de la familia y de toda la sociedad se agrava con las intervenciones del gobierno en el seno de esta, con leyes, como son, las de “protección del niño y del adolescente y de la mujer”, copiadas de otras realidades; no pensadas, no ajustadas ni adaptadas a nuestra idiosincrasia. Lejos de modernizarnos, estas y otras, están siendo instrumentos perturbadores, divisorios de la familia. Observe la capacidad de perfidia que ha creado en la mujer y los niños, vea las herramientas ofrecidas al hombre para justificar, aun más, sus irresponsabilidades.

A lo interno de la familia tradicional dominicana también hubo cierto grado de problemas y dificultades. Aun así, la diferencia con los momentos actuales son que la familia era real y funcional, tenía cánones claros y cada uno sabía cual era su rol, contrario a lo que tenemos hoy. La sociedad tenía vigentes redentores naturales que impedían que los individuos la agredieran y pudieran justificar sus acciones. Además de la familia, la educación de la niñez era cuestión de toda la comunidad que corregía, pero no abusaba, daba pela pero no maldecía.

La asunción de un estilo de vida funcional, práctico, libertino, ha traído consigo sus secuelas. Todos y cada uno nos sentimos libres, otros deben; nosotros solo exigimos. Mientras más irresponsables somos, sobre todos los padres con los hijos, más exigentes somos o queremos ser con quienes tienen contacto o trabajan con nuestros hijos. Pintoresca son las madres que ni educan, ni atienden ni asean a sus hijos, mientras estos están “tornando y virando” ni se asoman, más cuando es a sus hijos que les tocan, salen con actitudes de fieras. A propósito de esto, llama la atención la desaparición a paso agigantado del instinto maternal. La mujer ya no quiere amamantar, cuidar, proteger. Diversas excusas se ha inventado; el dinero se ha encargado de solucionar algunas, aunque ha creado otros problemas.

La relación de pareja se convierte en inconsistente. Los lazos afectivos, de solidaridad, de respeto cambian. El matrimonio se convierte en un contrato pura y simplemente económico. Las fluctuaciones que trae la vida en pareja se solucionan en el rompimiento, abandono o la actitud irresponsable o la inercia de uno o todos los miembros de la familia. A pocos les importa cargar con el yugo, sacrificio familiar cuando no ve que se puede sacar algún beneficio económico inmediato.

Desde la óptica de los padres modernos, sus hijos son entes a los cuales se les resuelve todo con la satisfacción de sus necesidades económicas. Darle de comer regularmente, comprarle ropas, mandarles a la escuela, eso es suficiente para hacerle felices. La obtención personal, la parte humana, la implantación de valores morales, patrióticos, familiares, eso está mandado a guardar. La calle y la televisión, fundamentalmente, son los que trazan las pautas en lo que a humano se refiere.

La escuela, con el cambio del estilo de vida, sin proponérselo, ha tenido que cambiar. Ya no es el lugar al que se va a buscar el pan de la enseñanza, de la instrucción, eso paso al olvido. Ahora por imitación la han convertido en jardín para cuidar a niños desamparados por sus padres. Es un lugar del cual se espera mucho, pero se le maltrata otro tanto y se le apoya muy poco. Este es el lugar donde vienen a manifestarse todos los problemas, miserias y dificultades que se suscitan a lo interno del individuo joven, de la familia, del barrio y de la sociedad.

También la escuela está en crisis. Igual ella es culpable de ser incapaz por no contribuir a instruir y formar jóvenes fuertes intelectual y moralmente. ¡Cuantas justificaciones! ¡Cuantos exámenes! ¡Cuanta permisividad! ¿Tendrá esto don de ser? ¿Justifican los egresados de hoy, el tremendo sacrificio que en dinero, infraestructura, tiempo y esfuerzo se hace en ellos? ¿Habrá alguna solución a la grave crisis que la absorbe y que se ahonda? ¿Tiene la escuela alguna respuesta a la apatía que tiene el alumnado por el conocimiento? ¿Se pondrá freno al derrotero que trae el barrio y todos sus males a la escuela y se cambiará la dirección de que sea la escuela que vaya al barrio?

No podemos esperar menos. Cada alumno da exactamente lo que tiene. Donde hay familia o esta está disgregada y quienes crían son la televisión y la calle con dolor debemos admitir: irrespeto, robo, proclividad al engaño y la mentira, incapacidad para valorar y superarse de parte del alumnado, un desastre de escuela a pesar de la tecnología, un presente peligroso para todo y un futuro incierto. Los educando han desarrollado una criticidad que les hace estar más pendiente de los errores de otros, para justificar los propios, que en el aprendizaje.

Para evitar pasar de la crisis generalizada del sistema educativo al colapso de este, hemos de tomar muchas medidas. Si reconocemos que el sistema no está compensando la inversión, hemos de proponer o exigir el acercamiento o sujeción de la escuela a las necesidades que como nación o país tenemos, evitando confusiones con las necesidades o intereses grupales o particulares. Sería bueno detectar y ponerle coto a las causas que impiden su normal desenvolvimiento, la abulia y la existencia de tantos vividores a lo interno del sistema. No caería mal el compromiso de cada centro escolar y todo su personal con la comunidad en el cual se encuentra.

La familia dominicana está, en sentido general, desecha, donde un por ciento altísimo del alumnado vive solo, con su madre, con su padre, con un familiar o en casa de un pariente. La escuela presenta dificultades como la de permitir que muchos de sus egresados y cursantes, aprueben sin tener los conocimientos mínimos, e incluso a pesar de asistir día tras día, no sepan leer, escribir o no estén completamente alfabetizados. También las iglesias tradicionales a pesar de un notorio crecimiento de la denominación evangélica, han fracasado en su labor evangelizadora y humanizante.

