viernes, octubre 20, 2006
VIVIR DEL CUENTO Y LA MISERIA
VIVIR DEL CUENTO Y LA MISERIA
Los Ăşltimos aĂąos son testigos de deterioro gradual de la calidad de vida de toda la sociedad. Para ciertos grupos eso ha sido una brecha para el enriquecimiento. Para otros, la gran oportunidad de parasitar y reivindicar ese derecho que desde siempre le fue negado. Para toda la sociedad la perdida de los valores integradores y unificadores nacionales.
Todas las reivindicaciones que con luchas y sangre, a favor de todos, consiguieron las voces y grupos revolucionarios se han perdido. Las voces detractoras, organizadas hoy en ONGs y fundaciones, que se sirvieron con la cuchara ancha de los beneficios de hospitales, escuelas, libros pirateados, etc. Con sus buenos sueldos, olvidan, se desinteresan y luchan para hundir en la barbarie y pauperizaciĂłn al pueblo que les vio nacer.
La miseria, la indiferencia son los trampolines que sirven como soporte para que mientras la sociedad se hunde por falta de todo, ellos sigan ganando buenos sueldos, yendo a buenos restaurantes, manejando buenos carros, acomodando investigaciones, etc. Las aspiraciones mas profundas que desde siempre ha tenido la humanidad sirven como sebo o carnada para manipular y hacer participe a toda la poblaciĂłn de su pobreza y deshumanizaciĂłn. Esta democratizaciĂłn o participaciĂłn individualizada, ha creado indiferencia en la mayorĂa, por las situaciones que les circundan y no les han tocado vivir. De igual forma en otro grueso de la poblaciĂłn ha llevado a la agudizaciĂłn del sentimiento de alegrĂa que es notorio, les embarga y es explotado con saĂąa, ante la desgracia de sus semejantes.
Estos vividores, que proponĂan nuevas y modernas formas de luchas, desde sus puestos de trabajo se garantizan pingues sueldos que les permitan vivir como prĂncipes. Los presupuestos nacionales y las ayudas internacionales directas e indirectas les sirven de sostĂŠn econĂłmico, Las supuestas ideas vanguardistas de los paĂses econĂłmica y polĂticamente avanzados y su posiciĂłn de un mundo democrĂĄtico les ha permitido penetrar los sistemas educativos, judicial y hasta las familias.
El empuje de estos grupos ha sido tan fuerte que hasta han logrado la formaciĂłn de ministerio. La imposiciĂłn de ciertas normas de conducta ha sido la constante, a travĂŠs del empuje que tienen en las elites de poder. Los grupos subalternos llevan la de perder antes los grupillos enquistados en las cĂşpulasâŚpara estos todo es diferente.
Grandes cantidades de borregos, directos al matadero, es la situaciĂłn de la adolescencia y la mujer dominicana de forma directa. Los problemas con la juventud, el incremento de los conflictos en las parejas, los divorcios, el equiparamiento de la mujer en infidelidad e irresponsabilidad con el hombre, etc. lo demuestran.
El paĂs debe recorrer una mejor senda; vamos muy mal. La imitaciĂłn de otras sociedades no nos favorece. Sin obviar lo que viene de fuera y lo que nos proponen, ya es tiempo de que estudiemos la factibilidad de cada cosa en nuestra sociedad. Es necesario que rescatemos y cultivemos las cualidades que nos hacen fuertes y humanos, que nos hagan enaltecer los valores familiares, ĂŠticos, sociales y nacionales.
Ya es tiempo de valernos por nosotros mismos. Probemos a cortar la posibilidad de financiamiento extranjero y estatal que tienen muchas ONGs y fundaciones. Creemos las posibilidades para que haya solidaridad a lo interno de la familia. Penalicemos la indiferencia, el irrespeto, el descuido, vengan de donde vengan. Incentivemos la formaciĂłn de empresas familiares.
Gerson de la Rosa
PERFIL ALUMNADO DOMINICANO
PERFIL ALUMNADO DOMINICANO
Todos nacemos con una fiera interna, que permanece en nosotros toda la vida, la cual debemos domar. La educaciĂłn, la formaciĂłn y el tiempo que compartimos en familia, son las herramientas que docilitan y hacen manejable el Ămpetu que nos embarga en situaciones difĂciles. El fallo, el descuido y el acomodamiento en la implementaciĂłn de los elementos ya seĂąalados, van creando dificultades personales, familiares sociales, nacionales y porque no, escolares, a los individuos que no se les enseĂąo a controlarse, a respetar.
