sábado, octubre 19, 2013

EL PROBLEMA ESTÁ EN EL ALMA…PASA POR LA MENTE

EL PROBLEMA ESTÁ EN EL ALMA…PASA POR LA MENTE Con más que preocupación asistimos a una época en que haciendo creer que se enseña a defender derechos y se sube estima, se deforma, pervierte, viola, inclina a la prostitución, retuerce el pensamiento y enferma el alma de la sociedad, sobre todo, de los más jóvenes. La proclividad al engaño no es casual. Cuando la educación y formación se rigen con criterios políticos egoístas, no hay mucho que esperar. Lo difícil de las relaciones interpersonales hoy, lo señala. El provecho económico directo que devengan ciertos sectores profesionales liberales, el comercio y la dirigencia política, es resultado halagador de una sociedad que se autodestruye. Actuamos como un conglomerado. Cada vez nos alejamos del aceptado criterio de nación. La producción se ve afectada. Principalmente por eso, no se han encontrado soluciones a los retos cruciales nacionales: la educación, la salud, el transporte, la producción de electricidad, el campo, la cadena de distribución, y la seguridad. Delincuentes, se han enquistados en esos sectores e impiden soluciones rápidas y certeras. Como nunca, somos presa de una dictadura de la cual nos han hecho partícipe. Esto, crea una especie de conformismo que, invita a la inacción. Cada cual está comprometido con el sostenimiento de la corrupción. Por doquier se escucha: “si yo estuviera en ese puesto o fuera funcionario, actuaría igual”; “nadie va a estar como jefe y, no va a recibir las comisiones de los suplidores”. Estas y otras justificaciones, nos hacen cómplices del desorden que nos arropa. Cultivamos la contradicción de las contradicciones. Con ligereza extrema y fiereza inaudita, enjuiciamos las acciones de otros y, nos defendemos de nuestras malas acciones. Las descargas de nuestros negros corazones, sin temor a duda, sobrepasan las peores acciones de los más connotados y, aceptados como tales, delincuentes. El mal no está en la sábana. El arma no es la que mata. El cúmulo de frustraciones no canalizadas, siembra pesar, desamor, división y conflictos. En la vorágine de esta sinrazón, aparecen los maestros del disfraz. Aquellos que hacen creer, con el discurso, la necesidad de cambios y, con sus hechos, ahondan la crisis. Este es el pan de cada día que vemos a lo interno de los deteriorados lazos consanguíneos, las relaciones entre vecinos, en los contactos en los medios de transportes e, inclusive, en los centros de trabajos. ¡Cuánta maldad y resentimiento afloran, generalmente, de las bocas de los más débiles! ¡Qué pena ver a pastores, de las diferentes denominaciones religiosas, siendo promotores de incredulidad y actuando como aves de mal agüero! ¡Qué pena ver a la justicia en manos de salvajes comerciantes en componenda con el amarillismo! Toda esta salvajada es producto del asalto del poder político y la administración pública por personas a las cuales sólo les interesa estos para aplastar a otros y beneficiarse de las mieles del mismo. Casi cosechamos los frutos de la destrucción del Estado. El robo de los bienes de éste, ha sido lo peor que nos ha pasado. Las tierras, las empresas y la función social de éstas, para este pueblo, han caído en el olvido. Los mismos individuos que acompañaron al sátrapa durante treinta y un años, se han mantenido 50 años más encubriéndose, controlando económicamente la prensa y otros poderes fácticos, mutando y adoptando colores políticos, cual camaleones, sin perder nunca su esencia de ser grandes depredadores de la “vaca nacional”. Durante más de 50 años se nos ha hecho creer e impuesto la idea de que vivimos en democracia. Las veces en que el pueblo ha tratado de participar en el rumbo de su destino, ha sido engañado, desmachados sus dirigentes o invitados fuerzas militares externas para su sojuzgamiento. El mismo sector se aprovecha. Vende la idea de que con las protesta, nunca se ha conseguido nada. La penetración y asentamiento de este mensaje es lo que ha llevado a cada cual a resolver sus problemas y necesidades; nos divide como nación. El accionar de la delincuencia común es la otra cara de la delincuencia que dirige el país. El irrespeto a la vida y los derechos ciudadanos en las calles y comunidades, es consecuencia del valor que les dan las autoridades a éstos. Evalúe, para muestra, el mercado de la París, el transporte público o la acción de los sindicatos contra la población y el desorden en los cementerios contra los difuntos. Estamos atrapados. Los individuos que a base de arribismo tienen la posibilidad de cernir información, que se hacen ricos con ellas, juzgan con desdén a aquellos que han luchado toda su vida por una sociedad más justa. ¡He ahí lo que matan esperanzas e ilusiones! Tenemos una sociedad de escasos desplazamientos sociales. Salvo la política, la pelota y las drogas, es muy difícil calar económica y socialmente en este país. El emprendedurismo encuentra sus frenos cuando tiene que salvar las barreras de las oficinas públicas con los papeleos de rigor. ¡No se diga con las solicitudes de ayuda! ¡Ahí es que la puerca retuerce el rabo! ¡Todo aquí se mueve con cuarto! ¡Si usted no tiene, quédese en su casa, no haga nada! ¿En quién creer o cifrar las esperanzas cuando los procederes de las autoridades se equiparan con delincuenciales? ¿Qué esperar de la vida si, a 50 años de muerto Trujillo, lo juzgamos a él más no a su régimen? ¿Acaso no se ha notado que la juventud notó que estudiar no es la mejor opción? Sin enjuiciar todos los desmanes que durante más de un siglo viven corroyendo la identidad nacional, no hay posibilidad de esperanza. Sin que encontremos sentido al esfuerzo que día a día hacemos para asegurar la vejez y la dignidad de las futuras generaciones no tendrá sentido esta patria. Que sigan los ladrones acabando con todo. Seguirán los asesinatos y suicidios sin sentidos. Los que cobran por imponer y vivir una vida europea o norteamericana, seguirán felices. Los demás, seremos objetos de sus manipulaciones.