En un mundo post-moderno, de derecho, democrático, individualista, hemos visto como la soledad, en el tumulto, se adueña de nuestra vida. Las iglesias no han ofrecido solución a este problema. Lejos de eso, algunas actividades y ritos que, en el caso de la iglesia católica, se realizaban y que unían e importantizaban la familia, al parecer desaparecieron o no están surtiendo el efecto unificador. La denominación evangélica, con su negación en aceptar que son del mundo y que deben trabajar para ganar el cielo, han hecho un flaco servicio. Se pintan como comunidad sana, pero, el individualismo, constante expiación de los errores ajenos y la adopción de vida parasitaria, hacen que el trabajo con la juventud sea poco efectivo. Muchos se acercan en los momentos más difíciles, pero pocos perduran.

Habrá que ver, si es por maldad o simplemente por dejarse llevar que una parte significativa de la iglesia católica se ha subido a los rieles de vivir del cuento. La coordinación del mal llamado “diálogo nacional” y lo que este ha significado y envuelve el financiamiento de muchas actividades con fondos internacionales, la creación de suficiente ONGs, que aunque resuelven algunos problemas, han traído la materialización y el descreimiento en estos sectores de la iglesia. Los evangélicos con sus tantas iglesias o “cuchitriles aglomerados en diferentes sectores” y su tirantez hacia todo y entre ellos, no les alcanza el tiempo y al parecer, no les importa el futuro de los jóvenes.

Las enseñanzas de Jesús les están quedando grandes a buena parte de los cristianos de hoy. Sus intereses individuales crean una nublazón entre estos y la expansión de la doctrina cristiana. Mas que preocupación por la expansión del amor y todos los valores del cristianismo, la defensa de los derechos individuales, que no son más que la imposición de las minorías que desde la oscuridad siempre han operado contra la sociedad, hacen designios de las relaciones interpersonales tortuosas. Al ver la actitud poco comprometida de los que dirigen la iglesia, sus miserias, vienen alejando a la juventud, la capacidad y la posibilidad. Coronan el fracaso de las iglesias con la juventud, la capacidad y la posibilidad de desestabilización que han adquirido los sectores enemigos de los cimientos sobre los que se fundamenta la sociedad.

Las acciones sin o con poca ética se convierten en las normas entre la juventud. A pesar de que esto es evidente y que las iglesias lo conocen, el interés en el rescate o la mantención de la juventud en el redil cada vez se aleja más. La perdición y el descarriamiento disfrazados de naciones o bandas juveniles, falta de credibilidad, a través de la televisión y la radio, y las calles que explotan al máximo los sentimientos más bajo del ser humano, poniéndole como carnada a las puertas de la sexualidad y el goce de los sentimientos individuales, las iglesias no han podido o han puesto poco empeño en el aprovechamiento de las cualidades que hacen del joven, hombre-humano-social-cristiano. Parecería, en muchos casos, que estas instituciones moralizadoras son agentes de desenfreno, promotoras del odio y el individualismo en el seno familiar; sus predicas así lo dejan ver. Cada cual debe salvarse individualmente; alcanzar el reino de los cielos. El hermano que se salve él, si quiere.

La democratización de la educación, la informal; el plan decenal de educación; las leyes de defensa de la mujer y la niñez; la imposición de aprobar en el primer año de la educación a todos los educandos, aun si no están alfabetizados; la imposición de una calificación mínima muy cercana a la mínima para aprobar; otras tantas presiones y justificaciones para premiar la falta de estudio; el poco adiestramiento de orientadores y psicólogos, garantizan el anquilosamiento de las jóvenes generaciones y el país, dan sus resultados. Pocos logros del sistema educativo podemos mostrar. Si aparecen algunos y… estudiantes, debemos ver los esfuerzos particulares de padres o tutores que tienen detrás. El resto, la mayoría son personas que van a las escuelas a no se sabe que…

Al parecer, los únicos que han hecho un trabajo loable, en el sistema educativo, son los orientadores y psicólogos. Las escuelas se están cayendo moral e intelectualmente y la mayoría de estos ni se entera. La perversidad, la prostitución, la cleptomanía, el irrespeto generalizado, se adueñan de las aulas y “hay que referirse a ellos”, casos particulares, los cuales casi siempre, son tratados con paño tibio. La comprensión y conmiseración se adueñan de los profesionales de la conducta al abordar las dificultades y entienden: aquellos no pueden estudiar, porque en sus casas hay bulla, tienen problemas familiares, son pobres, sus padres son divorciados, viven en barrios, etc. Casi siempre olvidan recordarle al estudiantado su parte de culpa y responsabilidad en la situación que viven. Al parecer, no les señalan que del esfuerzo y el estudio de hoy, dependerá la mejoría deseada del mañana.

La conmiseración expresada por orientadores y psicólogos con la juventud es digna del arrinconamiento y enclaustramiento en que en las escuelas y la sociedad tienen sus centros de operaciones. Todas las dificultades de las casas, los barrios, van a parar a las escuelas. De estas, solo una mínima parte llegan a conocimiento o a los departamentos de orientación de los centros educativos. De igual forma, la sociedad conoce pocas respuestas de aquellos psicólogos que tienen sus consultorios independientes, a la rebeldía, el continuo asesinato entre jóvenes y contra ellos, el influjo de la delincuencia y las bandas juveniles, las actitudes a tomar ante la inexistencia de la familia y otros problemas. Igual que buena parte de los que se dedican a profesiones liberales, se han acomodado y aunque hacen creer otras cosas solo les importa su situación inmediata.

A pesar de las habilidades que los mozuelos de hoy han desarrollado, es difícil creer que puedan engañar a estos moldeadores de conductas. Hay responsabilidades que son compartidas y que la vida en sociedad a cada cual le asigna una parte. Igual que el padre, el hijo; igual que el maestro, el alumno; igual que el gobernante, el gobernado, tienen roles que compartir y cumplir. La observación de los fallos de una parte, no justifica las malas acciones de la otra como se han querido imponer en los últimos tiempos. No es posible que se justifique que, por el hecho de que un barrio tiene cierta cantidad de delincuentes juveniles, toda la juventud de allí se considere o juzgue como tal. La moneda tiene dos caras y cada una tiene una función. Lejos de reforzar las acechanzas de una de estas caras, descuidando sus funciones, las leyes, quienes la aplican, los psicólogos y orientadores, deberían velar por hacer menos conflictiva las relaciones entre los polos.