La escuela dominicana atraviesa por una situaciĂłn muy difĂcil. Los distintos elementos que la constituyen muestran un notable desajuste. Sin lugar a duda, de estos, es el alumnado el que presenta las mayores dificultades. Viendo a este con ojos crĂticos, causa preocupaciĂłn las contradicciones manifiestas y el despeĂąadero hacia el que se enrumba, la parsimonia y despreocupaciĂłn con que asumen su rol presente y el futuro. No deja de impresionar la capacidad defensiva, la exculpaciĂłn y la refracciĂłn de sus debilidades en otros.
La poblaciĂłn que alberga los jardines de infantes, escuelas colegios y universidades, proviene de entorno de familias con muchos males y dificultades. Estas, en las aulas, se manifiestan de forma mĂĄs cruda que en los lugares donde son creadas. Maledicencias, irrespeto, apatĂa, egoĂsmo, legalismo, justificaciones, rebeldĂa y otras, forman parte del diario vivir de los centros de enseĂąanza dominicanos. Lejos de recibir apoyo de los padres, para contrarrestar las situaciones que se derivan de las actitudes mencionadas, al ver las reacciones de muchos de estos, entendemos con pena a sus hijos. Dudamos del futuro de esos padres, nos preocupamos, entristecemos por el futuro del paĂs.
La disponibilidad de mucho mas y diversos centros educativos, libros, medios electrĂłnicos y manejo de recursos lĂquidos, lejos de contribuir con el mejoramiento del sistema educativo, ha hecho de la mayorĂa de nuestros hijos estudiantes muy deficientes. Tanto acomodamientos y exĂĄmenes extras, proporcionan efectos contrarios a los propuestos: deficiencia en la lectura y la comprensiĂłn de ĂŠsta, de memorizaciĂłn, dificultades serias en las matemĂĄticas; estudiantes que se esconden en que tienen problemas para no cumplir con sus responsabilidades; la perdida progresiva del rol de la escuela, etc.
La pĂŠrdida, resabio o no sujeciĂłn a ningunos de los retenedores morales, ha convertido a la poblaciĂłn estudiantil en temible. En todo el quehacer cotidiano educativo viven fallando y olvidan estos con facilidad pasmosa. Con los compaĂąeros, y sobre todo con los educadores, son implacables en sus juicios; su habilidad llega al extremo de fabular y crear situaciones que comprometen a cualquiera cuando se ven afectados. Coronan con irrespeto a los sĂmbolos y padres de la patria, falta de compaĂąerismos, posturas amorales en cuanto a la sexualidad y la persona, se creen independientes en sus posiciones con relaciĂłn a la sociedad, cubriendo su indefensiĂłn, con una subcultura plĂĄstica, forĂĄnea y alienante.
El hurto en las aulas ya es cotidiano. Cuadernos con tareas y otros Ăştiles, dinero, libros de registros de calificaciones, exĂĄmenes y todo cuanto puedan es raptado con una asiduidad que mantiene en vilo a los centros. Ante tales hechos los afectados exigen a profesores acciones. Cuando se toman medidas para frenar los robos, entonces todos protestan y se autodefinen como santos. Revelador es el acuerdo tĂĄcito entre la mayorĂa que no hace nada y somete a presiĂłn, con vejaciones y maltrato, a quienes en minorĂa son aplicados.
El actual perfil del alumnado que tenemos amenaza el futuro nacional. La escuela no debe seguir sometiĂŠndose a los vaivenes de los sectores de donde procede su poblaciĂłn. Es ella la que tiene que trazar las pautas, retomar lo mejor de nuestra idiosincrasia y actuar, de forma activa y constructiva, a travĂŠs de sus alumnos, en mejorar el nivel de los barrios. A diferencia de la situaciĂłn actual, debemos convertir la escuela en la principal instituciĂłn que, la diferencia entre sus miembros, la establezca solo su aplicaciĂłn y conocimiento.
Hace falta mecanismos escolares que frenen el continuo reto a subvertir el orden. Las enseĂąanzas teĂłricas de civismos hemos de llevarlas a la prĂĄctica reforzando las exigencias en urbanidad y compromiso en el mejoramiento del entorno donde cada cual vive. Para recobrar el interĂŠs en los estudios, disminuyamos la cantidad de exĂĄmenes y creemos mecanismos para cobrar el semestre por cada materia que no sea aprobada. EnseĂąemos a elaborar y demandemos a cada alumno un horario de actividades en la casa.
Gerson de la Rosa
Todos nacemos con una fiera interna, que permanece en nosotros toda la vida, la cual debemos domar. La educaciĂłn, la formaciĂłn y el tiempo que compartimos en familia, son las herramientas que docilitan y hacen manejable el Ămpetu que nos embarga en situaciones difĂciles. El fallo, el descuido y el acomodamiento en la implementaciĂłn de los elementos ya seĂąalados, van creando dificultades personales, familiares sociales, nacionales y porque no, escolares, a los individuos que no se les enseĂąo a controlarse, a respetar.
