domingo, noviembre 18, 2012

MATEMOS A LOS DELINCUENTES

MATEMOS A LOS DELINCUENTES ¿Acaso no nos damos cuenta de que somos presa de una delincuencia, procedente desde el poder, que ha implantado la insensibilidad y el desamor? Como nunca, soportamos la soberbia de quienes han hecho de la corrupción del Estado un negocio. Nuestra apatía, división y seguimiento ciego e interesado, ante políticos que afectan a los más pobres, ha dado valor y fuerza a los corruptores, ladrones y delincuentes, a campear por sus fueros contra la población. El Estado se ha convertido en un instrumento a expensa de timadores. Su función, parece ser la de garantizar los intereses de inversores y políticos que, vienen al país y llegan al poder, a hacerse de dinero de forma deshonesta. Los casos de los generadores de electricidad y la mayoría de los funcionarios actuales, son ejemplos de esta situación. Las cortes internacionales o de los países ricos, nunca ven las depredaciones de sus subsidiarias en países como el nuestro. En los pleitos o querellas de estas empresas contra nosotros, siempre salimos afectados. ¡Continúan las licencias de corsos! Nos hablan de democracia y de separación de poderes, mientras desde uno de éstos, o desde fuera, se deciden situaciones de trascendencia que no les competen. ¡Qué significado tienen la representación popular a través de diputados y senadores, cuando ésta se ejerce por patanes que andan “buscándose lo suyo”? A los honorables, los delatan sus acciones: el hombre del maletín, que ha aminorado; las líneas del partido; la presión de sectores de poder o gobiernos extranjeros; la aprobación de leyes sin leerlas y otras riñas con las leyes. El crecimiento económico o desviación de recursos de la política social a manos de empresarios y políticos, creo una aureola irreal de crecimiento de nuestra sociedad. Mientras el polígono central de la capital crece con grandes torres residenciales, se desatienden los hospitales, escuelas, bateyes, campos y barrios. Se crean leyes de seguridad social y pensiones que, sólo han mejorado la salud económica de los bolsillos de los administradores de los fondos que la misma generan y de los políticos que pueden manipular estos sistemas. Para contrarrestar las consecuencias de la desatención social, surge la política de “mano dura contra la delincuencia”. Esta, se ha manifestado a través de los “mal llamados intercambios de disparos”. Delincuentes de altas montas, recogedores de las migajas que caen desde las grandes transacciones, ensañados contra los delincuentes de pocas montas, los matan en las calles. En varias ocasiones estas acciones, ha generado crisis y serias acusaciones externas e internas. Aun así, no se corrige. La manifiesta presión de la delincuencia común sobre la población y el empuje de una política comunicacional encaminada a plantar la necesidad de eliminar a los delincuentes, ha tornado aceptable y popular la sinrazón de la eliminación física y cobarde de buena parte de nuestra juventud. A pesar de todos los muertos, la situación cada vez es peor. La violencia de los sectores que engullen la mayoría de los recursos, cada vez es mayor. Si no fuera por las válvulas de escape de la emigración y las remesas, otro gallo cantaría. Atrapados en el continuo circo político, de las necesidades y la sobrevivencia, no hemos sido capaces de ver las causas que generan nuestros males. Somos incapaces de notar que esos que matan, nos matan y matan, son nuestros hijos, vecinos y compañeros. No vienen de fuera, se forman con nosotros y entre nosotros. De ninguna manera debemos seguir permitiendo que continúe esta matanza. Mientras lo sigamos permitiendo, las autoridades continuaran haciendo creer con medidas simuladoras, pero, sin ningunas intenciones de resolver la problemática. Pongámonos de acuerdo. Si vamos a matar a los delincuentes, que sea a todos. No es mas delincuentes el que roba una nimiedad que quien desfalca o malversa el erario público. Esos que se enriquecen de las irregularidades de individuos bajo sus mandos, también son delincuentes. No menor calificativo se le puede dar a los que recurren a fuerzas y gobiernos extranjeros, para expiar o someter a sus compañeros. ¿Qué decir de los que se hacen sordos ante los manifiestos robos, abusos y asesinatos que perciben o, le denuncian? La nueva modalidad son los creadores de necesidades superfluas, estos son bien peligrosos. Las personas de bien, en esta sociedad, somos presos de estos delincuentes. Casi todas las instituciones de la administración, estructuralmente están permeadas por la corrupción. La llegada a ellas de cualquier individuo decente, activa los defensores del status quo, la vagabundería. O se somete, o lo hacen saltar del cargo! Una observación detenida a nuestro orden organizacional no causa más que frustración. Muchas cosas se podrían sugerir; sólo una imposición vertical, férrea y con libritos procedimentales y claras funciones de puestos, podría mejorar este desastre. Las debilidades de nuestras instituciones ya acarrean impotencia para someter a grupos o personas que lacera su funcionalidad. Esas debilidades abren fisuras en la seguridad y control de países hermanos. Están en la palestra pública individuos que han puesto en evidencia o creado brecha para penetrar la seguridad de territorios de los Estados Unidos. Por igual, se deben denunciar a aquellos que, por su falta de patriotismo, ambición o cobardía, se dejan o ponen a disposición de otros Estados para acusar a países hermanos. Denunciemos, eliminemos y de paso matemos a aquellos individuos que dirigen instituciones que sirven a intereses de otros países. ¡Recordemos, en cualquier momento las muertes y descalificaciones, nos pueden acarrear un conflicto mayor! ¡Limpiemos el país, pero hagámoslo con responsabilidad!