Son frustrantes muchas situaciones que tienen que vivir padres, tutores y maestros. Al llevar a sus hijos a profesionales de la conducta, descubren que son los únicos culpables de situaciones que no imaginaban. Al no ser comprensivos, al querer que sus hijos sean como o mejores que ellos, al entender que son otros tiempos, al no darle la libertad y la confianza, les estrujan culpabilidad. Los fallos de los mayores, según estos, asignan el camino malo a sus hijos. Expresan mucha iniquidad al trato del joven como descerebrado, no pensante y de fácil manejo, cuando en los propios seno familiares descubren que no es así, se encuentran situaciones que no pueden controlar. La sociedad está en crisis…

No salimos aún de los efectos del soponcio colectivo y la sociedad descubre que es objeto de las leyes de cárcel. Encabezado por la cárcel de “La Victoria”; el espíritu que infundió la “Revista sucesos”; las muertes extrajudiciales o intercambio de disparos, expresión o manifestación del sector más bajo y oscuro de la policía y las ideas delincuenciales importadas de Puerto Rico y Nueva Cork, han confundido en un cokctail que mientras sólo afectó a los barrios populares, no tuvo importancia. Hoy, como hiedra maligna, se extiende por doquier. Jóvenes hijos de pobres y ricos, son objetos de esta sub-cultura avasallante que se impone, que tiraniza y que hace muy pocos aportes.

Más que temor, la cárcel de “La Victoria”, se convirtió en un refugio y centro de acogida para los jóvenes más inquietos y sus familiares, de los barrios más pobres. El flujo de informaciones a través de las visitas de familiares y amigos, la recepción casi regular de comida y dinero y un ambiente de camaradería, precipitó a muchos después de cumplir sus penas a hacer lo posible por volver. De allí nace esa camaradería que importada y como escudo para defender los grupos contrapuesto se llaman “naciones”.

Lejos de servir como centros de reeducación, las cárceles dominicanas son cementerios de hombres vivos, para los hombres y mujeres que han errado. Para los que han hecho de su modus vivendi la delincuencia, simplemente, son centros de especialización en los métodos más sofisticados para ofender a la sociedad. Para muchos abogados y policías, la cartera para la redistribución de parte de las riquezas o recursos que mueven los presidiarios y en parte sus familias.

Esta sub-cultura de cárcel sobrepasó los linderos del encierro y se ha enriquecido con las miserias que cultiva la sociedad. Además, mata y se adueña del espíritu de grandeza y nobleza de la juventud. A esta les hace esperar y exigir en libertad, como en el encierro, bienes que no han trabajado; les hace manejadores expertos de las groserías del lenguaje, como imposición de sus personalidades y estima; les permite sustituir el amor por la justicia, y el odio, por el abuso, por sus intereses de seguridad personal e inmediata; sustituyen la verdad y el esfuerzo por la manipulación y el engaño; cambian la armonía y la familia por la chabacanería y los goces licenciosos; sustituyen el placer de conseguir bienes con el sudor de sus frentes por conseguirlos plagiados.

No son pocas las familias que muestran gran satisfacción por el estrecho lazo que se establece entre uno de sus deudos y cierta cárcel. La felicidad la expresan en grandes bacanales luego de venir de visita de esos lugares y compartir con el barrio las condiciones en que está su pariente y otros jóvenes de la comunidad. Mucha cerveza, ron, música, bullicio y acercamiento entre los parroquianos, caracterizan esas actividades informales. De esta forma se establecen lazos muy fuertes entre las diferentes comunidades y los diferentes centros de reclusión que tenemos.

El folclorismo creado por la penetración de la sub-cultura de cárcel ha llegado al seno familiar. No son pocos los padres que resuelven su vida económicamente de forma abierta y descarada con las tropelías que hacen sus hijos. No son pocas las madres y padres que justifican, tapan y actúan de forma truhanesca defendiendo a sus hijos a sabiendas que estos dañan a la sociedad. Esta ha llegado a un punto en que, al parecer, le importa a muy poco. Cualquiera se cree con derecho a dañarla y si aparece un samaritano que la defiende, les mandan a callar o lo califican de iluso.







































EL DERRUMBE DEL MURO DE BERLIN Y SU INFLUJO SOBRE LA JUVENTUD DOMINICANA

El derrumbe del muro divisorio de Berlín trajo consigo sus consecuencias. Las manifestaciones de estas en la juventud latinoamericana no se hicieron esperar. Buena parte de esa juventud que encontraba su apoyo en la existencia del bloque soviético, al parecer este, se ha descarriado, ha perdido su rumbo, fin de vida, su utopía. Es así como en países donde las contradicciones fueron tan cruentas como en Guatemala, el Salvador y Nicaragua, que la guerra fue el instrumento utilizado para establecer las verdades que profanaban tanto los EEUU como la URSS. Al desaparecer este instrumento y demostrarse la ineficacia de la verdad norteamericana, la juventud, buena parte huérfana, analfabeta, sola, presa de las drogas lanzada a lo más cruel de la miseria, empezó a actuar en contra de ella misma y de los intereses de los que defienden el estilo de vida norteamericano. La delincuencia en sus diferentes vertientes es el principal motor que empuja esta lucha.

Como forma de corromper todo y utilizando los organismos internacionales, se ha impuesto a casi todos los países latinoamericanos códigos de la mujer, de la niñez e incluso procesal penal, similares al de los EEUU,, desconociendo o echando a un lado las necesidades, realidades, historia, idiosincrasia de estos pueblos. De esta forma hemos visto deteriorar la inter-relacion y aumenta de forma significativa la delincuencia en México, Venezuela, brasil, Panamá, Colombia y otros donde existen “escuelas delincuenciales bien estructuradas”, que tienen ramificaciones en otros países.

El peligro que representa la delincuencia para los sectores enquistados en el poder es enfrentado con paliativos y excusas risibles. La preparación de cuerpos élites policiales y militares de jóvenes, para cazar, aniquilar a los delincuentes, ha sido la constante, como ocurre en El Salvador. En ningún momento hemos visto propuestas que ataquen las raíces del serio problema que representan los atracos, riñas entres pandillas, amenazas que son el diario vivír de grandes ciudades latinoamericanas, donde se dan cifras record de inseguridad ciudadana y buena parte de la población tiene que emigrar.

