CONSUMO DE MATERIALES FĂLMICOS CULTURALES
La educaciĂłn informal siempre fue una de las piedras angulares del desarrollo de cada pueblo. Esto, actuando desde la casa. El barrio y otros lugares que se hacen sentir y marcan a los futuros ciudadanos, AdemĂĄs, guardando la idiosincrasia y formando en funciĂłn de valores, objetivos y principios nacionales.
La modernidad ha traĂdo consigo la televisiĂłn, medio que es el difusor por excelencia de las ideas de los ganadores, PelĂculas, muĂąequitos, telenovelas, programas de humor y culturales, poco a poco han ocupado el espacio de diversiĂłn de la familia dominicana. Al principio, introduciendo tĂmidamente y luego descarada y groseramente prototipos de vida ajenos a nuestra realidad.
De diferentes paĂses hemos importado materiales fĂlmicos. Cada uno de ellos, especializado en gĂŠnero diferentes. Con concepciones aun intransitadas por nosotros y objetivos, que bien cabrĂa analizar. Los Estados Unidos, de principio, nos arrollaron con sus pelĂculas y muĂąequitos. MĂŠxico participĂł de forma moderada con pelĂculas que nos hicieron reĂr y llorar. Durante buen tiempo el consumo de estos productos, fue bĂĄsicamente de allĂ.
En una nueva etapa, a este mercado se adhieren EspaĂąa, Venezuela Brasil Colombia y Argentina. Todas ellas con su fuerte en las telenovelas. Por medio a esta nos han bombardeados explotando y exportando las miserias mĂĄs atroces de sus sociedades. Envidias, celos, traiciones, homosexualidad, intrigas, irresponsabilidad, con una chispa de inocencia, sustentan, en diferentes Ăłrdenes, las ideas sobre las que se desarrollan esas tramas televisadas.
La etapa reciente en la producciĂłn de materiales fĂlmicos, en el norte, es digna del modernismo. A nuestros niĂąos llegan dibujos animados que enseĂąan y venden actitudes agresivas, groseras y discriminatorias. A su vez, sus pelĂculas, desde siempre, se han caracterizados por el desprecio, minimizaciĂłn y ridiculizaciĂłn de los valores y pueblos que no son anglosajones o norteamericanos. En cambio, resaltan los anti-valores de la imposiciĂłn de la fuerza, el amor ciego al dinero y la viabilidad de un modo de vida que deshumaniza al individuo.
Gracias al desplazamiento vertiginoso de la electricidad, compramos televisores. Gracias a estos Ăşltimos casi hemos perdido el buen hĂĄbito de reunirnos a realizar los juegos tradicionales, o simplemente a contar cuentos. âSin ton ni sonâ los elementos tradicionales van siendo sustituidos y a esto no le dedicamos la debida atenciĂłn. Pronto despertaremos con una idiosincrasia cambiada o globalizada, al estilo marginal neoyorquino.
Aunque las nuevas tendencias plantean la globalizaciĂłn en todos los aspectos, nuestro aporte o posible aporte o el de otra naciĂłn, que no sea la norteamericana, en este proceso, se torna casi invisible. Mucho, muchĂsimo dinero le costarĂĄ a los globalizantes, hacer que las reservas morales y culturales de los paĂses pobres, cedan ante la sinrazĂłn, la vagabunderĂa, practicismo asqueante e infravaloraciĂłn humana. En efĂmero se convertirĂĄ todo, cuando las naciones vean su desraizaciĂłn histĂłrica y cultural.
Hoy mĂĄs que nunca se hace necesario desarrollar una industria de producciĂłn de dibujos animados, pelĂculas y otros programas televisivos. Todos ellos en apoyo y si se puede, en coordinaciĂłn con los diferentes paĂses, en la difusiĂłn de los mejores valores, nacionales, caribeĂąos y latinoamericanos. Solo asĂ frenaremos en algo, las males influencia en nuestros hijos y reivindicaremos a nuestros pueblos de las ideas de brutos, salvajes, ignorantes cobardes e incapaces, a que se nos tiene acostumbrados y que ya, sin pensarlo, aceptamos.
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