viernes, octubre 20, 2006

PERFIL ALUMNADO DOMINICANO

PERFIL ALUMNADO DOMINICANO

Todos nacemos con una fiera interna, que permanece en nosotros toda la vida, la cual debemos domar. La educaciĂłn, la formaciĂłn y el tiempo que compartimos en familia, son las herramientas que docilitan y hacen manejable el Ă­mpetu que nos embarga en situaciones difĂ­ciles. El fallo, el descuido y el acomodamiento en la implementaciĂłn de los elementos ya seĂąalados, van creando dificultades personales, familiares sociales, nacionales y porque no, escolares, a los individuos que no se les enseĂąo a controlarse, a respetar.

La escuela dominicana atraviesa por una situaciĂłn muy difĂ­cil. Los distintos elementos que la constituyen muestran un notable desajuste. Sin lugar a duda, de estos, es el alumnado el que presenta las mayores dificultades. Viendo a este con ojos crĂ­ticos, causa preocupaciĂłn las contradicciones manifiestas y el despeĂąadero hacia el que se enrumba, la parsimonia y despreocupaciĂłn con que asumen su rol presente y el futuro. No deja de impresionar la capacidad defensiva, la exculpaciĂłn y la refracciĂłn de sus debilidades en otros.

La poblaciĂłn que alberga los jardines de infantes, escuelas colegios y universidades, proviene de entorno de familias con muchos males y dificultades. Estas, en las aulas, se manifiestan de forma mĂĄs cruda que en los lugares donde son creadas. Maledicencias, irrespeto, apatĂ­a, egoĂ­smo, legalismo, justificaciones, rebeldĂ­a y otras, forman parte del diario vivir de los centros de enseĂąanza dominicanos. Lejos de recibir apoyo de los padres, para contrarrestar las situaciones que se derivan de las actitudes mencionadas, al ver las reacciones de muchos de estos, entendemos con pena a sus hijos. Dudamos del futuro de esos padres, nos preocupamos, entristecemos por el futuro del paĂ­s.

La disponibilidad de mucho mas y diversos centros educativos, libros, medios electrĂłnicos y manejo de recursos lĂ­quidos, lejos de contribuir con el mejoramiento del sistema educativo, ha hecho de la mayorĂ­a de nuestros hijos estudiantes muy deficientes. Tanto acomodamientos y exĂĄmenes extras, proporcionan efectos contrarios a los propuestos: deficiencia en la lectura y la comprensiĂłn de ĂŠsta, de memorizaciĂłn, dificultades serias en las matemĂĄticas; estudiantes que se esconden en que tienen problemas para no cumplir con sus responsabilidades; la perdida progresiva del rol de la escuela, etc.

La pĂŠrdida, resabio o no sujeciĂłn a ningunos de los retenedores morales, ha convertido a la poblaciĂłn estudiantil en temible. En todo el quehacer cotidiano educativo viven fallando y olvidan estos con facilidad pasmosa. Con los compaĂąeros, y sobre todo con los educadores, son implacables en sus juicios; su habilidad llega al extremo de fabular y crear situaciones que comprometen a cualquiera cuando se ven afectados. Coronan con irrespeto a los sĂ­mbolos y padres de la patria, falta de compaĂąerismos, posturas amorales en cuanto a la sexualidad y la persona, se creen independientes en sus posiciones con relaciĂłn a la sociedad, cubriendo su indefensiĂłn, con una subcultura plĂĄstica, forĂĄnea y alienante.

El hurto en las aulas ya es cotidiano. Cuadernos con tareas y otros Ăştiles, dinero, libros de registros de calificaciones, exĂĄmenes y todo cuanto puedan es raptado con una asiduidad que mantiene en vilo a los centros. Ante tales hechos los afectados exigen a profesores acciones. Cuando se toman medidas para frenar los robos, entonces todos protestan y se autodefinen como santos. Revelador es el acuerdo tĂĄcito entre la mayorĂ­a que no hace nada y somete a presiĂłn, con vejaciones y maltrato, a quienes en minorĂ­a son aplicados.

El actual perfil del alumnado que tenemos amenaza el futuro nacional. La escuela no debe seguir sometiĂŠndose a los vaivenes de los sectores de donde procede su poblaciĂłn. Es ella la que tiene que trazar las pautas, retomar lo mejor de nuestra idiosincrasia y actuar, de forma activa y constructiva, a travĂŠs de sus alumnos, en mejorar el nivel de los barrios. A diferencia de la situaciĂłn actual, debemos convertir la escuela en la principal instituciĂłn que, la diferencia entre sus miembros, la establezca solo su aplicaciĂłn y conocimiento.

Hace falta mecanismos escolares que frenen el continuo reto a subvertir el orden. Las enseĂąanzas teĂłricas de civismos hemos de llevarlas a la prĂĄctica reforzando las exigencias en urbanidad y compromiso en el mejoramiento del entorno donde cada cual vive. Para recobrar el interĂŠs en los estudios, disminuyamos la cantidad de exĂĄmenes y creemos mecanismos para cobrar el semestre por cada materia que no sea aprobada. EnseĂąemos a elaborar y demandemos a cada alumno un horario de actividades en la casa.

Gerson de la Rosa

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