Las cárceles y las autoridades norteamericanas, más la falta de política práctica nuestra, aumentan la sofisticación de la delincuencia de nuestros países. En las calles de Nueva York y otras grandes urbes estadounidenses se forman individuos en las más sofisticadas y modernas artes del robo, el engaño, la manipulación, la venta, el consumo y la manipulación de estupefacientes. Al caer en las cárceles de allí los jóvenes latinoamericanos, junto a delincuentes de alto calibre, aprenden técnicas organizativas secretas que importan a sus respetivos países. En su política de limpieza los EEUU deportan a cientos de miles de estos jóvenes que en sus respectivos países, sin mucho esfuerzo, han constituido las mencionadas “naciones o gangas”.

Como país no hemos sido la excepción. Cientos de miles de nuestros conciudadanos han llegados y llegan con “paroles” o simplemente deportados. Muchos, al verse sin posibilidades o con estas mínimas para la subsistencia, reinciden y desde las cárceles y las calles dominicanas con otros jóvenes descarriados familiarmente, apoyado por un código del menor permisivo y un código procesal penal ajustado a vividores de la desgracia, nos convierten en un país inseguro y explosivo por las posibles reacciones de la gente.

La seguridad que ha significado para los sectores de poder de los diferentes países de América Latina y los EEUU las caídas del muro de Berlín y del bloque soviético, se ha manifestado en una desatención a la juventud. Se ha soltado a la juventud a su libre albedrío, la han enviado a crearse su propio mundo, a ridiculizarse, negando su identidad, características físicas y sexuales; a poner sus caprichos por encima de visiones ya creadas y aceptadas. Además de negarle el derecho a aspiraciones sociales, poco a poco, bajo la supuesta democracia, se les niega el derecho a pensar que quiere.

Desde las necesidades más elementales, como son el derecho a comer, hasta que y como vestir, son manipulados por elementos contranatura así como por la publicidad. La televisión y otros medios visuales de comunicación, amparados en la libertad de comunicación y mercado, exacerban la vista y los gustos de todos los consumidores, sobre todo de los jóvenes. En nuestro país, no son raros los mozalbetes dispuestos a lo que sea con tal de tener, o el último tenis, el celular más costoso, la gorra y los pantalones que están bateando, darse la jevita más buena o asistir al colmadón o la discoteca donde hacen los “coros más pesao”.

Hemos alimentado demasiado, hemos permitido un grado excesivo de delincuencia y criminalidad que van más allá de nuestras posibilidades de control. Sin dejar de reconocer la incidencia de aquellos elementos negativos que vienen de otros lugares, no podemos encubrir las causas políticas, económicas, sociales familiares, etc.,. que aquí dentro las generan. Las soluciones que han pasado a implementar para contrarrestar la violencia perpetrada por la juventud, ninguna aún apunta a atacar las raíces del mal. ¿Cuántas empresas han visto aumentar sus capitales comprando cobre y hierro de tapas robadas de las calles por viciosos? ¿Cuántos políticos no han pagado y utilizado servicios de masas delincuenciales, como fuerza de choque, contra sus adversarios? ¿Cuántas madres y familias, no han hecho de la violencia de sus hijos en las calle, provocando accidentes, engañando, robando, atracando, dedicado a la venta y distribución de estupefacientes, su principal o única fuente de ingreso familiar?

Como experiencia bien desagradable tenemos que los procedimientos utilizados por nuestras autoridades competentes de frenar la delincuencia y la violencia, lejos de establecer la diferencia con esta, muchas veces la asemeja y otras le presta. No es raro, al menos en los barrios marginados, ver como matones policías, acribillan en las calles o penetran a casas de jóvenes delincuentes y a pasar de estar indefensos y sometidos. Por igual, ilustran los asaltos de policías en el cumplimiento de su deber, a individuos que se desplazan por las calles, a pies, con motocicletas y sin luces. Aún la muerte de muchos inocentes policías y ciudadanos por la reacción de quien es interceptado, no ha hecho pensar a los que establecen estos procedimientos. En vez de rectificaciones se incorporan nuevos procedimientos que ilustran situaciones que nos son ajenas.

La ridiculización por parte de las clases dirigenciales de la idea de luchar por un país más justo les ha llevado además de la desatención de las instituciones, a una voracidad de los recursos que genera el Estado. La familia, la escuela y las tradiciones son desatendidas y en muchos casos atacados en sus simientes. Las calles y las cárceles, poco a poco, van trazando las pautas sobre cual debe ser el comportamiento a seguir antes, las diversas dificultades que el diario vivir presenta. El gran flujo de información característico de esta época casi no es notorio en el manejo de la juventud. El interés por la adquisición de riqueza rápida y fácil, en los más conservadores despierta el amor por el béisbol y la bachata, en los más arriesgados y atrevidos, el interés y la disposición “por lo que sea”: irse al exterior como sea y arriesgar la faja o ponerse en asechanza y quitarle al que tiene.
















































EL USO DE LA DEMAGOGIA EN LA VIDA JUVENIL


La culminación de la Guerra Fría y sus secuelas: la imposición de las ideas de los ganadores de esta y el aplastamiento, ridiculización y desconocimiento de las utopías, sueños y deseos de los que aspiraban a una sociedad más justa, desconciertan a la juventud. Nos han impuesto una economía llamada de mercado, que despersonifica al individuo y lo convierte en simples consumidores. Igual que ha pasado en otros países, a nuestros jóvenes lo han lanzado a aspirar tener vida de príncipes y de grandes artistas.

La publicidad y la propaganda se encargan de arrear a la juventud sobre qué desear qué comer, qué vestir, cómo divertirse, qué estudiar, qué gusto tener, a quién querer. Por igual de expresarse, que esa es la democracia: tener derecho a no pensar y dejarle a individuos contranatura, de comportamiento dudoso, irresponsable e individualista, vividores de la miseria humana, trillar los senderos que debemos seguir. No en todos los casos los jóvenes son inocentes y fáciles de manejar. Buena parte son conocedores de la manipulación a la cual son sometidos. La explotación de la figura femenina es el arma más letal que poseen los publicistas y propagandistas para esa resistencia. La mujer, hoy más que nunca, se ha convertido en un instrumento de explotación a través del cual se manipula a un tercero.