La escuela dominicana atraviesa por una situaciĂłn muy difĂcil. Los distintos elementos que la constituyen muestran un notable desajuste. Sin lugar a duda, de estos, es el alumnado el que presenta las mayores dificultades. Viendo a este con ojos crĂticos, causa preocupaciĂłn las contradicciones manifiestas y el despeĂąadero hacia el que se enrumba, la parsimonia y despreocupaciĂłn con que asumen su rol presente y el futuro. No deja de impresionar la capacidad defensiva, la exculpaciĂłn y la refracciĂłn de sus debilidades en otros.
La poblaciĂłn que alberga los jardines de infantes, escuelas colegios y universidades, proviene de entorno de familias con muchos males y dificultades. Estas, en las aulas, se manifiestan de forma mĂĄs cruda que en los lugares donde son creadas. Maledicencias, irrespeto, apatĂa, egoĂsmo, legalismo, justificaciones, rebeldĂa y otras, forman parte del diario vivir de los centros de enseĂąanza dominicanos. Lejos de recibir apoyo de los padres, para contrarrestar las situaciones que se derivan de las actitudes mencionadas, al ver las reacciones de muchos de estos, entendemos con pena a sus hijos. Dudamos del futuro de esos padres, nos preocupamos, entristecemos por el futuro del paĂs.
La disponibilidad de mucho mas y diversos centros educativos, libros, medios electrĂłnicos y manejo de recursos lĂquidos, lejos de contribuir con el mejoramiento del sistema educativo, ha hecho de la mayorĂa de nuestros hijos estudiantes muy deficientes. Tanto acomodamientos y exĂĄmenes extras, proporcionan efectos contrarios a los propuestos: deficiencia en la lectura y la comprensiĂłn de ĂŠsta, de memorizaciĂłn, dificultades serias en las matemĂĄticas; estudiantes que se esconden en que tienen problemas para no cumplir con sus responsabilidades; la perdida progresiva del rol de la escuela, etc.
La pĂŠrdida, resabio o no sujeciĂłn a ningunos de los retenedores morales, ha convertido a la poblaciĂłn estudiantil en temible. En todo el quehacer cotidiano educativo viven fallando y olvidan estos con facilidad pasmosa. Con los compaĂąeros, y sobre todo con los educadores, son implacables en sus juicios; su habilidad llega al extremo de fabular y crear situaciones que comprometen a cualquiera cuando se ven afectados. Coronan con irrespeto a los sĂmbolos y padres de la patria, falta de compaĂąerismos, posturas amorales en cuanto a la sexualidad y la persona, se creen independientes en sus posiciones con relaciĂłn a la sociedad, cubriendo su indefensiĂłn, con una subcultura plĂĄstica, forĂĄnea y alienante.
El hurto en las aulas ya es cotidiano. Cuadernos con tareas y otros Ăştiles, dinero, libros de registros de calificaciones, exĂĄmenes y todo cuanto puedan es raptado con una asiduidad que mantiene en vilo a los centros. Ante tales hechos los afectados exigen a profesores acciones. Cuando se toman medidas para frenar los robos, entonces todos protestan y se autodefinen como santos. Revelador es el acuerdo tĂĄcito entre la mayorĂa que no hace nada y somete a presiĂłn, con vejaciones y maltrato, a quienes en minorĂa son aplicados.
El actual perfil del alumnado que tenemos amenaza el futuro nacional. La escuela no debe seguir sometiĂŠndose a los vaivenes de los sectores de donde procede su poblaciĂłn. Es ella la que tiene que trazar las pautas, retomar lo mejor de nuestra idiosincrasia y actuar, de forma activa y constructiva, a travĂŠs de sus alumnos, en mejorar el nivel de los barrios. A diferencia de la situaciĂłn actual, debemos convertir la escuela en la principal instituciĂłn que, la diferencia entre sus miembros, la establezca solo su aplicaciĂłn y conocimiento.
Hace falta mecanismos escolares que frenen el continuo reto a subvertir el orden. Las enseĂąanzas teĂłricas de civismos hemos de llevarlas a la prĂĄctica reforzando las exigencias en urbanidad y compromiso en el mejoramiento del entorno donde cada cual vive. Para recobrar el interĂŠs en los estudios, disminuyamos la cantidad de exĂĄmenes y creemos mecanismos para cobrar el semestre por cada materia que no sea aprobada. EnseĂąemos a elaborar y demandemos a cada alumno un horario de actividades en la casa.
Gerson de la Rosa
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