La mentira, la demagogia y el figureo aplastan todo tipo de asomo de esperanza en las instituciones y en el Estado. En todos los actos y planes, que los partidos formulan y realizan, la juventud es utilizada como conejillo de India. Las elecciones, las distintas reformas, el mal llamado plan decenal, la creación de superintendencias y la figura del diálogo nacional, que con un llamado a discusión, ante una crisis, todo lo resuelve, cierran todas posibilidades de serias discusiones de los problemas que nos afectan. La adquisición de recursos inmediatos es la mayor y la más atractiva trampa que obnubila a la juventud y la hace actuar contra sí misma.

La interacción entre los jóvenes se ha visto seriamente afectada por la capacidad que estos adquieren para desconocer reglas de juego o engañarse mutuamente. Toda la falta de orientación, educación, descuido irresponsabilidad y malicia imperante en las casas dominicanas, se manifiestan en el trato que tienen nuestros muchachos. Penosas son las situaciones que se suceden entre mozalbetes donde las exigencias particulares que cada cual hace se la niega a sus compañeros. La falta de cohesión de nuestra juventud en torno a ciertos principios, valores o ideas, nos daña y oscurece el futuro.

La imposición de la idea en la sociedad de “el que nada tiene nada vale”, ha empujado a la juventud a querer tener dinero y recursos por encima de cualquier cosa. Esto se ha sumado a los innumerables factores que impiden el interés por el esfuerzo y el conocimiento y por tanto de la situación en que se encuentra el sistema educativo. El empuje hacia el uso y el tráfico de sustancia psicotrópicas como medio de obtención rápida de recursos se ha generalizado. Otras formas de hacerse ricos, muy vendida entre la juventud y que les crea sus dificultades, por las exigencias de disciplina, son la dedicación a bachateros y peloteros.

La capacidad de hacerse las victimas es otra cualidad muy bien manejada por la juventud. Siempre son otros los culpables, cuando tienen que rendir cuenta por las faltas cometidas. Cualquier exigencia que se le hace es considerada abusiva y da motivo para que creen individualmente crisis: no les comprenden, son unos desgraciados, deben morirse. El parasitismo ha alcanzado tales niveles que muchos se ufanan de sus lindos y grandes cuerpos, de que se despiertan al mediodía y consideran el trabajo como una enfermedad.














































EL PROCESO PRODUCTIVO Y LA JUVENTUD

Cambiamos de una economía que se sustentaba fundamentalmente de la agricultura a otra que se sustenta de los recursos provenientes del turismo, las remesas y las zonas francas. No nos preparamos. Sobre todo el recurso humano, la fuerza que se debió programar para motorizar el buen desenvolvimiento de la economía adoptada se obvió. Cerrados los principales centros productivos y minimizados el rol de la agricultura se lanza a la juventud por el “Canal de la Mona” a buscarse y construirse su sueño fuera del terruño natal. Venezuela primero, luego estados Unidos vía Puerto Rico y diferentes países europeos, crearon sedes y prácticamente vaciaron a pequeñas comunidades de individuos de edades productivas.

Integrados en los diferentes países en los que se encuentran, en diferentes quehaceres y pendiente de sus deudos en el país, comienzan a mandar ropas y dinero que mejoran el nivel de vida de los que nos encontramos aquí. Con padres en el exterior y crianza de abuelos o parientes, crece una generación que solo sabe exigir, pedir y descansar. Los buenos tenis, pantalones, gorras, que se intercambian y el dinerito que debe aparecer “como sea” para la discoteca, el colmadón o la cabaña, llenan el pobre espíritu de los hijos de esos héroes que sostienen la economía nacional. A pesar del conocimiento y la clara visión de la magnitud del problema por parte de las autoridades estas no toman ninguna medida para contrarrestarla.

No ha existido ninguna política estatal, por ninguno de los gobiernos para preparar a la juventud para su integración a la industria sin chimenea. Los jóvenes que se han integrado a esta, lo han hecho a modus propio. El inglés de muelles, la habilidad y la necesidad son los motores que principalmente impulsan el acercamiento de los jóvenes a las playas y hoteles. Las carreras de turismos e idiomas en las universidades, son tan caras que lejos de motivar, alejan a los interesados. “Los saltimbanquis”, las prostitutas, venduteros de todo tipo se servicios, satisfacen las necesidades de turistas que muchas veces no son tan sanos, que traen más perversidad que bien.

Los campos, como centros de producción, han sido abandonados por la juventud. La compra de un motor y la dedicación al “motoconcho”, sustituyen la atención del conuco de aquellos que no emigraron al exterior o a los cinturones de miseria de las grandes urbes. Mientras los jóvenes nuestros están en las esquinas maquinando todo tipo de cosa esperando a que aparezca un pasajero, los campos son desyerbados, sembrados, cultivados y cosechados por manos de obra haitiana. Los pocos jóvenes dominicanos que dan valor a sus predios, después de hacer grandes gastos en insumos y otros, son timados por los intermediarios, quienes compran sus productos muy por debajo del costo de producción y los venden en las ciudades a precios exorbitantes.

En su afán de política neo-liberal el gobierno del PLD en el período 1996-2000 vendió la mayor parte de las empresas del Estado. Con esto aumentó enormemente el desempleo y la miseria sobretodo en los lugares donde los ingeniosos eran las únicas empresas que ofrecían fuente de trabajo y recursos líquidos a los padres de familia. Los habitantes de los bateyes fueron lanzados a su suerte. Ningún interés en las élites de poder motivó suspicacia por la suerte de esos también hijos de esta tierra. El ser humano no se deja morir fácilmente y vaya usted a ver a que se dedicaron todas esas familias para sobrevivir.

La zona franca es de la modalidad que sustituye el modelo económico que teníamos. En diferentes partes del territorio nacional se construyeron diversos parques industriales, que ofrecen enormes facilidades para la instalación de todo tipo de empresas. Estas, con pagos directos muy bajos semanales usufructúan fuerza productiva de jóvenes desesperados. Los maltratos más increíbles se suceden en estos parques. Los despidos y el control para evitar la sindicalización están a la hora del día. Se conocen presiones para manipular el precio de la moneda estadounidense por parte de agentes de este sector.

Las empresas privadas que se dedican a los servicios y que emplean jóvenes han hecho de éstos, individuos insensibles para todo, especialmente para con sus iguales. Obsérvese el desamor y la falta de humanidad con que los jóvenes que trabajan en tiendas, bancos y ferretería, tratan a los clientes. Las actitudes de estos son dignas de los más despiadados capitalistas. Probablemente las exigencias de andar con ropas, vehículos y otros accesorios que forzan el bolsillo, les hace actuar como desarraigados.

La industria de la construcción, a pesar de que ha tenido altibajos, no ha contado con la participación muy activa de la juventud dominicana. Quienes si están en primera fila, como ayudantes, picadores de zanjas, albañiles y ya como finos maestros, son los nacionales haitianos. Al parecer lo duro del trabajo, la remuneración pobre y el gran esfuerzo que esta exige, ahuyenta a los jóvenes dominicanos; recordemos que estos no quieren “coger luchas”. Una minoría sí participa y se queja de los abusos de las grandes compañías que quieren el trabajo y pagan miseria que no les alcanza ni para comer.

Un mercado informal para la fuerza productiva joven ocupa una importante proporción de estos en los talleres de ebanistería, las ventas informales, en los mercados haciendo cualquier tipo de cosas; en los restaurantes, hoteles, colmadones, licorerías, bombas de expendio de combustible, etc. Probablemente este es uno de los renglones más importantes por la cantidad de jóvenes que agrupa. La inseguridad y lo poco constante que manifiesta a quíenes están en esta, les cataloga como cuasi-desempleados.

El sector transporte ofrece un gran soporte a la juventud. A todos niveles encontramos mozalbetes y los no tan jóvenes. Desde guaguas de la OMSA, chóferes de carros públicos, taxistas, cobradores, controladores de rutas, motoconchistas, en el transporte dominicano, la mayoría son jóvenes. Por las características de este sector y su sensibilidad, los gobiernos deberían ponerle más atención. Este es uno de los principales termómetro que tiene esta sociedad. Por aquí se podrían suscitar serios inconvenientes y se resolverían conflictos particulares no convenientes.

Particular atención merece el “motoconcho”. Esta modalidad, tan nuestra, más que bien nos está causando mucho mal. La mayor parte de los jóvenes de los campos y los barrios para no “coger lucha”, entre sus aspiraciones principales está la de comprarse un motor y dedicarse al “motoconcho”. Hoy en la entrada de todos los barrios y comunidades del interior vemos enorme cantidades de jóvenes conversando todo tipo de maquinaciones, mientras aparece un pasajero. Bien ese tiempo podría utilizarse en los estudios, en un trabajo manual, en la elaboración de algún plan desarrollista para sus comunidades o en labrar la tierra.

Otro grupo importante se congrega en los institutos castrenses y la policía. Desde esta última y por política errada y poco pensada, es que se ha violado la sensibilización de la población hacia las muertes violentas. La utilización de jóvenes de estas instituciones en las muertes extrajudiciales o “intercambios de disparos” en los barrios de la capital y ciudades del interior y campos, tienen consecuencias no pensadas por los manejadores de esta política: la desaparición del asombro ante esta barbaridad, la asimilación de la mentira y la capacidad de la población de callar.













































HUIDAS
( Viajes ilegales, drogas, delincuencia.)

La situación de violencia que arropa a la sociedad dominicana y que tiene como principales actores a las jóvenes generaciones no es casual. Esta se gesta en el entrelazamiento de varios factores que se mezclan. Entre las principales, podemos nombrar: el debilitamiento y en muchos casos la desaparición de la familia; la desaparición de una utopía de vida de la juventud o no inclusión de esta en el estilo que las clases dominantes se han propuesto; la exhibición excesiva de bienes materiales por personas que no lo justifican; el valor que la sociedad da al individuo con bienes materiales, sin importarle la procedencia de estos; la aparición de los primeros negocios de la droga como medio de enriquecimiento rápido en competición con la política; la adicción de los elementos más vulnerables de los barrios; la aparición u organización de la delincuencia organizada en otras naciones; el calco en esta sociedad de los códigos del menor, la mujer y código procesal penal; las muertes extrajudiciales; el fracaso del sistema educativo, entre otros.

Cada uno de los factores más arriba mencionados es un detonante particular. Justo estamos viviendo la situación creada. Los viajes ilegales, son una de las manifestaciones expresas de la desatención a que hemos sometidos a los jóvenes. Aunque no todos, buena parte de esos que se lanzan en yola al Canal de la Mona, están dispuestos a lo que sea por mejorar su situación económica. Vender droga, matar, atracar y otros, están en lo que sea. La opulencia que muestran muchos que utilizaron esa vía y volvieron no les da temor a equivocarse.

La respuesta de la juventud al acorralamiento a que ha sido sometida, son diversas. Todas son intentos de huidas, a la progresiva falta de derecho que se esconde en nuestra mal llamada democracia. El anquilosamiento a que son sometidas las personas que estudiaron, les hace renegar y burlarse del camino del conocimiento. Las necesidades inmediatas de ropa, comida, techo y diversión y la imposibilidad de solución de estas por vías morales y legales aceptables, lleva a muchos a la sombra de la delincuencia. Otros, llamados a contrarrestar esta última, al estar casi en la misma situación de quienes deben frenar, en muchos casos les utilizan para resolver individualmente sus problemas.

La estrechez económica de muchas familias, ligado a la irresponsabilidad o gozadera de muchos padres lanza a la calles a muchos niños. Allí se han hecho jóvenes. La crueldad de una sociedad individualista les exige lo que no les da. Probablemente los más despiadados con estos hijos de las calles son esos jóvenes que aunque no tienen la atención de sus padres, si tienen techo, comida, escuelas, dinero; aun así, son casi siempre los más resentidos. Sería interesante establecer un paralelo entre cual de estos individuos sería más aprovechable para la sociedad, el que todo lo exige o el que demanda lo básico para vivir.

El auge de las mencionadas naciones, es otra de las vía de salida que encuentra nuestra juventud. Al parecer esto obedece a la necesidad de identificación, defensa, protección, diversión, organización territorial que tiene la juventud para la distribución y venta de drogas en los diferentes barrios. La aparición de estas agrupaciones significa que la policía ya no tiene la exclusividad en la represión en los barrios. Estas bandas infunden terror, ponen su orden, distribuyen los recursos obtenidos entre sus integrantes, y matan, en sus territorios. Estas tratan de organizar la ratería y la venta de drogas. La sed de recursos de estos grupos, en algunos sectores, amenaza la desaparición de los negocios de expendio y sume en la inopia, por los desalojos que hacen, a muchas familias.

La insidia que persigue a la juventud, procede de todo los lugares. El primero es el gobierno que sin política estatal definida realiza aparatosos operativos, anuncia disposición-solución de problemas latentes y a los pocos día olvida y agrava la situación. La salida o respuesta de los afectados es la burla y la pérdida de credibilidad en los gobernantes. Todos los partidos desde la oposición vociferan soluciones, más, cuando están en el poder al parecer algo les hace olvidar su palabrería. Talvez por eso, las diferentes actividades de los partidos, deben ser remuneradas inmediatamente.

La mentalidad egoísta e individualista que caracteriza al empresariado y la vista gorda de los gobiernos, cuando prefieren emplear a haitianos, sobre todo en la industria de la construcción y el agro, ha desatado una respuesta de desentendimiento para con los que son estos trabajos pesados. La actitud de las madres modernas, que “viven su vida” y solo dan a sus hijos “tiempo de calidad”, está haciendo de sus hijos verdaderos monstruos, individuos muy difíciles de controlar y controlarse; problemas de los cuales se enteran cuando las situaciones por ellas creadas son tan grave que requieren serías ayudas.

La desautorización que constante y mutuamente se hacen los padres, situación que se ha convertido en normal, es aprovechada por los hijos, para no considerar ni respeta a nadie. Cuando los padres viven juntos, los mayores conflictos familiares en el pulseo por demostrar quien tiene más poder en el seno familiar, se escenifican en torno a los permisos y descalificación del padre o la madre. Como cada vez disminuye la cantidad de padres juntos, la preocupación por esto no debe ser la mayor.

La soledad que significa el quedarse en las casas mientras los padres no están, es lo que hace llevadero, no agradable, el ir a la escuela. Buena proporción de los escolares que asisten a las escuelas no lo hace en busca de conocimiento o porque le resulte agradable o interesante, más que nada va detrás del ambiente que le proporcionan los compañeritos en los pasillos y las aulas. Observe que para los padres en las escuelas de hoy, según les dicen sus hijos, nunca dejan tareas. Los profesores tienen que ponerse bien fuerte para conseguir que una proporción considerable de los cursos haga las tareas regulares.

La promiscuidad y la prostitución en las escuelas están a la orden del día. Los adolescentes del momento saben y están claro de los placeres que ofrece y se obtiene del cuerpo. Por esto, lo utilizan. Entre ellos, en los diferentes encuentros y fiestas y en muchos casos, en la ya extendida práctica de buscarse “viejos parao”, de las jovencitas, hay sexo. Muchas veces las madres conocen las situaciones pero…el dinero, los celulares caros, ropas de marcas que entran a hurtadillas no se pueden investigar mucho.

La ociosidad, fruto de la irresponsabilidad de padre, la actitud perversa de otros, la no respuesta de las diferentes denominaciones religiosas y los gobiernos, es la que más estrago ha causado en las jóvenes generaciones. Imagínese todo el tiempo que poseen estos para manipular ideas locas que les llegan a la cabeza. Pensemos todo el tiempo que se requiere para ubicar a una persona para robarle o hacerle daño. Se necesita mucho tiempo.

La falta continua de electricidad en los barrios, más la ausencia de la supervisión de los padres y en muchos casos la complicidad de las autoridades, ofrece el escenario perfecto para delinquir. Reunirse luego a contar sus tropelías y velar porque después sean más riesgosas, es una de las fajas que en el barrio los muchachos se juegan. Hacer alarde de ser un “montro” crea respeto y éste hay que ganárselo haciendo ver a los otros que sí es arrojado, valiente e inteligente. “Las gevitas” llueven por estos individuos.









































FRASES QUE IDENTIFICAN A LA JUVENTUD ACTUAL



· “Voy a buscarme lo mío”.
· “Yo no cojo lucha”.
· “Trabajo pa’ lo mío”.
· “No me voy a matar por nadie”.
· “No me hable de coro, háblame del efe”…
· “Yo busco lo mío”.
· “No creo en nadie”.
· “No cojo corte”.
· “No creo en mujeres”.
· “Todos los hombres son malos”.
· “Todos los hombres son cuerneros”.
· “No creo ni en mi madre”.
· “Amigo es un peso en el bolsillo”.
· “Yo vivo mi vida, no me importa lo que la gente piense de mí”.
· “Yo hago lo que me da la gana”.





OBLIGACIÓN DE ASUMIR DECISIONES POSITIVAS

Para tener una juventud sana, necesariamente debemos tener una familia sana. Una mayor dedicación y esfuerzo a la conservación, rescate y fortalecimiento de la unidad familiar, nos vendría muy bien para tener mozalbetes sanos, aprovechables e interesados.

Para el rescate de las jóvenes generaciones se hace necesario un Estado que les ampare, les de protección, seguridad, sentido de orgullo y pertenencia. El trato digno es un factor indispensable. La creación escalonada de fuentes de empleos, con exigencias cada vez más de mejor calificación podría ayudar. La utilización de los fondos de la seguridad social podría servir como motor de empuje en la articulación y sustentación de proyectos de pequeñas y medias empresas. Con este dinero se podría rescatar de verdad, la producción agropecuaria y crear un nuevo modelo de distribución de los productos del campo.

Probablemente una de las primeras medidas a tomar para acercar la familia sería, crear condiciones que dificulten la fácil disolución de estas. Para esto, seguramente coadyuva la creación de espacio de convivencia familiar; la búsqueda de puntos comunes de intereses y cultos. Aprovechables serían la utilización de los parques como puntos de reunión familiar; la utilización de la asistencia a las iglesias a escuchar palabras pacificadoras; ir a los cementerios, a visitar a los deudos muertos.

Las jóvenes generaciones necesitan de verdaderos espacios de respeto. Necesitan de una sociedad, Un Estado y una familia que no solo en teoría y con leyes digan y hablen de sus derechos. Necesitan que se les creen las condiciones que, dentro de estos últimos les permitan desarrollarse y desenvolverse de una manera sana. Necesitan que sus libertades, dizque otorgadas, no sean instrumento que frenen su desarrollo, las oportunidades de estudiar y crecer económica, política e intelectualmente.

La escuela ha de retomar su otrora función de soporte del desarrollo. Esta debe revisar si sus actuales exigencias van acorde con las reales necesidades de desarrollo naci0onal. Cada cierto tiempo debe hacer las enmiendas de lugar en pos de estar a tono con los objetivos propuestos y la situación cambiante. El sistema educativo debe despolitizarse y crear bases sociales para la seguridad en él y los individuos que de salen.

Es tiempo que la sociedad busque en las diferentes denominaciones religiosas que en ella actúan, un papel más activo en la preservación de los valores familiares, morales y religiosos que dieron origen a esta nación de la cual ellas se nutren. Hoy más que nunca, se hace necesario que estas retomen los cursillos de matrimonio, de responsabilidad, de ser padres y madres, de la amistad, de las relaciones cóitales, del compadrazgo, de ser padrino y madrina y otros.

Anualmente y sin mezquindades a los jóvenes hay que premiarles por su buen desempeño en cada una de las áreas en que se desenvuelven. Debemos hacer de estas actividades, verdaderas fiesta de reconocimiento y administración, por los resultados tangibles obtenidos. La politiquería, el amiguismo y el favoritismo, debemos erradicarlo en estas escogencia.

Las organizaciones locales tienen que jugar un papel más activo en el control de los niños y adolescentes cuando estos están en las calles del barrio. Los miembros de las juntas de vecinos y otros individuos de respeto de las localidades deben frenar los desordenes que hacen niños y adolescentes que nadie ahora puede cuestionar. Estos, están llamados a ser los principales pastores en este batallar. A las madres que dejan sus hijos realengos, estos tienen que llamarle la atención Los ayuntamientos bien podrían encausar su influencia y su aporte a través de los anteriores en los diferentes barrios.

Es hora de sancionar con severidad a los padres que tienen a sus hijos realengos. La mala práctica de tener hijos y que los críen las calles, la televisión y la escuela, deben ser frenadas. Para estos padres hay que buscar una fórmula judicial que penalice con la severidad que demanda cada caso la irresponsabilidad. Las juntas de vecinos, las iglesias y las dotaciones policiales podrían jugar un buen papel en esto.

Hay que salvar a la escuela del marasmo al que se aboca. Generaciones sanas y un país seguro de su futuro se sustentan en una escuela clara de sus funciones, con individuos que se sienten seguros y están dispuestos a desempeñar su rol. Para hacer esto posible debemos erradicar la política y la politiquería del seno de esta, evitar los cuestionamiento de sectores desconocedores de su realidad; crear condiciones para la innovación a partir del intercambio de experiencias entre docentes; crear el año sabático, que se dedique al estudio y a la investigación de los docentes; acercar los centros productivos a los proyectos que puedan emanar de los centros educativos; eliminar esa gran cantidad de exámenes; cerrarles el paso a los alumnos “calienta sillas”, que su libertad les impide ver sus compromisos y a los profesores que se han acomodado hasta convertirse en retranca para el desarrollo de las jóvenes generaciones.

Debemos crear una política de rescate de los niños y jóvenes que son presas de la desventura. Educación, las iglesias, CONANI, la justicia y la policía juntos, deben elaborar estrategia para irle arrebatando nuestro futuro a la molicie, la inacción, la televisión las calles, las drogas, la delincuencia común “las naciones”. Estas políticas deben ser constantes y abarcadoras; deben contar con el apoyo de los gobiernos de turno. Constantemente deben revisarse.

Desde todos los frentes debemos luchar por erradicar la costumbre de las jóvenes generaciones de justificar sus culpas reflejándolas en otros. Esta práctica, de doble filo, acarrea muchos daños. Por una parte crea una situación acomodaticia de irresponsabilidad a la juventud y por la otra, son incontables las difamaciones, los cuestionamientos de reputaciones y las maldades montadas a partir de estas.

Es tiempo de que la sociedad le exija a la justicia poner coto a los continuos “intercambio de disparo”. Reconozcamos que esta es una de las situaciones que mayor daño a causado en el sistema de valoración de la vida, en nuestro país. Esta exigencia y la aplicación de mecanismo de control judicial más eficaces mejorarían el estilo de vida que tenemos y nos permitiría valorar en su justa dimensión a nuestra juventud.

El más difícil de los retos que tenemos por delante, es el de enseñar a la juventud el valor de las cosas. Las actuales jóvenes generaciones son poco interesadas en el esfuerzo ajeno que hay detrás de cada bien. Los padres de hoy en sus afanes cotidianos, suplen sin detenerse en la nimiedad de enseñar que la responsabilidades en el hogar son de todos y que hay que compartirlas.

Siendo pobre, nos damos lujos de algunos países ricos, que dejan a las jóvenes generaciones al libre albedrío. Nuestro país no resiste más esto. Hemos de opcional entre permitir que la juventud siga el derrotero que esta lleva, dividida e individualizada y profundizar los nubarrones que se ciernen sobre el futuro, o, decidir encaminar a través de la educación, los principios y valores nacionales, hacia donde dirigirnos.